viernes, 15 de julio de 2022

Iluminaciones en la sombra - Alejandro Sawa

 

Título: Iluminaciones en la sombra                                                                                    Autor: Alejandro Sawa

Páginas: 280 pág.

Editorial: Nórdica

Precio: 18 euros

Año de edición: 2009

Alejando Sawa es una nota a pie de página en la historia de la literatura española. En el santoral de la bohemia finisecular ocupa sin embargo el estatuto de santo y mártir. Sawa llevó una vida aventurera. Empezó a escribir muy joven. Marchó a París. Allí conoció a los grandes. Se hizo amigo del poeta Verlaine. Decían las malas lenguas (Luis Bonafoux) que, desde que Víctor Hugo le había besado en la frente, no volvió a lavarse la cara. En Francia conoció a su compañera. Volvió a España. En los cafés era un personaje legendario de la fauna literaria.

Sawa era guapo: alto, moreno, con barba. Se paseaba altivamente envuelto en una capa astrosa, como un rey en el destierro, recitando de memoria versos propios y ajenos, sableando, emborrachándose, dándole al éter, viviendo la mala vida del maldito que sabe que la miseria no perdona. Fumaba en pipa y tenía un perro que se metía en las cocinas a comer lo que podía. El final de Alejando Sawa fue trágico y grotesco. Agonizó ciego y loco en una buhardilla hasta su fallecimiento en 1909. Una muerte digna del rey Lear, afirmó Valle-Inclán. Luego, el entierro miserable.

Los libros de Sawa se siguen reeditando. Son una curiosidad con cierto encanto. Tienen el aroma embalsamado de un tiempo muerto. La prosa modernista del sevillano resulta grandilocuente y alambicada, declamatoria, aunque se lee con gusto. Era un contador infatigable de historias: carismático, brillante, hábil orador. Con su estilo melodramático encandilaba a un auditorio sobrecogido. «Iluminaciones en la sombra» se publicó en 1910, ya muerto su autor. 

En este diario íntimo, Sawa quiso dar batalla a la vida, sabiendo que ya era tarde para todo. Sus apuntes, aparentemente dispersos (disquisiciones, aforismos, cuentos, evocaciones), tienen un tono crepuscular y melancólico de desabrido fin de fiesta. Sawa evoca el pasado, dorado por la mitificación del recuerdo, para intentar escapar de un presente cada vez más sombrío. La muerte se acercaba. En sus páginas las ilusiones equivalen al azul del cielo. Pero la voluntad había muerto. El esfuerzo de vivir día a día se iba diluyendo. La memoria era el paliativo: ahí Sawa se sentía triunfador. 

El creía ser un sumo sacerdote de la religión esteticista del modernismo. No le abandonaba su adorado París. Era la capital del amor, la cultura y la alegría. Allí vivió con plenitud. En Madrid se moría de hambre. Desde su torre de marfil, nuevo Don Quijote, Sawa lanzaba saetas contra la filistea sociedad burguesa. No le hacían caso. Estaba en vía muerta. 

La bohemia era el último estertor de un romanticismo callejero que convertía la literatura en una forma de malvivir. El escritor se consideraba un artista entregado al Ideal con mayúsculas. Por ese Ideal lo sacrificaba todo. La opinión ajena le traía sin cuidado. Desgraciadamente, este elitismo del arroyo solía llevar a una muerte patética y temprana.  

La realidad no eran las exquisiteces modernistas sino un camino doloroso. Las reflexiones de Alejando Sawa son de un pesimismo premonitorio del desastre. Es el desencanto de quien ya se sabe póstumo. El bohemio se abandonó a sí mismo y fue abandonado por todos. Los sablazos ya no funcionaban. Las peticiones de ayuda caían en el vacío. Las aristas de la vida, implacables, le hirieron de muerte. Rubén Darío escribió un hermoso prólogo a las «Iluminaciones», pero no ayudó a Sawa mientras vivía. 

Solo quedaba morir arrullado por las reminiscencias del pasado. Andrés Trapiello considera un mitómano a Sawa. Sin duda, porque realmente convirtió su vida en una tragedia. En ese sentido, le ganó la partida a la muerte: quedó como ejemplo. Sawa no triunfó con la literatura, pero con su existencia atormentada encarnó como nadie el mito bohemio. Dicen que plagió a literatos franceses como Alphonse Daudet para construir su imagen de escritor. Es muy posible. Sawa también inspiró a otros. Como se sabe, fue el modelo de Max Estrella en «Luces de Bohemia» (1919). En aquel «Madrid absurdo, brillante y hambriento» siguen resonando los pasos del gran bohemio. 

Son muy dignas de leer estas «Iluminaciones en la sombra». Destacan las sentencias breves e inapelables, con aires de aforismo. Por ejemplo: «La lepra atrae; la salud rechaza». «Lo propio del hombre sano es la soledad». «El Tedio que recibe en sus aposentos: un teatro». «La carrera es larga y mis pasos se vuelven para atrás». «Aristarquía, gobierno de los cisnes; demonarquía gobierno de las ranas». «Dormir es morir temporalmente; todo despertar es una resurrección». «El niño se convierte en cura como el plomo se convierte en bala: por un hecho de fatalidad bárbara». Y esta, tan nietzscheana, tan de su época: «Quiero al pueblo y odio a la democracia». También son muy hermosas las semblanzas de escritores como Poe, Musset o Verlaine.

Alejandro Sawa

Alejando Sawa (1862-1909), el más grande representante español de la cofradía de la santa bohemia, nació en Sevilla, en una familia acomodada de origen griego. De muy joven se vio tocado por las musas de la escritura. Vivió en Madrid la carrera del literato muerto de hambre. En 1889, se fue a París, «su camino de Damasco», según Andrés Trapiello. Fueron los «años dorados» de Sawa. Se hizo amigo de parnasianos y simbolistas. Empinó el codo con su adorado Verlaine, el «pobre Lelian», como le llamaba. Hizo traducciones. Sobrevivió.

Salió de Francia convertido en un apóstol de la literatura elevada a la condición de fe indiscutible, a la cual debe sacrificarse todo. El escritor vive y muere por la pluma. No se prostituye a ningún interés que no sea su propia conciencia identificada con la belleza. En España las cosas no marcharon bien. Poco a poco, Sawa fue cayendo por la pendiente de la miseria y la enfermedad. Murió en condiciones sobrecogedoras en 1909. Su nombre es hoy sinónimo de literato marginal, noctámbulo e impenitente. Manuel Machado le dedicó un conmovedor poema: «Jamás hombre más nacido/para el placer, fue al dolor/ más derecho». La mejor y más completa biografía de Sawa es «Alejando Sawa. Luces de bohemia» (2008) de Amelina Correa Ramón

Publicado por Alberto.

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Soy Amelina Correa, la autora de la biografía sobre el lúcido y desgraciado bohemio Alejandro Sawa que se recomienda en esta entrada del blog. Quería dar las gracias, en primer lugar, por seguir recordando su figura, una figura que continúa cautivando más de un siglo después de su muerte. Y, por supuesto, también dar las gracias por recomendar mi biografía sobre él, que escribí como fruto de muchos años de investigación y de apasionamiento por quien originaría la genial creación del Max Estrella de "Luces de bohemia".

      Eliminar
  2. Muchas gracias a ti Amelina.

    ResponderEliminar