domingo, 30 de diciembre de 2018

Ana Ilce Gómez Ortega, poeta


Ana Ilce Gómez Ortega (Masaya, 1944-2017) fué una poeta y periodista nicaragüense, miembro de la Academia Nicaraguense de la Lengua. Fué madre soltera, asumió la lucha por los derechos de la mujer y fué opositora al régimen de los Somoza.

Nació en el barrio indígena de Monimbí, se licenció en Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y realizó un Máster en Gestión y Organización de Bibliotecas, por la Universidad de Barcelona. A pesar de haber publicado tan solo dos libros de poemas, es una poeta de culto que levanta entusiasmos en todo especialista que lee sus versos. Su poesía está profundamente enraizada en el sustrato de la cultura indígena.

Dicen que era huraña, discreta y de risa fácil. Fué una autora que pasó bastante desapercibida debido a su aversión a los actos sociales, pero está considerada una excelente poeta. Aquí tenéis algunos ejemplos de su obra.


Ser o no ser

Vivir.
Ser o no ser no es el problema
sino planchar la ropa
atizar el fogón
escribir unos tiernos y antiguos poemas
mirarse en el espejo el otro rostro del rostro
descubrirse lobo triste por las noches
por las mañanas mujer cuerda.

Ser ejemplar y sobria y verbigracia
Mantener todo en orden más te vale
Disponer todo a tiempo Dios te asista
Ser o no ser no es el problema
sino tener el alma lista
para amargos si acaso o si hubieras.

Y una vez más enfrentarse al mande usté
como usté guste
pulir el piso espejo
lavar la ropa nieve
secar la loza estirpe
disimulando mugres y maneras.

Pero a pesar de todo
amar la telaraña vida
la hambruna vida tuya y de los otros
insultarla si quieres
abrazarla si quieres o si puedes.

Ser o no ser no es el problema
sino ese perdón barato que te entregan.

Y al final de la tarde
has ensayado todo te reprimen
has cumplido el deber no eres tan buena
tu cabeza da vueltas tiovivo
resaca de la piel, costra de olvido.
Esgrime tus cuchillos argumento
empuña tus espadas yo no quiero
atrévete de una vez sueña tu sueño
entra en la escena mundo
como quien entra a la sala de partos
de la vida por primera y alegrísima vez.
Plántate y rebelándote, revélate.

Ser o no ser no es el problema.


La muerte no es una mujer
 
La muerte no es una mujer
con el cráneo pelado y una corva guadaña
entre las manos.
La muerte es un hombre que galopa
entre las noches que columpia el insomnio.
Es un varón disfrazado de oscura damisela.
Tiene unas rosas en las manos
y un cordel para colmar el cuello.
Alguien un día dibujó a la muerte
con rostro de doncella. Pero ella es él,
pálido, abyecto,
que en la noche se llega hasta mi sueño
y como un perro fiel
me hace aspirar su aliento de témpano
y misterio
y con fría insistencia se me acerca
y me lame los pies.


Furiosos pájaros

Estos son los furiosos pájaros
del deseo.
Ellos son negros.
Ellos se mueven sin hacerles
una señal determinada.
Un día los vi venir con sigilo, con sorna, con prisa en sus oscuras patas. Ahora los veo pasar
–¡Negros y eternos pájaros!– reconociéndome y saludándome.


Desátame

Poesía,
sujétame las riendas,
bébeme de una sola vez,
atrápame porque me puedo ir
y no tendré para contarte más nada.
Abrázame como si fuera la primera
o la última vez
y prueba conmigo todos los venenos
del cielo y de la tierra.
Estréchame contra la pared y dime
si has visto brillo más infinito
que el de mis ojos.  
Regrésame de nuevo.
Súbeme al paraíso.
Desnúdame en tu infierno.
Átame.
Desátame.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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