domingo, 25 de julio de 2021

Begoña M. Rueda, lavandera hospitalaria y poeta premiada

   

Begoña M. Rueda (foto Mariano J. Sánchez)

Begoña M Rueda (Jaén, 1992) trabaja desde hace dos años como lavandera-planchadora en el Hospital Punta de Europa de Algeciras, lavando y poniendo a punto la ropa de cama de los enfermos, sus pijamas, las batas de los cirujanos y toda la ropa del hospital. Pero no es una lavandera como todas, porque es poeta. 

Pero tampoco es una poeta como las demás, porque ha ganado nada menos que el Premio Hiperión de Poesía 2021, con el libro titulado Servicio de lavandería, y a pesar de su juventud, ha desarrollado una brillantísima carrera obteniendo un premio con cada libro que ha publicado.

Han caído el II Premio de Poesía Joven Antonio Colinas, el I Premio Luis Cernuda de la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla, el Premio de Poesía de la Universidad Complutense de Madrid, el XLVI Premio de Poesía Ciudad de Burgos, el VIII Certamen Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos, el XVII Premio de Poesía Dionisia García y ahora el Premio Hiperión de poesia 2021. Siete premios, siete libros. Todo un récord.

El jurado calificó el libro de «cohesionado, crítico, lírico sin excesos, poderosamente plástico, con marcados contrastes y finales rotundos» y añadió que la autora, «renunciando al adorno y al artificio, construye una poética humana de la enfermedad y sus secuelas en general y de la pandemia en particular, focalizada en unas coordenadas subjetivas inéditas, intrahistóricas: la de los y las protagonistas anónimos de la historia desde un lugar invisible: el personal que se encarga de limpiar la ropa en los hospitales».

Espléndido. Aquí os dejo una muestra de su poesía:

 

A 18 de mayo de 2019

El día de la presentación de mi libro

hay quien se acerca a preguntarme

a qué me dedico, si soy profesora.

No es la primera ni la última vez

que a la gente le sorprende

que trabaje en una lavandería,

como si por ello

me convirtiera en peor poeta.

Creía que eras

una mujer con aspiraciones,

es lo más delicado que me responde

una chica en la presentación de mi libro,

me ha mirado tan por encima del hombro

que ha debido de hacerse

daño en las cervicales.

 

A 11 de abril de 2019

A pesar de que la ropa es lavada

a temperaturas de ochenta grados

y tratada con detergentes específicos,

productos neutralizadores de cloro,

lejías y suavizantes,

no es raro percibir un leve aroma a perfume

al doblar las camisas de los pijamas.

Sé a qué huelen los enfermos

antes de fallecer,

sé que algunos se peinan, se afeitan

y se empapan en Varón Dandy

como si morir

no consistiera sino en dar otro de muchos paseos

los domingos por la mañana.

* * *

Escribo estos poemas

igual que plancho

el pijama de un niño enfermo,

una los escribe

con especial esmero, como si

estuviera escribiendo los poemas

que quisiera que leyeran mis hijos.

 

A 23 de marzo de 2020

Los sudarios se apilan en cajas de cartón

junto a la puerta del cuarto de baño.

Son las únicas prendas del hospital

que no se lavan después de darles uso.

Como todo en nuestra época

también vienen dentro de un plástico,

encontrándose la muerte como la bollería industrial,

envasada y directa al vacío.

Una se pregunta quién fabrica los sudarios,

qué fría máquina los cose y los empaqueta

listos para cubrir cualquier cuerpo

que yazca mudo en la morgue.

Yo por sudario quisiera las manos de mi madre,

morir antes que ella

y engendrarme de nuevo en su vientre,

volver a ser niña y no tener ni idea

de que en las lavanderías de los hospitales

la muerte se apila en cajas de cartón

junto a los inodoros.

 

A 27 de marzo de 2020

En frente de la lavandería se encuentra el tanatorio.

Ayer planché la ropa

del que ahora sacan a cuestas entre cuatro.

Lavé sus sábanas, doblé su pijama, le apañé una almohada.

Esto somos.

Corre el viento de levante y una lluvia fina

repiquetea sobre su ataúd.

 

A 23 de abril de 2020

Cómo será la boca

de la enfermera que me pincha el dedo

y lo aprieta hasta sacarme la última

gota de sangre.

Me pregunto si llevará pintados

los labios de rojo tras la mascarilla,

si sabrá besar en la frente o pronunciar

exitus.

Huele a gel hidroalcohólico y tiene

casi tanto miedo como yo,

un lazo negro en el uniforme blanco

y los resultados de nuestros test.

Mañana podría tocarle a ella,

pienso.

Coronas de flores frescas

acompañarían su ataúd

y una compañera de facultad

la reemplazaría al día siguiente.

Así, como si nada.

Como si la vida

mañana podría tocarle a ella

lo mismo que podría tocarme a mí.


Begoña Moreno Rueda empezó a escribir a los 10 años. Empezó a estudiar Filología Hispánica en la Universidad de Jaén pero, cuando solo le quedaban ocho asignaturas para acabar, tuvo que ponerse a trabajar. Ha sido trabajadora precaria y explotada en varias empresas y como ella dice, «Escribir poemarios es un trabajo que lleva su tiempo y su esfuerzo, lo ideal sería que estuviera bien remunerado, que yo pudiera regresar a estudiar mi carrera».

Begoña M. Rueda
 

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

2 comentarios:

  1. Gracias por darnos a conocer esta poeta.
    Me ha parecido magnifico lo leído.
    Un saludo

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    1. Gracias, Ángel, por el comentario. A mí tambien me ha sorprendido. ¡Es tan buena!

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