Título: Ivanhoe
Autor: Walter Scott
Páginas: 560
Editorial: Debolsillo
Precio: 11,95 euros
Año de edición: 2014
Ecrita en 1820, esta novela no es la primera del género de aventuras, tampoco es la primera novela histórica, ni el primer superventas, pero siendo una de las primeras en esas categorías, alcanzó unas cifras de ventas altísima en su época, sigue siendo muy popular y ha dado lugar a todo tipo de adaptaciones, versiones y películas, hasta convertirse en un clásico en su género y un ejemplo paradigmáico de novela medieval.
Ambientada en el siglo XII, cuenta las aventuras de Wilfredo de Ivanhoe, un valiente caballero, leal a su legítimo rey Ricardo Corazón de León (Oxford, 1157-1199), cuyo trono ocupó su hermano, el traidor Juan sin Tierra, mientras Ricardo estaba guerreando en la Tercera Cruzada.
El rey Ricardo I de Inglaterra parece que era alto, media casi dos metros, de pelo rubio rojizo y ojos claros, guapo y apuesto. Tenía una buena formación humanística, escribía poesía y es famoso porque aparece en las «Aventuras de Robin Hood» y en esta novela como el rey ausente, legendario y deseado por el pueblo. Aunque la verdad es que no sé si fué un buen rey: solo pisó su reino durante seis meses, hay algún que otro episodio antisemita y alguna violación en su haber, subió los impuestos y no los invirtió en mejorar la vida de sus súbditos, era soberbio... pero era un buen guerrero y la leyenda es la leyenda.
Volviendo a la novela. tiene grandes cualidades que justifican su fama. Primero está muy bien escrita, es una gran obra, interesante y bien armada, con un despliegue de personajes secundarios atractivos y bien dibujados, que intervienen en varias historias paralelas. Tiene sentido del humor y varios pasajes divertidos, acción, amoríos, amores imposibles, amores abyectos y amores verdaderos, que finalmente triunfan. La época está bien descrita y el lector se hace una idea de cómo era la vida cotidiana, asi que tiene su valor histórico.
Y lo que en mi opinión tiene más valor es que el héroe no es el clásico paladín omnipresente en la naración y siempre victorioso, sino un antihéroe muy peculiar que tarda un buen número de capítulos en aparecer, durante los cuales se habla de él y su fama (otro héroe ausente como el rey Ricardo). Y cuando aparece, es en realidad un héroe algo desvalido, herido y al que hay que cuidar. Finalmente, sí recupera el papel de guerrero victorioso, que inluso déily convaleciente gana batallas, pero todo ese juego de figura ausente y luego necesitada de protección le da un carácter que me parece original, moderno y diferente.
Quizás Freud tendría mucho que decir sobre la figura del padre ausente, pero nosotros nos vamos a quedar con que es una novela de aventuras estupenda, con toques de suave humor, un héroe francamente diferente y un libro excelente para que los más jóvenes se inicien en la lectura. Ideal como literatura juvenil.
Richard Thorpe dirigió en 1958 una conocida adaptación cinematográfica británico-estadounidense de la novela protagonizada por Robert Taylor y Elizabeth Taylor.
Ecrita en 1820, esta novela no es la primera del género de aventuras, tampoco es la primera novela histórica, ni el primer superventas, pero siendo una de las primeras en esas categorías, alcanzó unas cifras de ventas altísima en su época, sigue siendo muy popular y ha dado lugar a todo tipo de adaptaciones, versiones y películas, hasta convertirse en un clásico en su género y un ejemplo paradigmáico de novela medieval.
Ambientada en el siglo XII, cuenta las aventuras de Wilfredo de Ivanhoe, un valiente caballero, leal a su legítimo rey Ricardo Corazón de León (Oxford, 1157-1199), cuyo trono ocupó su hermano, el traidor Juan sin Tierra, mientras Ricardo estaba guerreando en la Tercera Cruzada.
El rey Ricardo I de Inglaterra parece que era alto, media casi dos metros, de pelo rubio rojizo y ojos claros, guapo y apuesto. Tenía una buena formación humanística, escribía poesía y es famoso porque aparece en las «Aventuras de Robin Hood» y en esta novela como el rey ausente, legendario y deseado por el pueblo. Aunque la verdad es que no sé si fué un buen rey: solo pisó su reino durante seis meses, hay algún que otro episodio antisemita y alguna violación en su haber, subió los impuestos y no los invirtió en mejorar la vida de sus súbditos, era soberbio... pero era un buen guerrero y la leyenda es la leyenda.
Volviendo a la novela. tiene grandes cualidades que justifican su fama. Primero está muy bien escrita, es una gran obra, interesante y bien armada, con un despliegue de personajes secundarios atractivos y bien dibujados, que intervienen en varias historias paralelas. Tiene sentido del humor y varios pasajes divertidos, acción, amoríos, amores imposibles, amores abyectos y amores verdaderos, que finalmente triunfan. La época está bien descrita y el lector se hace una idea de cómo era la vida cotidiana, asi que tiene su valor histórico.
Y lo que en mi opinión tiene más valor es que el héroe no es el clásico paladín omnipresente en la naración y siempre victorioso, sino un antihéroe muy peculiar que tarda un buen número de capítulos en aparecer, durante los cuales se habla de él y su fama (otro héroe ausente como el rey Ricardo). Y cuando aparece, es en realidad un héroe algo desvalido, herido y al que hay que cuidar. Finalmente, sí recupera el papel de guerrero victorioso, que inluso déily convaleciente gana batallas, pero todo ese juego de figura ausente y luego necesitada de protección le da un carácter que me parece original, moderno y diferente.
Quizás Freud tendría mucho que decir sobre la figura del padre ausente, pero nosotros nos vamos a quedar con que es una novela de aventuras estupenda, con toques de suave humor, un héroe francamente diferente y un libro excelente para que los más jóvenes se inicien en la lectura. Ideal como literatura juvenil.
Richard Thorpe dirigió en 1958 una conocida adaptación cinematográfica británico-estadounidense de la novela protagonizada por Robert Taylor y Elizabeth Taylor.
Walter Scott (Edimburgo, 1771-1832) fué un
prolífico escritor romántico británico, que creó la novela histórica
tal y como hoy la conocemos. Fué muy popular y el primer escritor
digamos global, leído simultáneamente en Europa, Estados Unidos y Australia.
Hijo de un abogado, tuvo poliomielitis siendo niño y le quedó como secuela una cojera que le acompañaría toda su vida. Esa enfermedad tuvo dos consecuencias: sus padres le enviaron para que se recuperase a casa de sus abuelos, en la frontera de Escocia con Inglaterra, donde conoció las leyendas e historias orales que luego le inpirarían, y se hizo un niño reservado, tímido y un lector insaciable.
Estudió Derecho en la Universidad de Edimburgo, ejerció la abogacía, permaneció soltero y a los 25 años comenzó a escribir, se hizo juez, publicó poesía y fundó una imprenta.
Llegó a publicar dos libros de cuentos, doce volúmenes de poesía, cuatro obras de teatro y hasta 28 novelas históricas, a un ritmo de dos o tres al año, entre las que se encuentran superventas de la época, como «El anticuario» (1816), «Rob Roy» (1817), «Ivanhoe» (1820) y «Quentin Duward» (1823).
Fué nombrado baronet, pero la quiebra de un banco escocés le arrastró a la ruina. Puso su casa y todos su bienes a nombre de sus deudores y empleo los últimos años en escribir febrilmente para pagar sus deudas, lo que consiguió poco después de morir gracias a las cifras de ventas de sus obras.
Sir Walter Scott
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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