lunes, 9 de julio de 2018

El cielo protector - Paul Bowles


Título: El cielo protector
Autor: Paul Bowles

Páginas: 288

Editorial: Galaxia Gutenberg
 
Precio: 18,50 euros

Año de edición: 2015 

Un viajero permanente como Paul Bowles fué quien escribió esta misterios y sugerente novela, publicada en 1949, sobre el viaje y la búsqueda interior. Una pareja de neoyorkinos viaja, acompañada de un amigo, al desierto del Sáhara para pensar sobre sus diez años de matrimonio y resolver sus problemas; pero durante el viaje la situación se complica. Ella tiene un romance con su amigo y él queda fascinado por una bella mujer árabe; visitan lugares con paisajes de gran belleza, pero la cultura de los habitantes del desierto se vuelve cada vez, más extraña, hostil y amenazante.

Una novela existencial y sugerente, en la que los personajes inician un largo y profundo viaje interior al mismo tiempo que recorren las dunas del Sáhara. Está escrita con la habilidad suficiente para que lo importante no sea lo que cuenta, sino lo que yace entre líneas, las ideas y sensaciones que evoca y lo que ocurre en la mente del lector.

El gran tema creo que es el viaje a través de otros paisajes y culturas extraños, y cómo esa experiencia cambia al viajero, que puede llegar a descubrir sus desiertos interiores, el mal que allí anida y oscuros rincones que nunca ha visitado. Bowles distingue al turista y al viajero como dos cosas completamente diferentes: 

«Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra».

«...otra importante diferencia entre el turista y el viajero es que el primero acepta su propia civilización sin cuestionarla; no así el viajero, que la compara con otras y rechaza los aspectos que no le gustan».

Y para completar la descripción del tono de esta obra, creo que basta con citar el primer párrafo:

«Se despertó, abrió los ojos. La habitación le decía poco; había estado demasiado sumergido en la nada, de la que acababa de emerger. No tenía fuerzas para definir su si­tuación en el tiempo y en el espacio; tampoco lo deseaba. Estaba en algún lugar; para regresar de la nada había atravesado vastas regiones. En el centro de su conciencia había la certidumbre de una infinita tristeza, pero esa tris­teza lo reconfortaba porque era lo único que le resultaba familiar. No necesitaba otro consuelo»

El resultado es una obra de rara belleza, bien escrito, con acción, buenos diálogos y algo inefable, que resulta inquietante. Un libro único que a nadie deja indiferente. A mí me ha encantado, pero hay muchos lectores a lo que no le gusta y reconozco que me quedo muy pronto sin argumentos cuando intento defenderlo. Quizás dependa de cada lector y del momento de su vida en el que lo lea. En cualquier caso, vale la pena probar, sin duda, porque si os gusta, leerlo será toda una experiencia.

Fué llevada al cine por Bernardo Bertolucci en 1990, en una interesante cinta protagonizada por John Malkovich y Debra Winger, un largometraje tan desconcertante y extraño como el libro.

https://www.filmaffinity.com/es/film623419.html

Paul Bowles (Nueva York, 1910-1999), compositor y escritor, era descendiente de alemanes e hijo de un dentista. Tuvo una adolescencia tormentosa, con un padre maniático que le hacía masticar cada bocado cuarenta veces y una madre absorbente con a que discutía ferozmente.

Se escapó de casa a los diecinueve años y ya no paró de viajar. Conoció en París a la generación perdida, a Ezra Pound, Gertrude Stein y Djuna Barnes. Estudió composición en Nueva York y vivió en Berlín, Marruecos, Guatemala, México, Costa Rica y Colombia, mientras publicaba poesía y componía música para Hollywood, conciertos, ballets y óperas

Finalmente, se instaló en Tánger, viajó por toda África y escribió libros de viajes, memorias, cuentos y novelas, que le convirtieron en un escritor de culto. Enseñó Tánger a prácticamente toda la generación beat, inició a muchos de sus miembros en el consumo de curiosas drogas marroquíes, como el majoun. Su nombre quedó para siempre ligado al de esa ciudad.
 
Paul Bowles, con sus maletas

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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