Título: Narraciones inverosímiles
Autor: Pedro A. de Alracón
Páginas: 284
Editorial: Sitara
Precio: 18,30 euros
Año de edición: 2017
Este libro se compone de ocho relatos de variada extensión de Pedro Antonio de Alarcón, un autor del siglo XIX injustamente olvidado que, cosa curiosa, produjo al principio de su carrera ejemplos paradigmáticos de literatura arrebatadamente romántica, sintió después que no podía seguir escribiendo así y evolucionó hasta el otro extremo para producir textos de un realismo casi fotográfico. Ejemplificó en su biografía aquello que a veces se dice de que «el que a los veinte años no es revolucionario (o romántico), es que no tiene corazón, y el que a los cuarenta lo sigue siendo, lo que no tiene es cabeza».
Parte de esa veta romántica son sus relatos fantásticos y de terror, como los de este volumen, en los que se nota la profunda impresión que le causó la lectura de las «Historias extraordinarias» de Poe. Así que aquí tenemos un puñado de historias entre el otro mundo y este, algunas de las cuales, como «La mujer alta», de verdad que ponen los pelos de punta y no es aconsejable leerlas en solitario y de noche, menos aún si luego uno tiene que salir a la calle.
El ser, o haber sido, periodista marca, y Alarcón es siempre un narrador muy solvente, con muchísimo oficio. Ameno, ágil, con un excelente manejo del lenguaje, convincente y que sabe resolver con brillantez las escenas y situaciones mas comprometidas. Bien puede tomarse como ejemplo a seguir para escritores noveles y aficionados. Narra muy bien.
Como pasa a menudo, el lector avispado encontrará detalles curiosos de la época, como que los duelos era algo reciente y no hace tantos siglos (finales del XVIII) que había quien se jugaba la vida por honor, que se alquilaban burras para subir a Guadarrama de excursión, que en el Paseo del Prado se alquilaban sillas para sentarse y ver pasear a los madrileños, o que en Madrid había serenos (yo los he conocido, de niño), empleados municipales que cerraban los portales de todas las casas a cierta hora y se pasaban la noche paseando por el barrio y esperando a que un vecino les llamase dando palmadas para abrirle la puerta y qu epudiesen entrar en casa.
Como pasa a menudo, el lector avispado encontrará detalles curiosos de la época, como que los duelos era algo reciente y no hace tantos siglos (finales del XVIII) que había quien se jugaba la vida por honor, que se alquilaban burras para subir a Guadarrama de excursión, que en el Paseo del Prado se alquilaban sillas para sentarse y ver pasear a los madrileños, o que en Madrid había serenos (yo los he conocido, de niño), empleados municipales que cerraban los portales de todas las casas a cierta hora y se pasaban la noche paseando por el barrio y esperando a que un vecino les llamase dando palmadas para abrirle la puerta y qu epudiesen entrar en casa.
Así que se trata de un brillante ejemplo, de otra época, de literatura fantástica y de terror, que se disfruta párrafo a párrafo, con pasajes memorables e historias, la verdad, muy originales. Me lo he pasado de miedo leyendo este libro.
Empezó a estudiar Derecho en Granada, estudios que abandonó por los eclesiásticos, pero vió que tampoco aquello era lo suyo y se fué a Cádiz para unirse a los fundadores de «El Eco de Occidente». Allí inició su carrera periodística. Cansado del ambiente reaccionario de Andalucía, se trasladó a Madrid y fundó una publicación satírica, «El Látigo», de carácter antimonárquico, republicano y revolucionario.
Por otro lado, empezó a escribir muy joven, a los 18 años ya escribía cosas y a los 24 publicó «El hijo pródigo», un drama que tuvo mucho éxito. continuó con artículos y crónicas de viaje («De Madrid a Nápoles», «Las Apujarras»), relatos artículos, hasta que en 1874 escribió «El sombrero de tres picos», sobre la historia tradicional del molinero, su hermosa mujer y el corregidor, que le convirtió en un autor muy popular.
Alarcón, que quedó muy impresionado al leerlos relatos de Poe, evolucionó desde un romanticismo apasionado en sus primeros libros, como el que nos ocupa, hasta un claro realismo.
Perteneció a la Unión Liberal y llegó a ser diputado, senador, consejero de estado con Alfonso XII y embajador en Noruega y en Suecia.
Pedro Antonio de Alarcón
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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