Título: Adiós,muñeca
Autor: Raymond Chandler
Páginas: 352
Editorial: Alianza
Páginas: 352
Editorial: Alianza
Precio: 9 euros
Año de edición: 2012
Esta novela, publicada en 1940, es la segunda de la serie de aventuras del famoso detective Philip Marlowe de Los Ángeles y algunos críticos la consideran la mejor. No sé si lo es, pero os aseguro que es fenomenal, una novela rotundamente buena. Un trama llena de trampas, recovecos, trucos y giros, en la que es muy fácil perder algunos detalles, un chorro de acción que deja al lector sin aliento, dosificado en capítulos que comienzan y acaban de golpe, abruptamente y sin avisar.
Una pelirroja desaparecida, una chica guapa que parece muy atolondrada o demasiado lista, dependiendo del momento, una rubia con mucha clase, secuestros, chantajes, asesinatos y pistoleros en una historia clásica que recuerda al mejor cine del género de los años 40.
Pero lo mejor no es la historia en sí, que es muy buena, sino el protagonista, un Marlowe melancólico, de vuelta de todo, desencantado, cansado, insolente, sentimental, alcohólico, ajedrecista, y algo deslenguado, con una lengua afilada acostumbrada a la ironía y al sarcasmo, marca de la casa, de la que se sirve Chandler para construir réplicas cortantes y expresivas como pocas. Una maravilla.
En esta novela se define a sí mismo así: «Soy un investigador privado con licencia y llevo algún tiempo en este trabajo. Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito y carezco de dinero. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de casos de divorcio. Me gustan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero hay un par con los que me llevo bien. Soy de California, nacido en Santa Rosa, padres muertos, ni hermanos ni hermanas y cuando acaben conmigo en un callejón oscuro, si es que sucede, como le puede ocurrir a cualquiera en mi oficio, y a otras muchas personas en cualquier oficio, o en ninguno, en los días que corren, nadie tendrá la sensación de que a su vida le falta de pronto el suelo».
Toda la novela respira melancolía, tristeza y derrota existencial, dibuja una sociedad corrompida y degradada, en la que todos los ideales han sido traicionados y vendidos, y en la que solo quedan antihéroes cansados como Marlowe que sobreviven a duras penas en una sociedad en la que nadie ya es trigo limpio. Una novela excelente, con mucho sabor y personalidad, que se paladea página a página y que da muchísima pena que se acabe. Una maravilla.
Raymond Chandler (Chicago, 1888-1959) era hijo de ingeniero alcohólico y violento, que maltrataba a su madre y finalmente la abandonó. Entonces la familia decidió enviar al pequeño Raymond a Londres, bajo la protección de un acaudalado tío de la familia. Estudió en el Dulwich College de Londres, donde obtuvo una sólida formación literaria. Luego viajó por Francia y Alemania, y se nacionalizó británico en 1907.
Esta novela, publicada en 1940, es la segunda de la serie de aventuras del famoso detective Philip Marlowe de Los Ángeles y algunos críticos la consideran la mejor. No sé si lo es, pero os aseguro que es fenomenal, una novela rotundamente buena. Un trama llena de trampas, recovecos, trucos y giros, en la que es muy fácil perder algunos detalles, un chorro de acción que deja al lector sin aliento, dosificado en capítulos que comienzan y acaban de golpe, abruptamente y sin avisar.
Una pelirroja desaparecida, una chica guapa que parece muy atolondrada o demasiado lista, dependiendo del momento, una rubia con mucha clase, secuestros, chantajes, asesinatos y pistoleros en una historia clásica que recuerda al mejor cine del género de los años 40.
Pero lo mejor no es la historia en sí, que es muy buena, sino el protagonista, un Marlowe melancólico, de vuelta de todo, desencantado, cansado, insolente, sentimental, alcohólico, ajedrecista, y algo deslenguado, con una lengua afilada acostumbrada a la ironía y al sarcasmo, marca de la casa, de la que se sirve Chandler para construir réplicas cortantes y expresivas como pocas. Una maravilla.
En esta novela se define a sí mismo así: «Soy un investigador privado con licencia y llevo algún tiempo en este trabajo. Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito y carezco de dinero. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de casos de divorcio. Me gustan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero hay un par con los que me llevo bien. Soy de California, nacido en Santa Rosa, padres muertos, ni hermanos ni hermanas y cuando acaben conmigo en un callejón oscuro, si es que sucede, como le puede ocurrir a cualquiera en mi oficio, y a otras muchas personas en cualquier oficio, o en ninguno, en los días que corren, nadie tendrá la sensación de que a su vida le falta de pronto el suelo».
Toda la novela respira melancolía, tristeza y derrota existencial, dibuja una sociedad corrompida y degradada, en la que todos los ideales han sido traicionados y vendidos, y en la que solo quedan antihéroes cansados como Marlowe que sobreviven a duras penas en una sociedad en la que nadie ya es trigo limpio. Una novela excelente, con mucho sabor y personalidad, que se paladea página a página y que da muchísima pena que se acabe. Una maravilla.
Raymond Chandler (Chicago, 1888-1959) era hijo de ingeniero alcohólico y violento, que maltrataba a su madre y finalmente la abandonó. Entonces la familia decidió enviar al pequeño Raymond a Londres, bajo la protección de un acaudalado tío de la familia. Estudió en el Dulwich College de Londres, donde obtuvo una sólida formación literaria. Luego viajó por Francia y Alemania, y se nacionalizó británico en 1907.
Fué periodista, soldado en la Primera Guerra Mundial, poeta y algo borracho. Al acabarla contienda se instaló en California,
se casó con una mujer 18 años mayor que él y consiguió un buen puesto
en un sindicato, pero perdió el trabajo por alcohólico, por escaquearse
demasiado y por sus continuas aventuras con las secretarias.
Desde sus tiempos en Londres
había estado escribiendo poemas, relatos y alguna novela, pero a partir
de su 50 cumpleaños ya se dedicó por completo a escribir. Cuando se murió su mujer, tuvo fuertes depresiones, volvió a la bebida e intentó suicidarse dos veces.
Raymond Chandler
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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