«Trabajan como dos negros y cobran el salario de uno de ellos». La frase es de Urbano Feijóo Sotomayor (Viana do Bolo, 1798-1898), un empresario y diputado liberal que en 1854 y aprovechando la hambruna que sufría Galicia, creó una empresa que llevo a Cuba a jornaleros gallegos para trabajar en condiciones infrahumanas. Una historia increíble sobre unos pobres emigrantes gallegos que trabajaron durante más de un año prácticamente en condiciones de esclavitud.
El objetivo era «blanquear» la isla, repoblarla con gallegos que reportaran pingües beneficios. La esclavitud había sido abolida en el Congreso de Viena de 1815, cuyas conclusiones suscribió España en 1817. La trata de esclavos clandestina a la isla era cada vez más difícil, el precio del azúcar había bajado y los terratenientes que explotaban plantaciones de caña tenían cada vez más dificultades económicas.
Entonces, Feijóo Sotomayor presentó su plan al gobierno en una memoria de uns cien páginas titulada «Isla de Cuba, Inmigración de trabajadores españoles» que vale la pena leer: 200 000 emigrantes gallegos, portugueses y andaluces poblarían la isla para formar una población de braceros baratos y leales a la metrópoli; se les daría ropa, tendrían un periodo de aclimatación y trabajarían jornadas limitadas con horas y días de descanso suficientes. En caso de enfermedad u otra causa justificada, la compañía se comprometía a repatriarlos a sus expensas.
La realdad fué muy diferente. En 1854 llegaron a Cuba ocho barcos desde Vigo con 1744 gallegos, para trabajar desde el primer día, en plantaciones de azúcar y en el ferrocarril, jornadas de doce horas por una cuarta parte de lo que cobraba un jornalero en la isla. Dormían hacinados en barracones con una tabla como cama, sufrían castigos salvajes y al cabo de un año habían muerto 331 y 200 estaban encarcelados por rebelarse.
Litografía que retrata a Urbano Feijóo Sotomayor (CC BY-SA 4.0 BNE)
Urbano Feijóo Sotomayor, propietario de cinco ingenios azucareros, tres cafetales, varias haciendas y un buen número de acciones del ferrocarril, cobró los 140 000 pesos de subvención concedidos por el Ministerio de Fomento, a pesar del escándalo, la que se armó en el parlamento y el cierre apresurado de su compañía.
La mayoría de los gallegos supervivientes se quedaron en la isla trabajando por cuatro veces más dinero. Rosalía de Castro escribió en 1880:
«Galicia está probe, i á Habana me vou… Adeus, adeus prendas do meu corazón!»
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Galiza, inda hoxe exporta carne humana en vivo.
ResponderEliminarNo pasdo era sen cultura e esfameados.
Agora é con cultura, pro sen porvir
Galegos non debedes chamarvos españoles, póis unga nái que maltrata os séus fillos é indigba de ser recolecida.
ResponderEliminarROSALUA DE CASTRO