Título: Memorias Autor: .Lorenzo da Ponte
Páginas: 384
Editorial: Siruela
Precio: 22 euros
Año de edición: 2006
Pocas memorias hay tan entretenidas y aventureras como éstas que escribió el poeta y libretista de Mozart Lorenzo da Ponte, ya al final de su vida, entre 1823 y 1827, y que se publicaron en 1830 en italiano en Nueva York. Fue sacerdote, masón y libertino empedernido, por lo que corrió innumerables aventuras, pero a pesar de ello, quizás precisamente por ellos, estas memorias se ajustan a su biografía solo a grandes rasgos y en lo referente a su infancia, en el reto están muy noveladas y el amigo da Ponte echa a volar la imaginación para componer una biografía muy adornada, llena de historias, anécdotas y peripecias amorosas, casi al estilo de una especie de Decamerón o, mejor aún, al estilo de las memorias de Giacomo Casanova, del que fue buen amigo y compañero de correrías.
Estamos, pues, ante un relato muy ameno y movido, lleno de historias y más historias como en un juego de muñecas, relatos chispeantes e intensamente románticos, aventuras rocambolescas de amor y juego contadas con un ritmo endiablado. Romances arrebatados, amores imposibles, seducciones, fugas, traiciones y cuentos de todo tipo y pelaje, con el añadido de los selectos personajes que aparecen de vez en cuando, como si de cameos se tratase: Benvenuto Cellini, Antonio Salieri, Giacomo Casanova, Polidori, Beaumarchais, María Antonieta, Napoleón, Goethe, muchos otros y Mozart, al que describe como un grandísimo talento y dice que, gracias a él mismo, pudo estrenar sus primeras óperas. Modesto que era el autor.
Una obra muy entretenida, dividida en cinco partes, que cuenta muchísimas cosas interesantes y curiosas en sus 286 páginas de texto. Esta edición está acompañada de una detallada cronología de la vida del autor, que sirve para cotejar con el texto y comprobar el gran número de libertades que se tomó su autor, un extenso índice analítico de personajes históricos y lugares, y una serie de notas de la traductora que aclaran y explican, histórica y linguísticamente, algunos puntos oscuros del original.
Unas memorias geniales, redactadas con buen pulso y mucho ingenio, en las que el autor embelleció un poco su vida, es cierto, —se dice que están más noveladas que sus libretos—, pero que resultan muy entretenidas, describen toda una época de la cultura europea y, en mi opinión, reflejan muy bien el carácter y la personalidad del protagonista. Muy interesantes.
La traducción del original en italiano excelente por cierto, es de la gran traductora Esther Benítez (Ferrol, 1937-2001), que vertió al castellano una larga lista de obras maestras en francés e italiano.
Lorenzo da Ponte (Cèneda, 1749-1838) fue un famoso poeta y libretista italiano, conocido sobre todo por haber escrito los libretos de tres grandes óperas de Mozart: Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte.
Nacido en una familia judía, su nombre real era Emanuele Conegliano. A los cinco años se quedó huérfano de madre y cuando tenía catorce, su padre obligó a toda la familia a bautizarse en la fe cristiana porque lo necesitaba para poder casarse con una joven católica veinte años menor que él. Al bautizarse, padre e hijo tomaron el nombre del obispo de Cèneda, Lorenzo da Ponte.
Ingresó en el seminario, donde aprendió latín, se enamoró de poesía italiana y decidió ser poeta. Se hizo sacerdote y masón, pronto destacó por su talento para versificar y corrió aventuras sin fin en la serenísima Venecia al modo de Casanova, al que por cierto conoció y del que se hizo amigo. Denunciado por vivir en un burdel, concubinato público y seducción de casadas, fue desterrado y se trasladó a Viena, donde conoció a Salieri y a Mozart, con el que, de masón a masón, hizo buenas migas. Se convirtió en un libretista famoso y codiciado, ya que por aquel entonces era casi obligatorio que las óperas fueran en italiano.
Tras la muerte del emperador José II en 1790, cayó en desgracia y anduvo por Praga, Dresde, Londres y finalmente, se estableció en Nueva York con una nueva compañera sentimental con la que tuvo cinco hijos. Allí difundió la música de Rossini y consiguió que la ciudad de los rascacielos tuviese un gran teatro de ópera. Falleció en la Gran Manzana a la edad de 89 años.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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