miércoles, 31 de julio de 2024

Cuentos negros de Cuba - Lydia Cabrera

Título: Cuentos negros de Cuba                                                                                         Autora: Lydia Cabrera

Páginas: 163

Editorial: Verbum

Precio: 17,99 euros 

Año de edición: 2014
 
¿Es suficientemente conocido, por los lectores en general, el copioso caudal de historias que forman el folclore de los países más cercanos culturalmente? Creo que no, que hay mucha narrativa tradicional interesante que no nos llega, que no se edita ni se difunde. Este libro, publicado en 1936 en París y en francés, y en español en 1940, vino a cubrir en parte esa carencia cuando apareció.

Se trata de una recopilación de 20 relatos de mediana extensión, de seis o siete páginas cada uno, recogidos del acervo tradicional afrocubano, cuentos orales puestos por escrito por la autora, que únicamente ha aportado un estilo claro y directo que no entorpece la lectura de la historia en cuestión. Concebidos en un principio como un entretenimiento para aliviar la enfermedad de Teresa de la Parra, una amiga de Lydia Cabrera, tuvieron una excelente acogida entre los críticos y literatos parisinos. Alejo Carpentier lo llamó un clásico cubano, certificando así su autenticidad y su innegable calidad literaria.

Hay aquí fábulas en las que intervienen animales, episodios en los que los dioses yoruba, como Changó, Ochún o Yemahá, se mezclan con los humanos y sus problemas, narraciones humorísticas, de aventuras, amorosas, la curiosa explicación de cómo nació el primer negro y por qué el hombre blanco es tan triste, la historia del negro Serapio, dispuesto a todo menos a ganarse la vida trabajando... un delicioso popurrí que hará las delicias de todo tipo de lectores.
 
Hay aquí cuentos que parecen haberse formado en Cuba, pero se diría que otros son profundamente africanos y se han transmitido con pocas variaciones hasta nosotros. Algunas piezas tienden a ser pequeños culebrones, en los que las historias se van sucediéndose unas a otras, empalmándose con toda naturalidad. Son historias contadas con un desenfado mágico,  amenas y ágiles, algunas muy divertidas, originales, frescas e impregnadas de un cierto aire de familia muy peculiar, que al lector le parece novedoso y estimulante.
 
El volumen incluye una nota preliminar de Eduardo Mendoza, un delicioso prólogo de Guillermo Cabrera Infante, que bautizó a la autora como «antropoeta», el prólogo de la primera edición y una semblanza de Lydia Cabrera.

Una lectura muy agradable, apropiada para conocer otra cultura y para descansar de otros libros más sesudos y plúmbeos. Éste es de los que se leen solos. Una obra genial. Esta casi agotado, pero se puede encontrar en bibliotecas, librerías de lance y las páginas de las editoriales que lo han editado. Hay dos en español, que yo sepa, Editorial Verbum e Icaria.
 
Lydia Cabrera (La Habana, 1899-1991) fue una etnóloga y escritora cubana. Hija del historiador cubano Raimundo Cabrera, no pudo ir al colegio por problemas de salud y fue educada en casa por tutores particulares. Comenzó a escribir crónica social en la revista Cuba y América a los 14 años. También trabajó como ilustradora de revistas de moda, fabricante de muebles de estilo y publicista. A los 28 años se instaló en París, estudió pintura en la École du Louvre, conoció a multitud de artistas e intelectuales, y publicó sus Cuentos negros de Cuba (1936) en Gallimard, traducidos al francés por Francis de Miomandre.
 
Pasó 11 años en la capital gala, que le sirvieron para encontrar su vocación. A su vuelta a La Habana, se dedicó al folclore de la isla, en una labor que se fue alejando de la ficción y acabó por ser una investigación etnológica de la cultura afrocubana. Se ganó la confianza de la población negra y recorrió el país registrando sus tradiciones, peculiaridades lingüísticas y su religión. Con el triunfo de la revolución, huyó del país. Dejó una larga lista de artículos etnográficos, cuentos tradicionales y relatos de invención propia. Falleció a los 92 años, exiliada en Miami.

Lydia Cabrera
 
Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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