sábado, 31 de marzo de 2012

Antología poética - Quevedo


Título: Antología poética
Autor: Francisco de Quevedo

Páginas: 436

Editorial: Espasa-Calpe

Precio: 8,75 euros

Año de Edición: 2007

Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-1645) es uno de los más grandes autores españoles del llamado Siglo de Oro. Nacido en una familia de hidalgos de origen cántabro que trabajaba en la corte, estudió en el Colegio Imperial (luego Instituto de San Isidro) y luego cursó Teología en Alcalá. Era un cascarrabias, enemigo de Góngora, de Juan Ruiz de Alarcón y muchos otros, amigo de Lope de Vega, Miguel de Cervantes y algunos más. 

Se ganó la confianza del Duque de Osuna, para el que fué hombre de confianza, diplomático y espía. Como agradecimiento fué nombrado Caballero de Santiago. Años después trabajó para el Conde-Duque de Olivares, valido del rey, y llegó a ser secretario de Felipe IV, pero una epístola anónima dejada en la servilleta del monarca, en la que cesuraba los desmanes del poderoso Conde-Duque le delató por el estilo, cayó en desgracia y fué confinado en el Convento de San Marcos de León

De su vida como cortesano hay muchas anécdotas. En cierta ocasión, se alabó su capacidad para improvisar en verso delante del rey y el Conde-Duque de Olivares, queriendo probarle, le propuso repentizar algo. Quevedo contestó pidiendo pié, un motivo para arrancar. El noble levantó su extremidad inferior, el poeta la cogió con la mano y recitó: «Buen pie, mejor coyuntura,/ díriase que yo soy el herrero/ y vos, la cabalgadura».

Quevedo, cojo, algo jorobado, poco agraciado y miope, tenía mal genio, era misántropo, misógino, negativo, pesimista, antisemita y pendenciero. Se batía en duelo con facilidad y son famosos sus rifirrafes poéticos con Luis de Góngora. La cosa empezo así. Siendo muy joven plagió y adaptó algunos versos de don Luis, los publicó y ganó algo de dinero. Góngora lo descubrió y publicó un poema satírico en el que le ridiculizaba y le exigía que le devolviese los cuartos, Quevedo contestó de mala manera y comenzó una enemistad que duraría toda la vida. Como don Francisco era algo borracho, Góngora le llamaba «Francisco de Québebo», a lo que el caballero de Santiago contestaba tildándole de «pato del aguachirle castellana» por su barroquismo sin contenido y dedico el prodigioso soneto «A una nariz» a su espléndio apéndice nasal.

Independientemente de todos sus defectos, Quevedo era un escritor formidable. Escribió teatro, novela, ensayo y biografía de calidad, pero destaca de manera exagerada como poeta (en este enlace podéis leer casi toda su obra). Maestro del conceptismo, era capaz de sintetizar dos y tres significados en un solo verso (anfibología), con una economía asombrosa. Destilaba y retorcía las palabras hasta sacarles matices y sentidos insospechados; practicaba con soltura la elipsis, la antítesis, el paralelismo, la repetición y todo tipo de juegos de palabras y figuras retóricas. Poseedor de un léxico amplísimo, creó además un buen número de palabras nuevas.

Produjo espléndidos ejemplos de poesía satírica, como «Poderoso caballero es don Dinero», y a pesar de ser tan machista y misógino escribió maravillosos poemas amorosos, de los que se conservan más de doscientos. Vale la pena leerlos y disfrutar de la profundidad y apasionamiento que destilan. Para Quevedo el amor es un ideal inalcanzable, que causa más dolor que gozo («es herida que duele y no se siente»). Mi favorito es el soneto «Amor constante más allá de la muerte» que acaba con lo esos dos versos bellísimos que dicen:

«serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.»


 Retrato de Quevedo atribuido a Velázquez

Aquí tenéis una antología muy completa de este genial poeta, uno de los más grandes de todos los tiempos, divertido, lleno de talento, inteligente, apasionado y profundo. Siempre está bien volver a Quevedo y disfrutar de sus poemas.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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