viernes, 4 de febrero de 2022

Relatos japoneses de misterio e imaginación - Edogawa Rampo

 

Título: Relatos japoneses de misterio e imaginación                                                        Autor: Edogawa Rampo

Páginas: 205

Editorial: Jaguar 

Precio: 16 euros

Año de edición: 2006

Japón tiene una rica tradición espectral que supo recoger muy bien aquel inolvidable japonés de adopción que fue Lafcadio Hearn. En el mundo pagano de los japoneses no existe una distinción clara entre lo natural y lo sobrenatural, porque la propia naturaleza está impregnada de misticismo y religiosidad. La religion sintoísta es politeísta, pero conduce a la divinización de la naturaleza o panteísmo. El filósofo alemán Karl Löwith, que vivió en Japón, decía que la religión japonesa le recordaba al viejo politeísmo grecolatino y su encantadora divinización del mundo. Una sociedad así debe sentirse por fuerza atraída por lo misterioso.

Edogawa Rampo es el padre de la narrativa japonesa de intriga y misterio. Veneraba a Poe, Dostoyevski y Conan Doyle. En sus escritos se rastrean las influencias de estos autores. Los «Relatos japoneses de misterio e imaginación», título que homenajea a Poe, constituyen una antología elaborada por el propio autor, publicada en inglés en 1956 y que le dio a conocer fuera de su país. En los últimos años, bastantes fantasías de Edogawa han sido traducidas al castellano.

A Rampo se le puede considerar como el imitador de Poe en el Extremo Oriente. La mayoría de sus relatos están protagonizados por personajes marginales y desequilibrados que dudan de su propia cordura y cuentan en primera persona su camino a la perdición. Se trata de un horror subjetivo que Rampo supo adaptar a la idiosincrasia japonesa. Para Poe, el gran miedo del hombre es que se rompa ese tenue hilo que lo une a la cordura, porque más allá de la realidad acechan los monstruos. Otra deuda con el genio de Boston es el gusto por la investigación detallada, exacta y matemática, representada por un detective con alto poder de abstracción y afilada inteligencia, a la manera de Auguste Dupin o Sherlock Holmes: el Dr. Kogoro Akechi. Por último, el tono macabro de sus cuentos remite también al maestro norteamericano. 

Los relatos de Rampo, publicados durante los años 20 y 30, reflejan fielmente la mezcla de tradición y modernidad característica de esa época de transición para la sociedad japonesa. La gente va ataviada con kimono, pero coge el tranvía para ir a unos grandes almacenes; un señor se echa a dormir en el tatami después de atender una llamada de teléfono; otro caballero ataviado con chaqué utiliza unos prismáticos para observar a una dama vestida con el más refinado estilo imperial; los estudiantes hablan de Platón y Aristóteles; la policía utiliza métodos modernos para perseguir el crimen. Pero las casas son de papel y madera, existen carritos tirados por hombres y todavía se alude a los abuelos que llevaban katana. Los personajes se mueven entre lo viejo y lo nuevo y caen en el pozo de la locura.  

Los nueve cuentos de este volumen deben ser disfrutados por el lector ocioso sin que nadie se los chafe, pero podemos adelantar unas pinceladas de algunos de ellos. 

Por ejemplo, en uno de los relatos un ebanista feo, loco y voyeur diseña una enorme butaca en donde se oculta. Es este un cuento surrealista sin pretenderlo. En otro, un soldado mutilado está a merced de su mujer, en una historia sobrecogedora y cruel que recuerda a «Johnny cogió su fusil» y «La parada de los monstruos». Curiosa también es la aventura de un hombre prisionero de una cárcel de espejos digna de Borges que él ha mandado construir. O la magnífica historia, inspirada en «Crimen y castigo», del asesinato perfecto tramado por un estudiante psicópata, egocéntrico y pedante. El último de los relatos es el más «oriental» de todos y uno de los mejores, sino el mejor: un viejo lienzo con figuras de tela pegadas propone una triste reflexión sobre el amor, primero como pasión y finalmente, como cárcel.

En todos los relatos están presentes la locura, la muerte, el erotismo, el desdoblamiento, los equívocos, las suplantaciones, las sorpresas, las imágenes reflejadas que son heraldos de otro mundo, el crimen que se quiere impune, el humor negro e incluso una cierta sátira social. Merece la pena leerlos.

Edogawa Rampo

Edogawa Rampo (1894-1965) se llamaba realmente Hirai Taro. Su sobrenombre equivale al parecer a la pronunciación en japonés de Edgar Allan Poe. Hirai fue muchas cosas en la vida, incluso vendedor de fideos a domicilio, mientras hacía sus pinitos como escritor. En 1916 se licenció por la Universidad de Waseda. Apasionado por la literatura detectivesca, se lanzó a escribir historias pulp de misterio, intriga y terror que tuvieron un gran éxito en su país.

Por desgracia, en los años treinta los militares convirtieron Japón en un cuartel. A Rampo, considerado un escritor poco o nada patriótico, le cerraron el pico. Después de 1945, volvió a las andadas, como los buenos criminales, aunque más centrado en la promoción de nuevos talentos y en la crítica literaria. De salud delicada, Edogawa Rampo falleció a los 70 años. Muchos de sus libros fueron llevados al cine. Sigue siendo muy popular en Japón: cada año se falla el premio Edogawa Rampo a la mejor novela de misterio del año.

Publicado por Alberto.

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