Título: Vaciar los armarios
Autor: Rodolfo Notivol
Páginas: 388
Editorial: Xordica
Precio: 21,80 euros
Año de edición: 2016
Autor: Rodolfo Notivol
Páginas: 388
Editorial: Xordica
Precio: 21,80 euros
Año de edición: 2016
Una de las causas por las que nos
gustan algunas novelas es porque nos reconocemos en ellas. Porque tratan de
gente corriente a quienes en algún aspecto nos parecemos; porque los entornos y
los ambientes en los que viven sus personajes los reconocemos como vividos o
próximos; porque las cosas que nos cuentan también nos son familiares; y porque
su lenguaje es sencillo y cercano... Todo ello se da en esta estupenda novela
del zaragozano Rodolfo Notivol. De hecho, nos hace recordar a otros autores
cultivadores del género “de lo cotidiano” como Natalia Ginzburg, Martínez de
Pisón, Use Lahoz, Rosa Ribas, Elena Ferrante… Escriben de cosas tan normales
que a cualquiera le pueden ocurrir. Aparentemente no pasa nada demasiado
importante, pero, al final, si se echa la vista atrás, es la vida lo que se ha
ido tejiendo con pequeñas historias conformadoras de personas y personajes que
anhelan y sueñan una vida mejor dentro de unos contornos -la familia- que es a
veces apoyo y empuje y otras, jaula que cercena posibilidades.
La novela cuenta hechos que
ocurren a lo largo de alrededor de 80 años, desde la posguerra hasta hace una
década. El ambiente va evolucionando a medida que lo hace la familia de Marina,
la narradora, que nos da cuenta de las luchas cotidianas de unas gentes que se
fueron del pueblo a la ciudad para dar mayores oportunidades a sus numerosos
hijos -nueve en el caso de la novela- y marcharon con lo poco que tenían, arrastrando,
también en el caso de la novela como en tantos otros, a las dos abuelas viudas,
mujeres fuertes y resistentes ancladas en su mundo, incapaces de evolucionar
como sí lo harán el resto de personajes. Todos viviendo de un escaso sueldo de
conserje del hospital provincial al que se le añadían las pequeñas cantidades que
recibía la madre de familia como una especie de propina o dádiva por “los
mandados” que hacía en casa del director del centro.
La ciudad, que puede ser
cualquiera de tamaño medio de España, casi como un personaje más, va a irse
transformando y ampliando con barrios nuevos propiciados por el gobierno para
posibilitar vivienda barata. Fueron las identificables casas de sindicatos que entre
los años 45 al 60 poblaron muchas ciudades españolas y que actualmente se están
rehabilitando. Ante el aumento de población se construyeron colegios y otras
infraestructuras de servicio, pero también locales de ocio y diversión como los
futbolines, los cafés, los teatros y cines y, algo importante, las salas de
fiestas. Cualquier lector podrá reconocer los ambientes, y si se es de Zaragoza
o se ha vivido en ella, ciudad en la que transcurre la novela, el goce está
asegurado.
Los personajes son toda la familia,
pero con atención especial a las mujeres a quienes el autor dibuja con
profundidad, respeto y afecto, especialmente a la madre. Es una mujer dura, nada
proclive a las demostraciones afectivas pero su dedicación única son los suyos
y cada cosa que hace en su esforzada y sacrificada vida está destinada a sus
hijos, marido y a las abuelas. Los hijos son los que tienen el papel en la
novela de hacernos sentir como propios los cambios que se producen en la
sociedad. Entre ellos -como es natural en familias numerosas- los hay de
distintos caracteres y eligen vivir diferentes opciones, desde la rebeldía
hasta la adaptación al medio, lo que da un abanico de las posibilidades que se
ofrecían entonces a los inmigrantes de primera generación que tampoco eran
tantas ni tan diversas.
La narradora es la segunda hija y
es la que va desgranando sus recuerdos hablando, en principio, parece que al
lector, lo que aumenta la sensación de cercanía y verosimilitud. Al final
descubriremos que la receptora es una sobrina suya, pero para entonces, la
estrategia ya ha funcionado.
El estilo sencillo, cercano, provocador
de sensaciones y nostalgias, y, sin embargo, contenido, nos emociona desde su
austeridad. Posee un difícil equilibrio entre lo descriptivo y lo emocional de
tal manera que el lector se deja arrebatar desde el primer momento por la narración,
pero sin sufrir tensiones. Es un estar dentro de la novela, pero manteniendo
una cierta distancia.
El hecho de que el autor haya
elegido la voz femenina es un acierto pues su lenguaje, sus reflexiones, nos
hacen vivir/revivir ese ambiente familiar de matriarcado que tan bien ha
recreado. Dice el autor que su fuente de inspiración fueron las mujeres de su
familia -madre y tías-. Según su parecer, las mujeres son las únicas capaces de
guardar la memoria familiar y a él, las suyas, le han ido contando lo que él no
vivió o era demasiado pequeño para acordarse. Es la razón por la que son
tratadas de una forma especial -con compasión- dice él. Así es y nos gusta que
así sea porque debajo de las corazas que se construyeron para protegerse de las
intemperancias de la vida, aquellas bravas mujeres fueron protagonistas esenciales
de un esfuerzo colectivo tan grande que supuso el paso a la modernidad y al
progreso de nuestra sociedad.
Estupenda novela.
Rodolfo Notivol
Publicado por Paloma Martínez.
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