martes, 9 de marzo de 2021

Desde la línea - Joseph Ponthus

  

Título: Desde la línea                                                                                                         Autor: Joseph Ponthus

Páginas: 252

Editorial:
Siruela

Precio: 18 euros

Año de edición: 2021

Es este un libro muy interesante y muy original por diversos motivos: su formato, ¿novela, relato, crónica, memoria?; su estructura, ¿poema en verso libre, prosa poética en ocasiones?; el lenguaje, a veces culto y poético, a veces vulgar; la ausencia de signos ortográficos de puntuación; el tema, la esclavitud física y mental y la alienación que produce el trabajo inmisericorde en una cadena línea de producción; la literatura y la música como redentoras de la sordidez del trabajo, y la vitalidad y el amor como motores y soporte de todas las adversidades.

Su autor, Joseph Ponthus, un hombre joven con formación superior en letras y en educación especial, deja su trabajo social en los suburbios de París por amor, pues su mujer trabaja en Bretaña. Espera encontrar allí trabajo adecuado a su formación y experiencia, pero no logra más que ir encadenando temporadas, a veces tan solo días sueltos, a través de una ETT (empresa de trabajo temporal) que solo le ofrece trabajo no cualificado en las industrias agropecuarias de la zona: conserveras de pescados y mariscos, y cárnicas, en sus múltiples procesos desde que llegan del mar o en el matadero.

Escribe cada día, al llegar de su jornada de trabajo, venciendo el agotamiento porque, según sus propias palabras, la literatura es lo que le salva y quiere que no se le olvide lo vivido en la cadena para relatarlo: el extenuante trabajo; el ambiente laboral tanto entre los trabajadores como con los jefes; los recursos que utiliza para que las rutinarias horas sean menos pesadas; las frases que escribe en su cabeza; las canciones que tararea, los versos de sus autores preferidos, incluso a veces la interpretación imaginaria de un mosquetero mientras él corta colas de vaca cual si estuviera en una lucha con el enemigo más peligroso de los inventados por Dumas. También narra los recuerdos y los deseos que pasan por su mente mientras trabaja.

Estos trucos para poder evadir su pensamiento, relata, solo pueden utilizarse tras un conocimiento milimétrico de los movimientos a realizar en la cadena, algo que no es fácil de conseguir porque es un trabajo físico demoledor en el que no puede permitirse la menor distracción ni el mínimo error, pues las máquinas a las que hay que alimentar a un determinado ritmo no paran, pase lo que pase.

Nos cuenta su experiencia total: no es una mera crónica, aunque nos cuente sin ambages los duros trabajos por los que pasa; no es un manifiesto rebelde, aunque a veces se revolucione interiormente y aunque ponga blanco sobre negro la nueva esclavitud capitalista; no es solo el choque de la realidad con sus pensamientos y sentimientos forjados en su juventud universitaria cuando era un rebelde seguidor de Marx y Lacan;  no es únicamente la experimentación a los 40 años de la dureza que supone tener que aceptar determinadas condiciones laborales por no perder ni una hora de su necesario jornal; es también reconocer que la realidad de la vida lleva en ocasiones a situaciones en las que se llegan a negar las ideologías forjadas en un medio intelectual y tenidas por inamovibles. Finalmente, el relato es también la declaración de amor a su mujer, por quien deja todo y es su motor, y a su madre presente con gran afecto y agradecimiento.

Por último, es también un homenaje a sus compañeros a quienes recuerda con afecto y agradecimiento en su dedicatoria, compañeros que le felicitaron por haber sabido contar la realidad tal cual es. Y todo ello narrado con una enorme fuerza cuyo origen son las enormes ganas de vivir que tiene.

Cuando le preguntaron por la originalidad de la escritura «a la línea» en estrofas cortas, sin puntos ni comas y comenzando siempre por mayúscula, respondió que era el ritmo implacable de «la línea de producción» el que le dio el tono. Movimientos rápidos, sin pausas, eficaces al máximo, así eran también sus pensamientos. Contaba en una entrevista que un día, una compañera le comentó que había sido un día tan estresante que ni siquiera había podido cantar. 

Un libro que sería bueno que muchas personas y muchos jóvenes leyeran para descubrir que hay otra vida además de los trabajos intelectuales, que nadie está exento de que pueda ocurrirle como desgraciadamente vemos ahora cada día y que, a pesar de que descubre esa cara sucia y enormemente desagradable de algunos trabajos y a la gente que está en ellos sin otra salida, deja una sensación positiva y esperanzadora.

Es una obra en la que el tiempo de lectura es inversamente proporcional al impacto que produce. Más que recomendable.

Joseph Ponthus

Joseph Ponthus (Reims, 1978 - 2021) escribió el que reseñamos, su único libro, en 2019. Tuvo un gran e inmediato éxito. Recibió cinco premios por él : el Grand prix RTL-Lire, el Jean-Amila-Meckert, el Prix du premier roman par les lecteurs des bibliothèques de la Ville de Paris, el Prix Eugène-Dabit du roman populiste y el Prix littéraire des étudiants de SciencesPoEl éxito le dio la esperanza de poder dejar el trabajo de la cadena de producción para dedicarse a la literatura, lo que se acaba de frustrarse desgraciadamente por su reciente fallecimiento.

Publicado por Paloma Martínez.

2 comentarios:

  1. Una recomendación de lo mas sugestiva. Valiosa la experiencia hecha letra de Joseph Pontius y valiosa su capacidad de sublimar la vivencia de un trabajo alienantemente duro. Muchos intelectuales han teorizado sobre la vida de quienes trabajan en una cadena de producción, sin haber puesto un pie en la fábrica, sin haber vivido un solo día sus condiciones dentro y fuera de ella. En este sentido, Joseph Pontius es -como Simone Weil ,que también se proletarizó para poder hablar con propiedad de las luchas obreras- un escritor honrado que ni frivoliza ni pontifica sobre la vida ajena. Gracias, Paloma, por ofrecernos este libro honesto y atípico

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias María por comentar. Pena que haya muerto tan joven el autor.

    ResponderEliminar