viernes, 14 de enero de 2022

Tirano Banderas - Ramón María del Valle-Inclán

 

Título: Tirano Banderas                                                                                                       Autor: Ramón María del Valle-Inclán

Páginas: 256

Editorial: Espasa

Precio: 8,50 euros 

Año de edición: 2011

La novela de dictador latinoamericano ha dado frutos tan magníficos como «El otoño del patriarca», de García Márquez, «Yo, el supremo», del maestro paraguayo Augusto Roa Bastos, o «El señor presidente», del guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Estas novelas, tan distintas entre sí, tienen un elemento común: denunciar las arbitrariedades de un poder incontrolado representado por un tirano que se sostiene por el miedo, el caudillismo, el populismo, la demagogia y las influencias neocoloniales de intereses extranjeros, sobre un fondo de subdesarrollo, superstición e injusticia. La figura del déspota se inspira en la atormentada geografía política iberoamericana, pero en el caso de García Márquez acabará convirtiéndose en un personaje mítico, desembarazado de lo concreto y elevado a la condición de símbolo, dentro de un universo caliente, denso, tropical, onírico, alucinante, que cuaja en el llamado realismo mágico: una estilización de la realidad para hacer más intensa la denuncia.  

Pues bien, don Ramón María del Valle-Inclán, que no necesita presentación, fue uno de los precursores de este tipo de novela cuando en 1926 publicó su excepcional «Tirano Banderas». Esta joya del modernismo español cuenta los últimos días de un autócrata llamado Santos Banderas. La época: finales del siglo XIX. Santos Banderas es el mandamás de Tierra Caliente. En la exuberante Tierra Caliente las pasiones arden y la vida se evapora como la humedad en la selva. La violencia es endémica en este país mísero y mágico. Podría ser Méjico, cualquier otra nación sudamericana o, quizá mejor, una lectura poética de lo que Valle-Inclán entendía por Latinoamérica: un territorio mítico.

Santos Banderas es indio, viejo, cruel y astuto; sabe que su poder despótico se tambalea; busca apoyos para salir del trance, para seguir haciendo felices a sus súbditos, porque, como dice cínicamente, la ley es la garantía de las libertades ciudadanas. Se le olvida que su libérrima voluntad es la ley en Tierra Caliente.  

Un acierto genial de Valle-Inclán es la imagen del dictador: un anciano alto y apergaminado, de levita, con antiparras negras y las comisuras de los labios manchadas del verde de la coca que siempre está mascando. Su físico cadavérico evidencia un alma muerta: malvada, sombría, retorcida. Es uno de los personajes más extraordinarios de la literatura española e hispanoamericana. Se ha señalado que Valle pudo inspirarse en el dictador español Miguel Primo de Rivera (que supo definir a Valle como «eximio escritor y extravagante ciudadano»). En realidad, el tortuoso Santos Banderas no se parece en nada a Primo.  

En 1926, el escritor gallego estaba en plena etapa esperpéntica. Evidentemente, la novela tiene mucho de esa deformación grotesca similar a la que producían los espejos del madrileño Callejón del Gato. Algunos personajes son títeres de cuyos hilos tira don Ramón. Otros, como el Generalito Banderas, adquieren en cambio una verdadera dimensión humana. Por otro lado, es muy interesante el análisis que se hace de la sociedad de Tierra Caliente: los revolucionarios, con un confuso proyecto de redención del indio; la rica colonia española, los gachupines, de la que Valle hace una caricatura sangrante, busca el amparo del poderoso de turno para salvaguardar sus negocios; la comunidad india, aplastada por la pobreza y la superstición; el gran mundo de la diplomacia, cuya verborrea encubre mal los intereses concretos que defiende. Y, como una sombra que planea sobre todo el conjunto, el capital norteamericano representado por un personaje a quien se describe como un «loro rubio». Los fulgores de la prosa fastuosa de Valle no impiden el análisis social. Pluma brillante, sátira afilada.

El estilo de Valle es único. Rápidas pinceladas describen personas y cosas con la concisión y el lirismo de los grandes poetas. Las escenas más estáticas se combinan con numerosos diálogos y escenas de acción multitudinaria de raigambre casi expresionista. «Tirano Banderas» es una novela de vanguardia, en donde la prosa modernista está al servicio de un montaje entre cinematográfico y melodramático realmente conseguido. En definitiva, Tierra Caliente es el escenario algo irreal de un esperpento tropical. 

Santos Banderas, perdido en su laberinto, es la muerte. No solo por su aire apagado y fatalista, en la novela se recalca su condición de «momia», sino también porque sus decisiones equivalen a muerte, su reinado está muriéndose y allí por donde pasa deja un aire mortal de abandono y frialdad. Santos tiene miedo (desde palacio, receloso, otea con un catalejo sus dominios) y da miedo (venganzas, ejecuciones, torturas); poco a poco, su tela de araña, tejida pacientemente, se va desvaneciendo, quedándose solo. 

El léxico preciosista de la novela, plagado de americanismos y palabras rebuscadas, puede dificultar su lectura, aunque con algo de paciencia el lector no perderá el hilo. Por lo demás, la trama está muy bien llevada, amén de otras historias relacionadas, como la extraordinaria venganza del indio Zacarías contra un gachupín usurero y delator.

«Tirano Banderas» fue discretamente adaptada al cine en 1993 por José Luis García Sánchez.

Valle-Inclán en el madrileño Paseo del Prado

Ramón María del Valle-Inclán nació en Villanueva de Arosa en 1866 y murió en Santiago de Compostela en 1936. Se dio a conocer como prosista modernista a finales del siglo XIX. A partir de ahí, comenzaría una de las carreras literarias más importantes de España: novelas, cuentos, obras de teatro, poesías, ensayos. No vamos a insistir en ello, porque es algo muy conocido. 
 
Solo indicar que conocía de primera mano Latinoamérica gracias a sus viajes (estuvo dos veces en México; la segunda vez tuvo un gran encontronazo con la colonia española, ya que Valle apoyaba la reforma agraria de los revolucionarios mejicanos en contra de los intereses de los propietarios españoles; esa experiencia influyó en «Tirano Banderas»). Ideológicamente, comenzó como carlista para terminar en posiciones de izquierdas, aunque también admiraba a Mussolini por motivos más que nada estéticos. Como persona, Valle-Inclán fue un personaje irrepetible: bohemio, de luengas barbas, melenudo, alto y flaco, mentiroso y siempre al borde de la miseria. 

Publicado por Alberto.

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