Páginas: 264 pág.
Editorial: Seix Barral
Precio: 20,90 euros
Año de edición: 2024
Paul Auster, a los 77 años y después de publicar cerca de 40 libros, parece que nos deja aquí su testamento literario, en forma de melancólico y atractivo cuasidiario de un novelista setentón, detrás del que se esconde in lugar a dudas una buena parte de su propia personalidad.
Baumgartner (en alemán, jardinero de árboles) es un escritor y profesor universitario, un filósofo de 71 años, que perdió a su mujer Anna hace 9, está escribiendo un ensayo y al que le gusta Molly, la repartidora negra que le lleva a casa los libros que compra solo para poder intercambiar unas frases con ella. Un personaje tierno y peculiar. A partir de ahí, el autor construye una seductora crónica de su día a día, en la que se entremezclan pequeños asuntos de su vida cotidiana, como la llegada del primer día bueno de primavera, el mejor día del año, con los recuerdos de su querida esposa, que arrancan en 1968, cuando ella tenía 20 años y eran un par de estudiantes en Nueva York sin un centavo. Y engastados como pequeñas joyas en el texto, nos encontramos con relatos maravillosos, como la historia de Frankie Boyle, la aparición de una niña negrita con guantes blancos en París, los fracasos revolucionarios de su padre, un aprendiz de anarquista, una fábula sobre la cadena perpetua, escritos de su mujer Anna, la llegada de Beatrix, una joven estudiante de 27 años que quiere hacer una tesis sobre los poemas inéditos de su querida Anna o el romance, ya viudo, que tuvo con Judith, una mujer 16 años más joven a la que finalmente se atrevió a pedirle matrimonio y que le rechazó dulcemente.
Todo el texto está impregnado de varios temas de fondo, el gran amor que todavía siente Baumgartner por su esposa Anna, el duelo y cómo vivir con él, el paso del tiempo y la vejez, la manera diferente en la que amamos en las diferentes épocas de la vida y ¿cómo no?, el tema fetiche de Auster: el papel del azar en nuestras vidas. El estilo es evocador, bastante sencillo en la forma y con mucho ritmo, las frases mantienen una cadencia envolvente que hace agradable la lectura y permiten recorrer estas páginas con rapidez. Curiosamente, la escritura posee una endiablada cualidad: el lenguaje es aparentemente poco preciso, casi borroso, y precisamente por eso, resulta especialmente expresivo y poderoso. Una manera de escribir en la que vale la pena fijarse.
La narración y las reflexiones del protagonista se entremezclan continuamente y dan lugar a frases memorables: «Vivir es sentir dolor, y vivir con miedo al dolor es negarse a vivir», «... no se hacía ilusiones sobre aquel tercero sin ascensor y reconocíó de buena gana que el estudio era horroroso hasta lo indecible, pero allí pasó algunos de las horas más felices de su vida... », «... y así fue cómo el benevolente príncipe de su primera infancia se transformó en un repugnante sapo sin corazón» (cuando el hermano mayor entra en la adolescencia), «Es de los nuestros, como decía Conrad».
En fin, una novela encantadora, delicada y profunda, en la que se respira el inconfundible aroma Auster, endemoniadamente bien escrita, compuesta como un puzle de reflexiones, historias, relatos, recuerdos y cariño. Un libro estupendo.
La traducción, que me parece impecable, es obra de Benito Pérez Zambrano.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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