Título: Algodoneros
Autor: James Agee (texto) y Walker Evans (fotos)
Páginas: 156
Editorial: Capitán Swing
Precio: 18,50 euros
Año de edición: 2014
Páginas: 156
Editorial: Capitán Swing
Precio: 18,50 euros
Año de edición: 2014
En el verano de 1936, Henry Luce,
director de la revista Fortune, encargó a uno de sus jóvenes y más
prometedores reporteros, James Agee, un
artículo para la sección «vida y circunstancias» sobre las condiciones de vida
de los algodoneros blancos pobres del Sur. Agee pidió que le acompañara WalkerEvans, un fotógrafo amigo suyo que trabajaba para una oficina del New Deal.
Ambos viajaron en coche desde Nueva York hasta Alabama y pasaron dos meses
entre las familias Burroughs, Tingle y Fields. El resultado fue un artículo de
30.000 palabras que Fortune guardó en un cajón sin que llegara a publicarlo
jamás. El descubrimiento casual del manuscrito por la hija pequeña de James Agee ha permitido recuperar y publicar la crónica casi 80 años después.
El artículo es un impresionante informe
sobre la vida de tres representantes de los algodoneros blancos del Sur, sobre
las condiciones económicas y laborales de las familias, sus casas, ropa y
comida, sus condiciones físicas, de alimentación y salud, su educación, su
ocio, su carácter al fin. El artículo está escrito con una prosa clara, limpia,
sencilla y, en apariencia, tan objetiva como las fotografías de Walker Evans
que le acompañan, de modo que a veces parece propia de un acta notarial y
otras, de un informe administrativo: da fe, presenta los hechos como son,
proporciona los datos precisos, describe lo que ve del mismo modo que las
fotografías retratan a los diferentes personajes, muestran sus taras y defectos
físicos, su harapos, sus botas rotas calzadas sin calcetines, o sus casas de
tablones de madera sin desbastar.
Y es capaz de describir igualmente las
aspiraciones, sentimientos y deseos de las personas con las que ha convivido.
El texto está impregnado de simpatía y compresión, de empatía y humanidad, de
piedad e inteligencia, es decir, de una
profunda y completa percepción de la naturaleza del ser humano en general y de
estas tres familias en particular, y las
circunstancias que les ha tocado vivir en este mundo. Pero, quizá por la
inteligencia, sensibilidad y comprensión que
muestra, el texto también tiene mucho de indignación, de crítica social
y rebelión ante la injusticia de la «inmensa, vetusta y eminentemente racial,
circunstancia de la pobreza: de una vida consumida de continuo y por entero en
el mero y único esfuerzo de preservarse a sí misma; tan profundamente privada y
dañada y atrofiada en el transcurso de ese esfuerzo que sólo se la puede llamar
vida por cortesía biológica».
James Agee es un escritor grande, uno
de los más grandes para mi gusto. En este libro se muestra como un Shakespeare,
como un profundo psicólogo, pero también como un antropólogo, un científico
social, un agrarista, un reformador o una persona política y socialmente
formada y consciente. Es un narrador excepcional que produce asombro y envidia,
por la facilidad, la sencillez, la pureza y el rigor con que escribe. Es un periodista de raza capaz de llevar al
lector a donde quiere, que imprime un ritmo tal que uno desea continuar leyendo
y que, sin embargo, es capaz, al mismo tiempo, de hacernos reflexionar y sentir
con sus ironías y contrastes, con sus análisis y conclusiones. Para James Agee
fue un viaje, una experiencia muy dura, que le marcaría toda la vida, pero
también «desde luego, una de las mejores cosas que me habían sucedido jamás».
Ambos aspectos de la cuestión quedan perfectamente reflejados en el libro y se
transmiten íntegramente al lector.
No quiero terminar este comentario sin
hacer mención de las fotografías de Walker Evans, tan impresionantes como el
texto de Agee, empezando por la de la portada, un retrato de «Floyd Burroughs,
aparcero». Todas las fotografías tienen una calidad técnica superior en cuanto
a contraste y definición, pero también respecto a encuadre y punto de vista.
Con todo, lo más importante es lo que transmiten, lo que hacen pensar y sentir
al observador. No se trata sólo de los retratos que comparten con la prosa de
Agee la misma empatía e inteligencia con los miembros de estas tres familias,
sino de fotografías aparentemente sencillas e inocentes como las de un par de
botas de trabajo, el interior desnudo de una casa en que se ve una toalla
colgando de un clavo y una simple jofaina, los campos de algodón o el primer
plano de la cabeza de una mula. Son fotografías que reflejan un mundo, una
vida. Algunas producen una inmediata simpatía o ternura (la mencionada de la portada, la de Floyd
Burroughs junior, Elizabeth Tingle); otras son sencillamente dolorosas (Bud
Fields y su familia en casa).
James Agee y Walker Evans son muy
conocidos por el libro «Elogiemos ahora a hombres famosos» escrito en 1941 en
un tono muy distinto a la crónica que recoge «Algodoneros», pero basado en esta
misma experiencia, en este viaje.
James Agee (foto de Walker Evans)
James Agee (Knoxville, Tennessee, 1909 – Nueva York, 1955) se licenció en Harvard
donde era redactor jefe de la revista universitaria en la que dedicó un número
a una parodia de la revista «Time», del mismo grupo editorial que «Fortune», donde
entró a trabajar. Escribió artículos para ambas revistas. También fue un
crítico de cine de cierta fama e importancia. Escribió los guiones de dos películas
muy conocidas: «La reina de África» y «La noche del cazador». En 1957 se publicó su segunda novela, «Una muerte en la
familia», que en 1958 recibió el Premio Pulitzer, considerada como una de las grandes novelas del siglo XX en EstadosUnidos.
Walker Evans (foto de Paul Grotz)
Walker Evans (San Luis, Misuri 1902 - New Haven, Connecticut, 1975)
trabajó para las revistas «Time» y «Fortune» a partir de 1945. Después fue profesor en Yale. Con
anterioridad, su trabajo está relacionado con la crisis del 29, porque participó en algunos programas
gubernamentales como el de Resettlement
Administration, y, sobre todo en el programa Farm Security Administration, por
el que algunas de sus imágenes son mundialmente conocidas. Su obra fue
adquirida por el Museo Metropolitano de Arte en 1994, excepto las fotos del Farm Security Administration, que
conserva la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Publicado por Fernando Serrano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario