viernes, 17 de febrero de 2023

La pared - Marlen Haushofer

 

Título: La pared                                                                                                               Autora: Marlen Haushofer 

Páginas: 240 pág.

Editorial: Volcano

Precio: 215 euros 

Año de edición: 2020

El argumento de «La pared» (1968), de la novelista austriaca Marlen Haushofer, es de una sencillez aterradora e inverosímil. Una viuda de mediana edad decide pasar un fin de semana en la montaña en casa del marido de su prima. Todo transcurre dentro de la más absoluta normalidad. Es primavera. El sol ilumina las cumbres de los Alpes. Los bosques son de un verde esmeralda. Ríen las cascadas de aguas frescas y cristalinas. Un panorama idílico. La mujer decide quedarse en la casa mientras su prima y su marido van al pueblo por la tarde. Hace la cena. Los espera. No llegan. Piensa que quizá se habrán quedado en el hostal del pueblo. Se acuesta. Llega la mañana. No han regresado. Sale de la casa. Un silencio extraño envuelve las montañas. Nuestra protagonista quiere bajar al pueblo. Se encamina hacia la carretera. Cuando llega al final del desfiladero una barrera invisible lisa y fría, allí donde debía haber aire, le impide seguir adelante. 

Así, de esta manera kafkiana, arranca la novela. Más allá del muro no parece haber vida. Las personas han quedado literalmente congeladas en la postura que tenían un instante antes de su muerte. La carretera continúa al otro lado de la pared. El aire sopla en los árboles. En cualquier momento podría aparecer un excursionista. Pero no. La vida humana y animal ha dejado de existir. Fin. Más acá del muro la mujer contempla atónita su absurda situación. No es una pesadilla. Tampoco locura. Es la realidad, sin más. A partir de ahora, deberá aprender a vivir aislada en una montaña, con la única compañía de una vaca, un perro y dos gatos.

La mujer, que no era especialmente feliz antes de subir a las cumbres, acepta esta nueva vida sin esperanza. Intuye que nadie vendrá a sacarla de su cárcel invisible. El muro pierde interés con el paso de las semanas. Una barrera tan persistente acaba siendo ordinaria. No merece que se piense en ella. Queda la supervivencia. La prisionera aprende a cuidar de los animales. Siembra alubias y patatas. Caza con una escopeta. Nace una mujer nueva, infatigable, que se basta por sí sola. La frustrada viuda cuarentona se convierte en pocos meses en un ser delgado, ágil, de pelo corto y de aire adolescente. Una criatura indómita del bosque. «No soy fea, pero tampoco atractiva, me parezco más a un árbol que a un ser humano, a un tronco duro y marrón que necesita toda su fuerza para sobrevivir».

La novela transmite una intensa monotonía (no angustia, ni terror). Ante lo irremediable, la mujer se endurece y sigue adelante. Supera los momentos de desaliento. También sus miedos (las serpientes, la oscuridad, el bosque). No pierde el tiempo especulando sobre el origen de la catástrofe (¿una guerra?, ¿un experimento fallido?). Desde el principio organiza su vida dentro de un horizonte que no puede prolongarse indefinidamente. Pero no está dispuesta a rendirse. La compañía de los animales es esencial. La vaca da leche. El perro, compañía y cariño. Los gatos son más independientes, pero siempre regresan al cariñoso regazo de la mujer. La idea de la responsabilidad planea sobre el libro. La protagonista es responsable de sí misma, de su supervivencia. Pero otros seres vivos dependen asimismo de ella. Si se abandona, los abandona a su suerte. Y eso no puede ser. Dentro de su incomprensible situación, forman una suerte de familia cariñosa y unida. No es bueno que el hombre esté solo. En este caso, la mujer. 

Desaparecida la civilización, deberá enfrentarse a la naturaleza que la rodea. Hay que adaptarse a una existencia precaria, esforzada y solitaria. El tiempo mismo se evapora porque ya no existen aquellos que se preocupaban de medirlo. Sin hombres, ¿para qué los relojes? El fluir del tiempo se va confundiendo con los ciclos de la naturaleza al igual que sucedía en las edades más remotas. Sembrar, cosechar, cazar. Cuidar de los animales. Reparar la casa. Llenar la despensa. Los días son iguales unos a otros en un presente perpetuo. Cuando se acerca la tormenta, la mujer corre despavorida a su cabaña para refugiarse, al igual que lo haría el inquilino de una cueva prehistórica. La vida, de tan simple, puede llegar a ser insoportable: comer, guarecerse, sobrevivir. La naturaleza se impone. 

La mujer está condenada a vivir en la más completa soledad. La novela en ningún momento deriva hacia la ciencia ficción. El origen del muro invisible es indiferente. Su aparición resulta mágica y gratuita. Sobran las explicaciones. En «La pared» no existe trama ni aventura en el sentido tradicional del término. No ocurre nada que no sea más o menos previsible dentro de la circunstancia que propone la novela. De hecho, es un libro intimista, narrado en primera persona: el diario sobre la supervivencia cotidiana de una mujer que se hace fuerte en un monte aislado e inhóspito.

Asimilada la primera premisa del muro, la historia fluye con encanto y naturalidad. No es un libro terrorífico, sino melancólico y fatalista. Los muertos siguen muertos y el muro no se mueve. Sencillamente, está ahí. La muerte, cuando llegue, será por hambre, frío, enfermedad o vejez. Lo esperable. Lo natural. Nada raro.  

Finalmente, queda el posible simbolismo de la pared de marras. ¿La pared es mental, la narradora está sencillamente loca? Solución demasiado simple, me temo. ¿La pared es la campana o techo de cristal que no permite a las mujeres realizarse como personas? Creo que no. En realidad, el muro permite a la narradora escapar de una existencia vacía en la ciudad. En las montañas aprende a luchar por la vida, que de esta manera adquiere un sentido muy superior a la levedad de su anterior existencia. ¿La pared alude a la incomunicación entre los seres humanos, a la superficialidad del mundo moderno? Es posible. El muro separaría el mundo muerto (civilización) del mundo vivo (naturaleza). La auténtica vida sería la relación familiar del hombre con los animales y de todos ellos con la naturaleza de la cual dependen. Una propuesta del romanticismo más puro.

Sea como sea, «La pared» es un libro original y desconcertante de una autora muy poco conocida en España. Merece de verdad que se le dediquen unas horas solitarias. 

Marlen Haushofer en 1954

Marlen Haushofer (1920-1970)  fue una escritora austriaca, nacida en la pequeña localidad de Frauenstein. Estuvo internada con las Monjas Ursulinas. Estudió Germanística en Viena y Graz. Se casó con un odontólogo y tuvo dos hijos. Su vida fue acomodada y burguesa.

Publicó novelas y relatos. También escribió guiones radiofónicos. Recibió numerosos premios. En 1968 publicó «La pared», su mejor novela. Marlen Haushofer falleció prematuramente en Viena en 1970 con solo 49 años. En la actualidad se la considera una autora de culto entre la crítica feminista. 

Publicado por Alberto.

2 comentarios:

  1. Hay una versión cinematográfica dirigida por Julián Pölsler, se estrenó en Alemania en el 2012

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  2. Muchas gracias por la información 😃. Habrá que verla.

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