sábado, 27 de junio de 2020

El preso matemático

Christopher Havens dando una charla en la prisión para celebrar el día 
del número π (14 de marzo) en la prisión (Foto Washington prison service)

¿Puede un preso, condenado por asesinato a una pena de 25 años, aficionarse en la cárcel a los números y convertirse en un matemático de prestigio internacional? Pues el ejemplo de Christopher Havens muestra que sí es posible. Una vez más la realidad supera a la ficción.

Havens descubrió su amor por las matemáticas en una celda de aislamiento, donde tenía todo el tiempo del mundo y nada que hacer más que pensar en los números. Tuvo que aprender Teoría de números de manera completamente autodidacta, lo que le causaba muchos problemas. A veces se atascaba en un punto y le costaba mucho tiempo resolver la situación. Otras, para resolver un problema compraba libros de teoría de números en los que finalmente, no encontraba la solución.

Un día se decidió a escribir una carta a la revista Research in Number Therory en la que reconocía estar estudiando Teoría de números por su cuenta, para su mejora personal, y solicitaba una suscripción anual a la revista y la posibilidad de intercambiar correspondencia con algún matemático para poder progresar.

La carta dió muchas vueltas, hasta que llegó a manos de Umberto Cerruti, un teórico de números que fue profesor de la Universidad de Turín, que aceptó echarle una mano. Pensó que sería uno de tantos casos de aficionados con cierto talento que desarrollan teorías llenas de fallos. Así que le envió un problema para que lo resolviera. Cuál no sería su sorpresa cuando recibió a vuelta de correo una hoja de 120 cm de longitud con una fórmula larga y compleja que calculaba la solución.

Cerruti invitó a Havens a trabajar con él en un problema de fracciones continuas en el que estaba trabajando. Las fracciones continuas, descubiertas por Euclides en el 300 a. C., permiten expresar cualquier número utilizando sucesiones de fracciones de números enteros. Por ejemplo, el famoso número π (3, 141592653...) se puede expresar mediante una lista de decimales infinita, que no sigue ninguna regla, o mediante una elegante sucesión de fracciones, en la que intervienen los números impares y los cuadrados de 1, 2, 3, 4...:


Esas sucesiones de fracciones tienen multitud de aplicaciones, por ejemplo en encriptación de mensajes.

Las aportaciones de Havens a los problemas de Cerruti desembocaron en la publicación de un artículo del recluso en el número de enero de 2020 de la revista Research in Number Theory, que demuestra por primera vez que hay una serie de reglas en las fracciones que continuas que expresan una gran categoría de números.

Después de ser un desastre de alumno en el colegio y un oscuro pasado de drogadicto y delincuente, nuestro hombre ha encontrado en las matemáticas una manera de reconstruir su vida y de pagar su deuda con la sociedad, según sus propias palabras. Añade que «Puede sonar estúpido, pero a lo largo de mi condena me ha acompañado el alma de mi víctima; a ella le estoy dedicando mis mayores logros».

Ahora está desarrollando un proyecto llamado Matemáticas en prisión, en el que enseña Teoría de números a otros reclusos y tiene planeado cursar la licenciatura de Matemáticas cuando salga en libertad y seguir dedicándose a investigar.
 
Curiosamente, no es el único caso. Hay otros similares, como el del matemático francés André Weil (1906-1998), que desarrolló conjeturas enormemente influyentes mientras cumplía condena en una prisión militar en Rouen (Francia).

Menos mal que en Washington D.  C., donde cumple su condena Christopher Havens, está abolida la pena de muerte desde 2018 y hace años que existía una moratoria que impedía apicarla.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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