viernes, 5 de abril de 2024

Crónicas italianas - Terenci Moix

 

Título: Crónicas italianas                                                                                                       Autor: Terenci Moix   

Páginas: 255 pág.

Editorial: Seix Barral

Precio: 9 euros 

Año de edición: 2004

«Crónicas italianas» (1971) es un libro desconocido y delicioso de un importante escritor ya desaparecido. Terenci Moix fue en su momento muy popular. «No digas que fue un sueño» (1986) o «Chulas y famosas» (1999) se vendieron como churros. Terenci Moix resultó un fenómeno en sí mismo: simpático, ocurrente, de inteligencia fulgurante, conversador inagotable, cronista de la cultura popular, culto y mitómano, apasionado por el antiguo Egipto. Un intelectual mediático que no dudó en descender a la palestra popular con su sonrisa de niño superdotado, que enamoró a medio país. 

Terenci Moix no fue únicamente un hábil manufacturador de novelas (algo respetable, por lo demás), sino también un excelente escritor, tanto en catalán como en castellano. Barcelona a finales de los años sesenta era una ciudad abierta a todas las influencias artísticas. En la capital catalana se fraguó el boom latinoamericano, la vanguardista Escuela de Barcelona realizaba un cine experimental insólito en España, aparecía una generación de novísimos poetas y la literatura en catalán resucitaba. El alevín Terenci Moix dio sus primeros pasos dentro de este ambiente de creatividad desbordante. «Crónicas italianas», título de resonancias stendhalianas, es un fruto literario temprano, pero brillante. 

Ana María Moix escribió que los años italianos fueron los más felices en la vida de su hermano. Para un mitómano empedernido, la belleza casi asfixiante de Italia tuvo seguramente algo de encantamiento, aunque controlado por una mente lúcida y rigurosa. La magia se transfiguró en excelente literatura gracias a una inteligencia enamorada de la hermosura. ¿De qué nos habla este libro? Pues de pintores, escritores y artistas. Por sus páginas desfilan desde Rafael Alberti hasta Passolini. De Tiépolo a Byron. Los cuerpos escultóricos y entre sombras de Caravaggio. La cruel lucidez del Marqués de Sade. Petronio y los fantasmas de Cinecittà. Marcuse contestado por Cohn-Bedit. El tiempo y la literatura en Verona. Un itinerario romano de suplicios. Esos son los títulos de algunos capítulos del libro. Como ven, prometen. 

Terenci Moix recuerda a los viajeros románticos enamorados de Italia en el pasado, una Italia quizá más soñada que real. Shelley, Lord Byron, Keats. Escribe que «Italia fue el país que condensó todos los sueños factibles de convertirse en realidad. Contenía los elementos necesarios para ello: el mito del arte, una fama de pasión continua (...), belleza y exotismo de raza, una totalidad histórica que comprendía los nombres que más fascinantes pueden resultar para un romántico puro (...) Tiene Italia otro factor esencial para satisfacer el espíritu romántico: la ruina. Políticamente, el romántico puro tiende a la idealización total, al canto de la ruina de los imperios más que al análisis de sus momentos de esplendor»

Creo que frases tan lúcidas ayudan a entender el nivel intelectual de estas crónicas. Pero, advierte Moix que la burguesía, antes y ahora, sabe convertir hábilmente en objeto de mercancía los sueños idealistas de los buscadores de paraísos perdidos (románticos, beatniks, hippies... ). El movimiento es artero: se anula la rebeldía que podría engendrar una temida revolución, transformándola en un producto más de la sociedad de consumo. Algo así como vender camisetas del Che puño en alto. 

Las «Crónicas italianas» son hijas de su tiempo. Todavía no se había apagado del todo el fragor del mayo francés. Era un momento de rebeldías que, como todas, acabaron a la larga defraudando, pero con la virtud momentánea de abrir las ventanas al aire puro de una postrera manifestación de romanticismo tardío. Terenci Moix comparte en buena medida las creencias de la época. En Italia se relaciona con la crema de la intelectualidad. La novelista Elsa Morante se queja de la capacidad de anulación de la sociedad burguesa: un Maserati resulta más satisfactorio para los jóvenes que los valores espirituales de la verdadera rebeldía, que para ella implica rechazar los artificios de la civilización moderna. El gran Pier Paolo Pasolini es otro buscador de la pureza (frente a los estúpidos que lo consideraban un «degenerado»). Condena la corrupción de lo popular que efectúan los mass-media, el canibalismo estético o el engaño capitalista camuflado bajo la máscara de la civilización. Terenci Moix recoge estas reflexiones, las hace suyas y añade que el peligro que denuncia Pasolini afecta al mismo Pasolini: «Un autor difícil, sí, pero que se puede consumir bien».

Hay mucho más en este excelente libro. Pero corresponde al lector descubrirlo y disfrutarlo. En todo caso, este libro se mantiene como un ejemplo de la mejor prosa culta, además de ser un rico testimonio de su época. 

Terenci Moix

Terenci Moix (1942-2003), fue un escritor español en lengua castellana y catalana, nacido en Barcelona. Su verdadero nombre era Ramón Moix Messeguer. Tuvo diversos oficios antes de dedicarse a la escritura. Residió en Londres una temporada. Trabajó para la editorial Destino e hizo traducciones. Con el seudónimo de Ray Sorel publicó dos novelas policíacas. En 1968 obtuvo el Premio Víctor Català por «La torre de los vicios capitales», que marcó un hito en la literatura en lengua catalana.  

«El día que murió Marilyn» (1969) lo convirtió en el enfant terrible de la cultura catalana. A partir de los años ochenta comenzó a redactar originalmente en castellano. Sus novelas históricas le catapultaron a la fama. «No digas que fue un sueño» obtuvo el Premio Planeta en 1986 y vendió un millón de ejemplares. El éxito hizo de él un personaje muy popular. Apasionado por el arte, el cine, Egipto y el famoseo, su actividad periodística fue muy abundante. Terenci Moix nunca ocultó su condición de gay y criticó duramente las actitudes homófobas. Adicto al tabaco, contrajo un enfisema pulmonar. Falleció en 2003 en su ciudad natal con 61 años.   

 Publicado por Alberto.

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