Título: A treinta días del poder Autor: Henry Ashby Turner
Páginas: 392
Editorial: Edhasa
Precio: 20,50 euros
Año de edición: 2002
A principios de 1933 la prensa liberal alemana daba por muerta la
carrera política de Adolf Hitler. Después de una sucesión de grandes
victorias electorales desde 1930, el partido nazi no había conseguido el
poder. En las últimas elecciones los nacionalsocialistas habían perdido
muchos votos. En la intimidad de su diario, Goebbels estaba
desalentado: estamos ganando hasta la muerte. Les devoraban las deudas.
El partido se podía escindir. Gregor Strasser amenazaba con
esta posibilidad. Los comunistas subían. Hitler hablaba de coger su
pistola y poner fin a todo «en dos segundos». Su táctica de poder
absoluto o nada parecía quedarse en nada.
El
presidente de la República de Weimar, el venerable mariscal monárquico
Paul von Hindenburg, no confiaba en el desequilibrado cabo austriaco. «No lo nombraré ni ministro de correos», decía. A Hitler se le escurría
el poder entre los dedos como si fuera agua. Pero el 30 de enero de 1933
fue nombrado canciller por Hindenburg. Inesperado. Terremoto. Ese día
hubo un tiroteo en Berlín.
¿Cómo
se llegó a esto? De contestar a esta pregunta se ocupa el profesor Henry Ashby Turner en este magnífico libro. Rechazando cualquier idea de
inevitabilidad, analiza con detalle las intrigas que en unas semanas
condujeron al nombramiento de Hitler como presidente del gobierno
alemán.
La historia no la
hacen fuerzas impersonales, sino hombres concretos en circunstancias
precisas, que los condicionan, pero nunca determinan. Existen nombres,
apellidos, decisiones y por supuesto responsabilidades personales. La
historia se va haciendo a medida que los hombres escogen y deciden. Pero
no todos los sujetos tienen el mismo poder de decisión y
responsabilidad. En el caso alemán, la irresponsabilidad de una élite
social arcaica llevó al desastre. El enfoque histórico de Turner es por
lo tanto empírico e individualista.
En
principio, Hindenburg se resistía a nombrar canciller a Hitler. Pero el
viejo mariscal estaba rodeado de varios personajes (familiares, amigos,
cortesanos) que influían en él. Ideológicamente, eran reaccionarios,
nacionalistas y enemigos de la democracia. Un personaje destacaba (para
mal) sobre todos: el católico Von Papen. Este sujeto ya había sido
canciller en 1932. Aristócrata de extrema derecha, quería liquidar lo
que quedaba de democracia en Alemania. Acusaba a su sucesor en la
cancillería, el intrigante general Von Schleicher, de haberlo derribado
con malas artes. Ahora, Papen se vengaría a su vez derribando a Von Schleicher. El sustituto sería Hitler. Pero antes había que convencer a Hindenburg.
Papen se
reunió con Hitler. Le prometió hablar con un reticente Hindenburg para
que le nombrara canciller. Logró convencer al octogenario mariscal. El
propio Papen sería vicecanciller y solo habría dos ministros nazis: el
fastuoso Goering y el oscuro Frick. Los nobles conservadores
domesticarían a los nazis plebeyos. El flamante canciller Hitler juró
respetar la Constitución democrática de 1919. Como escribió Alan Bullock, «a Papen solo se le puede acusar de haber cometido el mayor
error político del siglo XX». Hitler jugó bien sus cartas. Esperó que le
sirvieran el poder en bandeja. Demostró un talento político
extraordinario.
Turner
encaja la intriga en el contexto de la crispada sociedad alemana de
1933: crisis económica, miedo al comunismo, violencia callejera, actos
de masas, noticias alarmistas, bulos. Es el telón de fondo de una
historia sigilosa y secreta que transcurría en hoteles, mansiones
aristocráticas y despachos burgueses. El nazismo fue una peculiar
revolución de derechas facilitada por las élites tradicionales alemanas
que creían controlarla para sus propios fines. Mal negocio que costó
millones de vidas.
Con
buen pulso literario, incontestable documentación y una argumentación
impecable, Turner analiza la coyuntura y su desastroso desenlace. Hitler
llegó al poder como podía no haber llegado. La responsabilidad de su
llegada a la cancillería fue esencialmente una pésima opción de la
derecha conservadora alemana. Existían otras opciones (una dictadura
militar, un gobierno de excepción autoritario sostenido por decretos
presidenciales etc). La catástrofe alemana comenzó con un error fatal de quienes tenían el poder real. Ningún determinismo.
Henry Ashby Turner
Henry Ashby Turner (Atlanta, 1932-2008) fue un historiador estadounidense
especialista en Alemania. Profesor en Yale, en 1985 demostró en un
importante estudio que los industriales alemanes tenían sus reticencias
para financiar a Hitler. De hecho, preferían subvencionar a los partidos
conservadores tradicionales (por lo menos hasta 1933). Otro mito que
contribuyó a derribar Turner fue el del específico camino histórico
alemán que llevaba sin remisión al nazismo, el sonderweg. No fue
así, porque en 1933 había muchos más alemanes contrarios que partidarios
de Hitler. Pero en la élites era al revés. Algo que debería hacer
pensar sobre los límites de las democracias y su malversación por las
castas.
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