Título: Cartas marruecas
Autor: José Cadalso
Páginas: 288
Editorial: Espasa libros
Precio: 8,95 euros
Año de edición: 2011
Entre col y col, una lechuga. Siguiendo el refrán, no está mal leer de vez en cuando un clásico para variar y saber lo que es bueno. Hoy hemos elegido las «Cartas marruecas», un ejemplo paradigmático del género epistolar, planteado siguiendo la misma idea de las famosas «Cartas persas» de Montesquieu, de las que ya nos ocuparemos en otra ocasión: un pensador simula las personalidades de dos extranjeros que intercambian correspondencia sobre un país y aprovecha así el expediente para ofrecer otra visión de su patria, satírica y lúcida. Una manera inteligente de suavizar la crítica, hacerla más amena y que resulte hasta divertida.
Se trata de 90 cartas, de dos o tres páginas cada una, publicadas en 1879 por entregas en «El Correo de Madrid», en las que el ilustrado español, que había viajado por media Europa y hablaba seis idiomas se disfraza de intelectual marroquí, y construye una descripción de nuestro país incisiva, irónica e inapelable. En el siglo XVIII la brecha cultural e intelectual entre España y Europa era abrumadora. Tan acusada que permitió a Alejandro Dumas pronunciar aquella sentencia, un poco cruel, que nos ha acompañado durante años: «África empieza en los Pirineos». Especialmente demoledora es la cuarta carta, en la que se repasan todos los aspectos de la sociedad de la época y el progreso en todas ellas se ve ue es bien escaso.
Pero estas misivas no se quedan solo en una crítica de nuestro país, mencionan también muchas de sus cualidades, a menudo positivas, como la enorme variedad y riqueza de trajes, leyes, idiomas, monedas, usos y costumbres, la riqueza de la tierra en recursos naturales y la valentía de su pobladores, siempre bravos y en guerra, el mérito de las gestas de los conquistadores y la falsedad completa de la leyenda negra que se le atribuye, que el autor rebate punto por punto.
Se realiza también un interesante análisis histórico de las causas de la decadencia de España, mencionando entre otras causas el despoblamiento que supuso la conquista de América y el mantenimiento posterior de tantos ejércitos en tantos frentes. En tiempos de los Reyes Católicos, España tenía veinte millones de habitantes y en los años en los que se escribió esta obra, tan solo diez (esas cifras creo que son erróneas, pero dan idea del problema).
Y se exponen muchas ideas curiosas y atinadas, con gracia y vehemencia, como la ridiculez de las modas, la pesadez de los escolásticos, la irracionalidad de la nobleza hereditaria, la situación de semiesclavitud de hecho de la mujer, el corporativismo, la barbarie de las corridas de toros y muchos otros asuntos, con frases tan divertidas como ésta: «El alemán pide limosna cantando, el francés llorando y el español, regañando».
Un delicioso libro ameno y lleno de sentido del humor, escrito con una fina ironía que lo traspasa todo y convierte el discurso e más amable. Llaman la atención los puntos negativos que todavía se mantienen en nuestro país, más de dos siglos después, y los problemas que aún esperan solución. Un libro muy recomendable para leer a salto de mata en cualquier momento, que tiene una fama muy merecida. Todo un clásico.
José Cadalso (Cádiz, 1741-1782) fué un militar y escritor español del siglo XVIII. Nació en una familia vizcaína, su madre murió en el parto y su padre, que se fué a hacer las américas, no le conoció hasta trece años más tarde.
Un tío jesuita se encargó de su educación y le envió a Francia como parte de su formación. Vuelto su padre de las Indias, se encontró con su hijo en París, quedó encantado con él y se lo llevó a recorrer mundo, a Londres, Italia y Alemania. Cadalso siguió viajando, primero a París, luego a Holanda y Dinamarca, donde se enteró de la muerte de su padre.
Nuestro hombre tenía 20 años, hablaba español, latín, francés, inglés, italiano y alemán, y estaba completamente arruinado. Cuando volvió a España, se encontró con un país atrasado y alejado de la realidad europea. Se alistó en un regimiento de caballería, se hizo caballero de la Orden de Santiago, fué testigo del motín de Esquilache, le salvó la vida al Conde de O'Reilly, vivió amoríos apasionados y murió en combate después de alcanzar el grado de coronel.
Dejó varias obras que se han convertido en clásicos indispensables.
Retrato de José Cadalso (1855)
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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