Título: Mountolive Autor: Lawrence Durrell
Páginas: 512
Editorial: Edhasa
Precio: 9,45 euros
Año de edición: 2008 (15ª edición)
Esta tercera parte de «El cuarteto de Alejandría», uno de los proyectos literarios más ambiciosos del siglo XX, es muy diferente a las dos anteriores. Si «Justine» y «Balthazar» eran textos torrenciales y fragmentarios, hechos de retazos de diarios, novelas, cartas, citas y opiniones, «Mountolive» es una narración más clásica, más lenta, más simple y realista, y también más ordenada. Una narración lineal que aporta un tercer punto de vista, el del Embajador de Reino Unido en Egipto, que cuenta la historia a su manera y ofrece, otra vez, nuevas interpretaciones a los mismos acontecimientos.
Las dos primeras novelas, se parecen a las coordenadas x e y en que uno se puede desplazar a voluntad hacia delante y hacia atrás, tal es la cantidad de saltos en el tiempo que tienen. En esta entrega, en cambio, como ocurre con la coordenada z, todo cae en una misma dirección, hacia delante, y no hay vuelta atrás.
Esa parsimonia da lugar a que haya más descripciones de paisajes, más bellas y poéticas. Aparecen más explicaciones de las costumbres egipcias, como la horrible tradición de cortar un trocito de oreja a un esclavo por cada mentira, las madres masticadoras que hacen papilla con sus dientes los alimentos duros para dárselos a sus hijos, la creencia islámica de que cada uno tenemos nuestra estrella, que desaparece al morirnos, que hay una tradición islámica que dice «Casado el martes, ahogado el martes»
porque Alá creó todo lo desagradable en martes, se recuerda los tiempos
cultos en los que un simple giro de una frase dicha indicaba la cultura
del que hablaba, y muchos más detalles cotidianos...
También se inserta más el relato en la historia egipcia y nos cuenta que los británicos barrieron a los coptos de todos los puestos importantes de dirección y gestión en el ejército y la administración egipcios, para luego inventarse la enemistad entre árabes y cristianos, que en Egipto nunca existió.
Se describe muy bien la vida de un embajador británico y el ambiente diplomáticos de aquellos años, hay de nuevo historias de amor, tramas de espionaje, sociedades secretas, equívocos y enigmas que se vuelven a reinterpretar y personajes inolvidables, como el maligno y cruel Memlik Bajá, poderoso hombre del gobierno que ejerce un despotismo absoluto y sobrecogedor.
No faltan tampoco en esta parte las frases memorables: «El escritor es el más solitario de los animales», «Si por lo menos no tuviéramos que representar siempre un papel», «¡A, Nessim! Entonces yo no sabía quién soy», «La ilusión de ser libre de obrar», «Registrar una idea en una mente musulmana es como pintar una pared: hay que esperar a que se seque la primera mano».
Una novela formidable, muy buena, que brilla todavía más al formar parte de ese juego de significados, géneros literarios e interpretaciones que es este cuarteto. Genial. Lawrence Durrell (Jalandhar, 1912-1990) fué un escritor británico, hermano del también escritor y zoólogo Gerard Durrell. Empezó a escribir poesía a los quince años y
muy pronto consiguió éxito y reconocimiento como escritor. A los 23 años
se casó y publicó su primera novela.
Vivió en Corfú, Alejandría, El Cairo, Belgrado, Chipre y varias ciudades mediterráneas. Ha sido candidato al Premio Nobel de Literatura,
está considerado como un gran novelista y un poeta muy notable, aunque
sus poesías han quedado algo eclipsada por la repercusión de sus novelas.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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