domingo, 12 de febrero de 2023

Luigi Ferrajoli, hacia una constitución de la Tierra

Luigi Ferrajoli (Florencia, 1940) es un personaje peculiar. Juez, filósofo y prestigioso profesor universitario, discípulo de Norberto Bobbio, defiende con argumentos muy sólidos la necesidad de adoptar una constitución planetaria para poder dar respuesta a los mayores problemas y desafíos a los que se enfrenta hoy en día la humanidad, ya que se trata de cuestiones globales con causas, desarrollo y consecuencias globales. 

El pensador italiano es uno de los principales teóricos del garantismo jurídico, que aplica a la garantía de todos los derechos humanos. Eso le llevó a considera que la mejor manera de garantizarlos es considerar los problemas sociales a nivel planetario. En 2022, publicó en España «Por una constitución de la Tierra» (Editorial Trotta, 20 euros), una obra de tan solo 184 páginas, con las ideas muy claras, que propone un marco legal constitucional común para todos los países.

No he podido leer el texto completo, pero sí lo he hojeado. Se divide en cuatro partes: en la primera analiza las catástrofes planetarias que amenazan la supervivencia de la humanidad, como la crisis climática, las pandemias y otras; en la segunda, expone los límites del constitucionalismo nacional, el fracaso de la ONU al intentar gestionar esos problemas planetarios y sostiene la necesidad de crear una federación de toda la Tierra; en la siguiente, argumenta la urgencia de definir una constitución mundial supranacional, que regule los mercados, garantice lo que llama bienes vitales y nos proteja de las amenazas mortíferas, y en la última, tiene la valentía de proponer como ejemplo y ensayo un borrador de constitución de cien artículos para su discusión.

En los seis primeros artículos, se establecen unos principios supremos: el mantenimiento de la paz, la salvaguardia de la naturaleza, la tutela de los bienes vitales, la prohibición de los bienes mortíferos y la garantía de la dignidad, la igualdad y los derechos fundamentales de todos los seres humanos. A continuación, se contemplan los derechos fundamentales reconocidos en las constituciones nacionales de los países más democráticos.

Después, se definen los bienes fundamentales o vitales, cuya gestión debe extraerse de los mercados y cuyo disfrute por todos debe estar garantizado. Comprenden los bienes comunes (aire, agua potable, glaciares, bosques...), los bienes sociales (vacunas, fármacos esenciales...) y los bienes personalísimos (el propio cuerpo, la identidad...). Además, se establecen garantías contra la producción, comercio, posesión y uso de los bienes ilícitos, es decir mortíferos, como armamento, residuos tóxicos, contaminantes, etc.

A renglón seguido, se define la Federación de la Tierra como comunidad política abierta a la adhesión de todos los países, con tres clases de instituciones globales: las instituciones de gobierno, las de garantía y las de carácter económico. Las instituciones de gobierno son las ya existentes en la ONU (la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, y el Secretaría General), convenientemente democratizadas mediante su representatividad de todos los pueblos. Las instituciones de garantía, en realidad, tribunales internacionales, están dedicadas a garantizar los principios antes expuestos sobre derechos y bienes, a comprobar y reparar las violaciones de esos principios y a resolver los conflictos entre naciones. Algunas ya existen, como la FAO, la UNESCO, la OMS o la OIT. Se prevé la institución de un Consejo Internacional de Derechos Humanos, la desaparición de los ejércitos, la prohibición de armas y el monopolio de la fuerza por policías mundiales y locales.

Por último, se abordan las instituciones económicas y financieras. Se trata, en gran medida, de instituciones ya existentes, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, reformadas de manera que su representatividad no se base en la riqueza de los países sino en su población, ya que hasta ahora han invertido a menudo los objetivos de promoción del desarrollo de los países pobres y de reducción de los desequilibrios económicos que tienen encomendados en sus estatutos. Adicionalmente, se prevén un presupuesto global y un fisco mundial, con indicaciones detalladas tanto de las cuotas presupuestarias como de los tipos impositivos. 

En fin, se propone un modelo completo, sensato y razonable. Una iniciativa muy interesante y necesaria, que puede parecer utópico e irrealizable, pero ya existe una Escuela Constituyente de la Tierra cuya primera asamblea tuvo lugar en Roma en febrero de 2020, en la espléndida Biblioteca Vallicelliana, no pudieron elegir un sitio mejor. Y ya sabéis: Imagine there's no countries...

Luigi Ferrajoli

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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