Título: La isla Autor: Giani Stuparich
Páginas: 123
Editorial: Minúscula
Año de edición: 2008 (6ª edición)
¿Pueden entenderse un padre, ya mayor, que se despide del mundo, y un hijo adolescente que se está construyendo como adulto? ¿Cómo es esa convivencia?¿Cómo se ven el uno al otro?
Ese es el núcleo de temas que trata esta magistral novela corta, publicada originalmente en 1942, un texto contenido y profundo que nos emociona y nos deja un bien número de interrogantes a flor de piel. La historia arranca así: un hombre enfermo, que sabe que va a morir, le pide a su hijo que deje las montañas en las que disfruta de sus vacaciones y le acompañe por última vez a la isla de su juventud, en el mar Adriático, el lugar en el que creció y que representa tood lo bueno de una vida que se apaga.
Dos discursos no dichos, dos procesiones que van por dentro chocan entre sí y se encuentran: el padre se muestra jovial, alegre y aparenta vitalidad y autosuficiencia, aunque la enfermedad le corroe por dentro y necesita a su hijo, pero de eso él no dice nada. El hijo ve a su padre enfermo, le quiere y le inunda la pena, pero también se lo calla. Unas páginas melancólicas, sí, pero llenas de sentimientos, en las que es difícil no emocionarse y cada palabra tiene más de un significado. Un viaje interior compartido, en el que el padre se despide de la vida y comprende lo que significa dejar descendencia, mientras el hijo se abre a la vida y descubre el significado de la pérdida. La isla funciona como metáfora de la vida, un trozo de mundo lleno de belleza y encantos, pero finita y limitada por el inmenso mar.
Una novelita, una nouvelle, una narración de tan solo 92 de páginas de texto neto y 18 capítulos cortos, con la contundencia y la brevedad de temas que son palabras mayores. Está narrada con elegancia y un realismo naturalista, que describe espléndidamente paisajes, personajes, situaciones y diálogos en unas pocas pinceladas. El autor maneja con maestría el material que tiene entre manos, con acierto y contención, en una historia en la que lo fácil es dejarse llevar por los sentimientos y producir un melodrama lleno de excesos.
Una historia que juega constantemente con los contrastes, una breve obra maestra, delicada, que, como los témpanos, oculta una masa enorme de contenido bajo la superficie. Un texto mágico, muy medido, una novela admirable sobre la vida y la muerte, la juventud y la vejez, el tiempo y la vida, la vitalidad y la enfermedad, llena de ganas de vivir y de sentimiento. Una lectura algo melancólica, pero llena de sensibilidad y muy recomendable.
La traducción es del soriano J. A. González Sáinz, traductor y escritor de renombre, que ha ganado varios premios como el Premio Herralde y el Premio de las Letras de Castilla y León.En esta edición, el texto está acompañado de una presentación del crítico triestino Elvio Giagnini y un posfacio del escritor y profesor universitario Claudio Magris, también nacido en Trieste.
Giani Stuparich (Trieste, 1891-1961) fue un periodista y escritor italiano. Tras pasar un año en la Universidad de Praga, se licenció en Literatura Italiana en la Universidad de Florencia y se doctoró con una tesis sobre Maquiavelo. Allí conoció al escritor Scipio Slataper, que sería su maestro y amigo. En la Primera Guerra Mundial se alistó como voluntario con su hermano, fue herido dos veces y hecho prisionero. Estuvo en cinco campos de prisioneros y recibió la medalla de oro al mérito militar. Volvió a su ciudad natal y se casó con la poeta de origen húngaro Elody Oblath, con la que tuvo tres hijos.
Ejerció como profesor de instituto, rechazó el fascismo y fue detenido por razones políticas junto a su mujer y su madre. En una semana, gracias a la intercesión del obispo y del prefecto de Trieste, les liberaron. Más tarde, formaría parte de la resistencia italiana.
Empezó escribiendo artículos en prensa y ensayos. A los 42 años publicó su primer relato largo. No ha dejado varios volúmenes de cuentos, de poesía, ensayos, varias novelas y unas memorias. Sus obras están traducidas a varios idiomas.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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