domingo, 28 de mayo de 2017

Arquíloco, protopoeta

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Archilochus_01_pushkin.jpg
 Arquíloco (foto CC BY-SA 3.0 Shakko)

Arquíloco (Paros, 712-664 a. C.) fué uno de los primeros poetas griegos de los que se tiene noticia. Hijo del noble Telesicles y de una esclava Tracia, llamada Enipo, nació en la bella Isla de Paros, famosa por su mármol.

Dice la leyenda que Apolo predijo su inmortalidad, y que los habitantes de su isla planeaban fundar una colonia cercana y enviaron a su jefe a consultar al el oráculo de Apolo en Delfos. Pero cuando conocieron la enigmática respuesta, nadie la supo interpretar, hasta que nuestro poeta, muy joven entonces, la explicó.

Era pobre, emigró buscando fortuna, no tuvo suerte y tuvo que hacerse mercenario para ganarse la vida. La verdad es que no era un buen partido y también es legendario que su amada Neobula le rechazó, a pesar de que su padre Licambe se la había prometido en matrimonio. El lamento de Arquíloco se convirtió en maravillosas elegías que cantaban su desamor; padre e hija resultaron acosados socialmente en la isla y se dice que acabaron suicidándose.

Lo que sí parece demostrado es que era un excelente poeta, uno de los primeros en usar los versos yámbicos, formados por tres parejas de sílabas cortas y largas, de tema satírico y carácter popular.

Aquí tenéis algunos ejemplos de su poesía:

Corazón, corazón, de irremediables penas agitado,
¡álzate! Rechaza a los enemigos oponiéndoles
el pecho, y en las emboscadas traidoras sostente
con firmeza. Y tú, al vencer, demasiado te ufanes,
ni, vencido, te desplomes a sollozar en casa.
En las alegrías alégrate y en los pesares gime
sin excesos. Advierte el vaivén del destino humano.


Un sayo ostenta hoy el brillante escudo
que abandoné a pesar mío junto a un florecido arbusto.
Pero salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
Peor para él. Uno mejor me consigo.


De mi lanza depende el pan que como, de mi lanza
el vino de Ismaro. Apoyado en mi lanza bebo.


No quiero un general alto y bien plantado
ni ufano de sus bucles y esmerado en afeites.
Por mí, ojalá sea un tipo pequeño y patizambo
que se mantenga firme en sus pies, todo corazón.

Jugueteaba ella con un ramo de mirto
y una linda flor del rosal...
                                         Su melena
la aureolaba de sombra los hombros y la frente.
De su perfumado cabello y su pecho
hasta un viejo se habría enamorado.

Ojalá que pudiera tocar la mano de Neobula...
 

Isla de Paros

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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