Título: El oro Autor: Blaise Cendrars
Páginas: 192
Editorial: Anaya
Precio: 12 euros
Año de edición: 1987
Este magnífico libro cuenta la maravillosa e increíble historia del general Johann August Sutter (1803-1880), pionero resuelto, emprendedor atrevido y exitoso que, siendo uno de los hombres más ricos del mundo en su momento, se arruinó por completo al descubrirse oro en sus tierras, allá por el año 1848. Sí, aunque parezca mentira, el oro trajo la desgracia a su vida y ya no volvió a levantar cabeza hasta su muerte.
Sutter abandonó en Suiza una vida apacible, a su mujer y sus cuatro hijos, para emigrar a Estados Unidos y emprender una nueva vida. Aprendió mil oficios, varios idiomas, fue granjero, comerciante y se obsesionó con California como tierra de promisión. Progresó, dirigió empresas e hizo fortuna. Trajo a canacos de Nueva Caledonia como mano de obra sufrida y barata, con lo que sorteó las dificultades que le planteaban las leyes antiesclavistas. Creó empresas, abrió camino en la inmensidad californiana, un territorio poblado por solo 30.000 indios y 5.000 blancos que se disputaban España, México y Estados Unidos. Llegó a dirigir un imperio económico gigantesco y una mañana, cuando un carpintero a su servicio encontró oro en sus tierras, todo eso se vino abajo como un castillo de naipes. No puedo contar más detalles.
El libro proporciona una excelente descripción de los Estados Unidos de la época, como tierra de aventureros, delincuentes, fugitivos y estafadores de todo tipo, preñada de oportunidades. También proporciona una estampa detallada de las multitudes de emigrantes y pioneros que llegaron al país y conquistaron el prometedor Oeste, creando realmente un nuevo mundo. Y por último, relata la interesante historia de las misiones franciscanas californianas y lo que pasó con ellas. Aparecen curiosidades, como la primera caldera a vapor para un molino, que llegó en un gigantesco carro tirado por 20 parejas de bueyes, la hora cuadrada como unidad de superficie para medir el terreno —supongo que una hora sería lo que se recorre a caballo en ese tiempo—, o la curiosa historia de las rudas buscadoras de oro, tan duras o más que sus colegas masculinos.
El texto está narrado por un narrador omnisciente en presente, un recurso poco habitual y que le da apariencia de autenticidad a lo que se cuenta. El lenguaje es periodístico, directo, claro y preciso, bastante escueto y sin florituras. Uno tiene la sensación de estar leyendo un reportaje largo que trata de relatar los hechos tal y como sucedieron y se adentra en los sentimientos e ideas del general en contadas ocasiones y lo mínimo posible. Se entiende perfectamente que revolucionase el género cuando apareció en 1925, como un texto predecesor del nuevo periodismo. Faltaban 46 años para que Truman Capote publicase A sangre fría. El ritmo es muy vivo, una historia larga y llena de avatares, que a ratos recuerda a Lo que el viento se llevó y a veces, el estilo entusiasta de Julio Verne, se sintetiza en menos de 200 páginas. Abundan las enumeraciones brillantes y densas, que ayudan a componer un relato abigarrado, lleno de colorido y sabor.
Hay frases que llaman la atención y que ayudan a describir al protagonista y su época: «Un irlandés no es capaz de estar callado», «Sutter tiene más valor que un torero», (Las mujeres) «No son de fiar, pues son aún más vindicativas que los hombres, más violentas y, sobre todo, mucho más quisquillosas en lo que a cuestiones de honor se refiere», «El oro está maldito, y todos los que vienen aquí y todos los que lo recogen están malditos también, pues la mayoría de ellos desaparecen y yo me pregunto cómo».
La aparición de un libro tan apropiado para convertirse en película atrajo inmediatamente el interés de varias productoras y finalmente en 1936, después de muchas peripecias, se estrenó una versión cinematográfica dirigida por James Cruze con el título de Sutter's Gold, que no obtuvo buenas críticas y ha acabado olvidada. El mismo año se estrenó El káiser de California, basada también en la vida de Sutter. Estaba dirigida por Luis Trenker y era la primera película del oeste producida en la Alemania nazi. A ver si es cierto que el oro estaba maldito.
Las ilustraciones son de Juan Paccini y la traducción del original en francés, tersa y sin fisuras, las notas, la bibliografía y el apéndice final, sobre el autor y su obra, son de Encarnación García Fernández. Esta edición de Anaya, en la colección Tus libros, es muy recomendable por si agradable presentación y el estudio final. Aunque la novela está agotada, no cuesta mucho encontrarla en bibliotecas y librerías de lance.
En fin, una novela histórica maravillosa y muy interesante, en la que el estilo periodístico funciona perfectamente y está al servicio de lo que se cuenta. Una obra muy fácil de leer y recomendable para todo tipo de lectores.
Blaise Cendrars (La Chaux-de-Fonds, 1887-1961) fue un escritor suizo en lengua francesa. Nació en una familia acomodada, con la que viajó siendo muy joven a Egipto, Nápoles y Basilea. Luego le enviaron a estudiar a un internado en Alemania, del que se escapó. Encontrado en Neuchâtel, sus padres le obligaron a matricularse en la Escuela de Comercio. A los 16 se volvió a escapar con un traficante, cruzó Europa y llegó a Rusia en plena revolución. Trabajó con un joyero suizo en San Petersburgo y se habituó a visitar la Biblioteca imperial, en la que el bibliotecario le animó a empezar a escribir.
Comenzó a anotar en un diario comentarios sobre sus lecturas, sus reflexiones y todo lo que le iba pasando, costumbre que mantuvo toda su vida. En esa época publicó su primer libro de poemas, La Leyenda de Novgorod o del oro gris, con una tirada de solo 14 ejemplares que lo convirtió en un libro mítico e inencontrable. Regresó a Suiza, estudió Medicina, luego viajó a París, donde se enroló en la legión extranjera, consiguió la nacionalidad francesa y perdió el brazo derecho. Visitó de nuevo San Petersburgo y estuvo en Estados Unidos. Mientras, publicaba libros de poemas.
Finalmente, con su novela El oro (1925) consiguió un éxito enorme y revolucionó el género, dando lugar a lo que se llamó el reportaje literario, un precedente del nuevo periodismo. Todavía tuvo energías para ser corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial y después de una vida tan ajetreada, consiguió el grado de Comendador de la Legión de honor en 1960, y falleció con 40 novelas en estado de borrador. Había publicado 7 libros de poemas y 25 de narrativa.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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