El barco del héroe Teseo, el rey de Atenas que viajó hasta Creta para matar al Minotauro con la ayuda de Ariadna, ha servido de ejemplo para ilustrar una interesante cuestión filosófica.
Cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas que el famoso barco tenía treinta remos, que los jóvenes atenienses lo conservaron su barco durante décadas y viajaban con él hasta Delos una vez al año para dar gracias al dios Apolo por haber protegido al héroe a de sus acompañantes. Con el paso de los años, la embarcación fué deteriorándose y fueron reemplazando poco a poco las piezas originales de la nave con sumo cuidado y la misma madera, hasta el punto de que llegó un momento de que todas las tablas y piezas eran nuevas.
Los filósofos atenienses discutieron entonces si se podía decir que era el mismo barco o no, y ambas opiniones tenían defensores convencidos y muy persuasivos. Eso les permitía debatir sobre los conceptos de forma y sustancia. Una de las cuestiones más peliagudas era que, en caso de que hubiera que admitir que era otro barco, ¿en qué momento había dejado de ser el original?
Un aspecto curioso es que probablemente un marino, si el barco sigue navegando igual y mantiene su rendimiento, se sentiría inclinado a decir que es el mismo, independientemente de su aspecto, mientras que un restaurador de obras antiguas, si no se han conservado los detalles ornamentales, seguramente tendería a sostener que no.
El mismo problema se puede plantear con: un coche, de un determinado modelo, marca y color, al que le vamos cambiando las piezas hasta renovarlo por completo; un edificio histórico y monumental que se repara a lo largo de los siglos e incluso sufre varios incendios, pero sigue considerándose el mismo; un equipo de fútbol, que se considera el mismo aunque cambien los jugadores, el entrenador, el estadio, lo socios y absolutamente todo, y curiosamente, nosotros mismos, ya que la mayoría de las células del cuerpo humano se renuevan cada siete años y en las que no es así (como las neuronas) también se renuevan todos sus componentes químicos cada cierto tiempo. Sin embargo, la persona es la misma.
¿Qué es la identidad? ¿dónde reside en cada caso? ¿cuándo cambia?
En los seres humanos, se supone que la identidad reside en la memoria y la consciencia, así que si se mantiene, entendemos que se trata de la misma persona. Sin embargo, nos arrugamos, cambiamos de aspecto e incluso de comportamiento, gustos y convicciones. ¿Somos siempre los mismos? ¿Y cuando alguien pierde completamente la memoria hasta olvidar su propio nombre? ¿es el mismo o es otra persona? ¿y si es así, en qué momento cambia? ¿y si enloquezco, creo que soy Moctezuma, mantengo mi carácter, pero no recuerdo mi vida pasada? La identidad es a veces algo más relativo y escurridizo de lo que parece. A veces incluso, puee parecer algo completamente convencional.
Volviendo al barco de Teseo, Hobbes plantea otra cuestión interesante. Supongamos que los jóvenes atenienses fueran un poco atolondrados, impulsivos y tan perfeccionistas que cambiaban cada pieza en cuanto se despintaba o se deterioraba ligeramente. Si alguien muy detallista hubiese ido recogiendo todas las partes, las hubiese reparado con sumo cuidado y hubiese armado con ellas un barco indistinguible del primero e igual de marinero ¿los dos serían el barco de Teseo?
Muchas gracias, Charli, por tus reflexiones, tu opinión y el ejemplo que has puesto. Eso es lo quw quería, incitar a ownsar sobre el asunto.
ResponderEliminarEstoy muy deacuerdo contigo, lo que hace al ser humano lo que es creo que es la consciencia del yo. Y lo que consttuye a cada persona es la memoria consciente.
Salud y libros.
Antonio
Muchas gracias, Charli, por tus reflexiones, tu opinión y el ejemplo que has puesto. Eso es lo quw quería, incitar a pensar sobre el asunto.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo contigo, lo que hace al ser humano lo que es creo que es la consciencia del yo. Y lo que consttuye a cada persona es la memoria consciente.
Salud y libros.
Antonio