lunes, 30 de enero de 2023

Madera de boj - Camilo José Cela

 

Título: Madera de boj                                                                                                         Autor: Camilo José Cela

Páginas: 323 pág.

Editorial: Espasa Calpe

Precio: 4 euros 

Año de edición: 1999

Pocos años antes de fallecer, Camilo José Cela publicó su última gran novela: «Madera de boj» (1999). Don Camilo fue un gallego de rompe y rasga. Su libro postrero es un hermoso homenaje a la costa escarpada en donde creía el romano que se acababa el mundo: finis terrae, Finisterre. La Costa da Morte es la protagonista. Cela no temía experimentar. Fue un escritor radical que cambió el curso de la narrativa española. 

«Madera de boj» no es una novela tradicional. No existe protagonista, ni tampoco una trama que se pueda seguir de una manera inteligible. El lector tiene que asumir que está en el terreno de la fabulación pura. El aparente desorden de la novela se va poco a poco articulando a medida que avanzan sus páginas. 

Estamos en el fin del mundo, azotado por el Atlántico, el mar tenebroso de los antiguos. Pequeños pueblos con hermosos nombres jalonan la costa. Es la Galicia mágica y mítica. Un mundo indefinido de resucitados, meigas, santos, conjuros, monstruos, la Santa Compaña, lobisomes o curanderos. La narración es fragmentaria. Se agita como las olas del océano. En esta obra, cada historia, anécdota o personaje es una ola que aparece, desaparece y vuelve a aparecer. Pero el mar es siempre idéntico a sí mismo. En su eterno vaivén se asemeja a un Dios satisfecho de su propia perfección. «¡Abierto en mil heridas, cada instante,/¡Qué plenitud de soledad, mar solo!», escribió Juan Ramón Jiménez. El mar uno y múltiple rebosa dentro de su totalidad. Es eterno e insondable. También peligroso: muerde la tierra y se lleva a los hombres. 

Como el mar, «Madera de boj» supone un permanente flujo y reflujo. Las cosas vuelven, como en un ritornello que nunca se acaba, porque en verdad están fuera del tiempo. El libro acaba adquiriendo el ritmo hipnótico de una letanía repetida una y otra vez. El sonido del mar es la voz ahogada de los muertos. 

La madera de boj es dura y amarillenta. Muy codiciada para hacer toda clase de utensilios. La palabra brújula viene del italiano bossolo que a su vez proviene de boj. Los marinos conocen bien este árbol que nunca pierde sus hojas. Perenne como el mar.  

Cela era pesimista. La frustración es el destino del hombre. También la muerte. En la Costa da Morte (auténtica metáfora de la vida humana cuando se vislumbra su acabamiento) se repiten los naufragios. Sin embargo, cabe cierta esperanza: los náufragos resucitan transformándose en seres alucinantes que constituyen un bello ejemplo de realismo mágico a la gallega. La intensidad de sus imágenes proporciona a la novela una notable calidad lírica (¿una novela poética?, ¿un poema en prosa?). En ella no existe el tiempo con su cronología lineal. Las criaturas del aire o de las profundidades conviven con los hombres. La maravilla es consecuencia de la libertad imaginativa. Una imaginación precisa y metódica como la de un monje copista del medievo. En definitiva, estamos en los dominios del mito. Un ser mitológico que quizá ayude a entender «Madera de boj» es el uróboros, la serpiente que se muerde la cola formando un círculo perfecto. El uróboros simboliza el ciclo eterno de las cosas. 

Este texto tiene su lógica. Escuchamos el rumor de innumerables voces en una polifonía magistralmente orquestada al igual que oímos lejanamente el ruido del mar. Los hombres nacen y mueren como las olas. Lo que ha existido una vez nunca desaparece del todo. Es el eterno retorno (Cela fue un gran lector de Nietzsche). La vida gallega tradicional es mágica. Los linderos entre el sueño y la realidad se difuminan al igual que una fraga cubierta por la niebla. Reina la superstición. Un hilo de oro mágico une las regiones célticas de Galicia, Bretaña y Cornualles.

En «Madera de boj», don Camilo no renuncia a su sentido del humor escatológico. El sexo es omnipresente. Las comilonas (el libro es casi un recetario de gastronomía gallega) alternan con el crimen y la muerte. Los milagros de los santos están hechos de la más cruda realidad material (tacos incluidos). En las sociedades tradicionales la magia se asienta en lo prosaico. La vida se funde con lo maravilloso. Lo fantástico es real. 

A lo largo de esta estructura fragmentada, coral y repetitiva, Cela introduce sabiamente diálogos de cuidada intención irónica, que permiten un cierto distanciamiento respecto del aluvión narrativo que se nos propone. Las sentencias fulgurantes demuestran su capacidad para el aforismo; ejemplo: «la fama barre a la soledad, pero también la alimenta». Los refranes en gallego subrayan el fondo intrahistórico de un pueblo milenario. 

Por último, es admirable la notable imaginación de Cela (con los seres fantásticos que aparecen en el libro podría componerse un magnífico bestiario), combinada con una inmensa erudición sobre su región. Un autor capaz de escribir con más de ochenta años una novela como «Madera de boj» demuestra unas dotes literarias poco comunes. Por derecho propio, don Camilo entra dentro de esa tradición gallega del relato fantástico que tan bien cultivaron Wenceslao Fernández Flórez, Rafael Dieste o Álvaro Cunqueiro. Lean y maravíllense con este auténtico testamento literario, en donde está todo Cela (y quizá mucho de lo que Cela quiso ser).  

Camilo José Cela

Camilo José Cela y Trulock (1916-2002), escritor español de raíces británicas e italianas por parte de madre, nació en Iria Flavia, aldea del municipio de Padrón. La familia de Cela era burguesa, acomodada y conservadora. Su infancia gallega fue feliz. En 1925 se trasladó a Madrid. Empezó varias carreras, pero no terminó ninguna. Pilló la tuberculosis, tuvo que guardar reposo y leyó mucho. Comenzó a escribir poemas y se relacionó con jóvenes escritores como Rosa Chacel, Max Aub o María Zambrano. Luchó en la guerra civil con los franquistas. Quiso ser delator. Después de la guerra fue censor. Siempre buscó el triunfo. 

A partir de 1942, un campesino extremeño llamado Pascual Duarte convirtió a Cela en el escritor tremendista por excelencia. Con «La colmena» (1951), el antiguo censor debió sufrir los rigores de la censura. Se fue a vivir a Palma de Mallorca. Fundó la editorial Alfaguara y la importante revista literaria «Papeles de Son Armadans». Obtuvo todos los premios, incluido el Nobel en 1989. Se hizo rico y famoso. Fue senador. Cela era un hombre grande, gordo, malencarado y con un vozarrón profundo e intimidante. Le encantaba escandalizar. Su lema era «quien resiste, gana». Ya viejo, se separó de su mujer. Sus últimos años fueron tormentosos y afectaron injustamente a su fama de escritor. Hubo hasta acusaciones de plagio. Acabaron por hacerle marqués. Cela falleció en 2002. Sus restos reposan bajo un pacífico olivo. 

Publicado por Alberto.

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