viernes, 24 de marzo de 2023

Cuerpos y ofrendas - Carlos Fuentes

 

Título: Cuerpos y ofrendas                                                                                                Autor: Carlos Fuentes

Páginas: 248 pág.

Editorial:
Alianza

Precio: 12,50 euros

Año de edición: 2003

El gran novelista Carlos Fuentes fue también un consumado autor de cuentos y relatos breves. «Cuerpos y ofrendas» (1973, primera edición) es una excelente antología para acercarse al mundo del maestro mexicano. Como señala Octavio Paz en su prólogo, Fuentes refleja en su narrativa las tensiones de la sociedad mexicana en términos casi telúricos. En esta tierra ardiente las civilizaciones prehispánicas fueron engullidas por el mundo colonial invasor. Lo nuevo se acomodó a lo viejo. De alguna manera, el presente quedó prisionero del pasado: una tradición milenaria que ha sobrevivido a las viejas piedras precolombinas o españolas en un laberinto de etnias, culturas e identidades. Descifrar el enigma hispanoamericano es la difícil tarea de los escritores del continente. El mito de la máscara, la alegoría en la que las cosas son símbolos que deben desentrañarse, y el drama de una sociedad incapaz de liberarse de su pasado mágico, son las invariantes del universo literario de este autor. 

El primero de los relatos, «Chac Mool», es muy conocido. Se trata de un magnífico cuento de terror con fondo indigenista. Un funcionario cuarentón adquiere un Chac Mool (escultura ritual maya originaria de Yucatán). Chac es el nombre del dios maya de la lluvia. Efectivamente, el agua produce una extraña transformación en la escultura. El pasado precolombino reverdece. Como nunca se fue, quiere seguir viviendo, pero no en piedra, sino en carne y sangre: la encarnación del pasado. Los viejos dioses sobrevivieron en el trueno, la lluvia o los árboles; ahora retornan para exigir su sitio en la sociedad mestiza. No son ni buenos ni malos (eso sí: dan mucho miedo). El mito originario de América es inmortal. Un relato magistral, en donde la claridad de la alegoría nunca entorpece una inexorable progresión hacia el terror absoluto. 

Otros relatos alcanzan asimismo un alto nivel. «La línea de la vida» nos lleva a 1913, durante la revolución mexicana. Cuatro condenados a muerte logran huir antes de su martirio. Pero la fuga les resulta más dura que la muerte. Los cuatro acabarán reencontrándose ante el pelotón de ejecución, unidos por la insondable solidaridad de aquellos que van a morir: «Entonces vio los ojos de sus compañeros, y sintió que por ellos se aparecía primero la muerte, y cerró los suyos para que la vida no se le fuera antes de tiempo».

Un hombre viejo y de aspecto repelente compra el amor mercenario de una hermosa joven. Se van de vacaciones a Acapulco. Pero la mirada del espejo es terrible, ya que le descubre en toda su decrepitud. Todavía es peor cuando la chica conoce a un joven. La unión de la belleza con la juventud calcina las últimas esperanzas eróticas del viejo. Se trata de un relato intenso, psicológico, con una cuidadosa descripción del entorno en el que se mueven los personajes. La tranquilidad exterior resbala sobre el infierno interior. Días azules, agua brillante del mar, aire fresco, risas cristalinas de los jóvenes, cuerpos sanos, la felicidad, en suma, contrastan con la mente torturada del anciano, que barrunta su triste destino. El desánimo vital del viejo de «Último amor» recuerda el ambiente de los mejores cuentos de Alberto Moravia.  

El laberinto que conduce a un amor infantil es lo que propone «La muñeca reina». Un hombre encuentra en un libro la siguiente nota: «Amilamia no olbida a su amigito y me buscas aquí como te lo divujo». Del fondo de la memoria emerge entonces el recuerdo: un jardín, dos niños, extraños juegos infantiles. El melancólico protagonista decide buscar el tiempo perdido de los trece años. Sigue el mensaje de la niña, que parece de otro mundo. Llega a una casa decrépita. Detrás de la puerta, oye rumores ininteligibles. Entre Proust y la novela gótica, este cuento, de atmósfera macabra y cargada, es una pequeña joya. 

Hay más. Un niño de trece años se va a vivir con una tía solterona y beata. Su bendita tía le quiere tanto que insiste en bañarlo personalmente, como lo haría con un bebé. La moralidad de la burguesía católica es puesta en entredicho en un relato malsano, con cierto humor. Poco humor, en cambio, en el intercambio de cartas entre una joven de clase alta y su hermano que vive en Ginebra. Carlos Fuentes pone en solfa la mentalidad machista latinoamericana, aunque la pulcritud burguesa de Suiza puede ser incluso más terrible. El desaliento existencial de los enamorados llevará a una conclusión del más puro romanticismo. 

El paso del tiempo. El intento de superación de la muerte mediante una vida enclaustrada entre rotos cachivaches del pasado. La inquietud de los barrios venidos a menos, con sus casas abandonadas, o no, y sus jardines calcinados a los que ni siquiera se acercan los pájaros. Los ojos amarillos y preternaturales de los gatos. La vejez y la corrupción. La posibilidad de vivir simultáneamente muchas vidas en distintas épocas. El ocultismo. El interior penumbroso de una vieja mansión en donde pululan ratas, conejos, vivos y muertos. Carlos Fuentes, en estos relatos fantásticos, algunos claramente de terror, maneja con destreza insuperable todos esos recursos. De lectura imprescindible. 

Carlos Fuentes

Carlos Fuentes (1928-2012), escritor y diplomático mexicano, uno de los protagonistas del boom de la narrativa latinoamericana, nació en Panamá, en una familia de diplomáticos. Vivió sus primeros años en varios países. Se instaló en México con 16 años. Estudió derecho y economía. Diplomático de profesión, fue embajador en Francia entre 1972 y 1976. También dictó cursos en las universidades de Harvard, Princeton, Cambridge y Columbia. Cosmopolita y políglota, Carlos Fuentes indagó en su obra acerca de la problemática identidad mexicana. Su interés por el cine fue grande, escribió numerosos guiones. Recibió innumerables galardones y premios. 

En 1958 publicó «La región más transparente», inmenso fresco sobre la sociedad mexicana. La novela tuvo un éxito inmediato. Con «La muerte de Artemio Cruz» (1962), abordó el tema de un viejo caudillo que en el trance de la muerte recuerda su pasado revolucionario, lo que permite repasar la historia mexicana a través de las vivencias discontinuas de quien traicionó los ideales de la revolución para disfrutar de las prebendas del poder. Por último, «Terra Nostra» (1975) es un ambicioso intento de diseccionar la hispanidad tomando como escenario la sombría España de los Austrias. Además de estas obras centrales, escribió varias novelas más, ensayos y libros de cuentos. Caballeroso y elegante, este extraordinario escritor falleció en 2012.  

Carlos Fuentes

Publicado por Alberto.

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