lunes, 1 de enero de 2024

Alondra - Dezsö Kosztolányi

 

Título: Alondra                                                                                                                       Autor: Dezsö Kosztolányi

Páginas: 208
 
Editorial: B de bolsillo
 
Precio: 6 euros 

Año de edición: 2010

Más de un siglo es mucho tiempo para que las cosas permanezcan de actualidad pero, si son bellas, es gozoso recordarlas.

Es lo que se siente leyendo esta pequeña obra en la que la forma de narrar ya no es la habitual, pero que refleja un cuidado extremo en la elaboración de cada frase, en la elección de cada palabra. Las frases son largas, de sintaxis compleja, llenas de adjetivos, pero de lectura sencilla y placentera. Es una escritura bella, acorde al tiempo, al lugar de la acción y al ambiente en el que se desarrollan los personajes. Es una de las bondades de este libro.

La época en la que nos sumergimos en esta novela es finales del XIX, 1899, en Hungría, ya pasada la fallida rebelión independentista de 1848 que derivó en la creación del Imperio Austrohúngaro en 1867, bajo el mando del emperador Francisco José. Aunque habían pasado los conflictos, siguen siendo tema de conversación y discusión en las reuniones de los casinos de las ciudades. Estamos en una pequeña ciudad, Sárszeg, en donde se desarrolla la historia que recrea otra ciudad, Subótica, donde nació el autor de la novela.

Es una historia que nos habla de cómo en aquellos tiempos, en una sociedad provinciana, sus costumbres y habladurías, podían ser definitorias para la vida de una joven mujer. La protagonista, Alondra, cuyo bonito apodo contrasta con su feo rostro, ha inaugurado la treintena por lo que está «condenada» a no casarse.

Los usos sociales de la burguesía acomodada y ese estar pendientes los unos de los otros para juzgarlos, hasta en lo más intrascendente, condicionan también la vida de los padres que, desde la jubilación, se había tornado triste y aburrida pues poco a poco su mundo se había quedado reducido a su casa, de la que no salen más que para hacer las compras necesarias y para dar un pequeño paseo cotidiano con la hija, pero por calles poco frecuentadas, con el fin de evitar incluso los saludos. Así creen eludir el qué dirán, aunque son conscientes de que todos hablan de Alondra y predicen que nunca se casará.

Algo llega para alterar la cotidianidad de la pequeña familia. Una invitación de unos familiares para que vaya a visitarles unos días Alondra, que rápidamente organiza su viaje.

La ausencia de la hija funciona, sin ser conscientes los padres, como un fuego de artificio que ilumina con su efímera luz su pequeño mundo, ampliándolo hasta los límites que un día tuvo y en donde se encontraban y se encuentran muy bien cuando lo redescubren, aunque la culpa les ronde. Durante una semana, el matrimonio va a comer al restaurante del hotel donde antiguos camaradas de él son asiduos. El primer día tímidamente, pero cada vez con más gusto, se van incorporando a esas costumbres sociales, sobremesas, paseos o salidas al teatro, de las que antaño disfrutaron.

Alondra volverá, pero no desvelaremos cómo afecta a la vida del matrimonio su regreso, para que sea descubierto por los lectores.

A lo largo de 13 pequeños capítulos en cuya denominación, con un singular y ampuloso lenguaje, se anuncia parte significativa de la acción, el autor nos va narrando con gran detalle las idas y venidas de los personajes principales. Los secundarios dan la clave de las relaciones que se establecían en aquel tipo de vida que, si lo pensamos bien, no estaba tan alejada de lo que ocurría en España hasta los años 60 del siglo pasado en ambientes burgueses similares. Se hace muy curioso que en la época de la novela se consideraba viejos y sin perspectivas a personas de 59 años.

En esta novela, que leemos con placer gracias a la traductora Marta Pino Moreno, descubrimos las claves del impresionismo literario que, en síntesis, pueden resumirse en un gusto por los detalles y por las acciones aparentemente irrelevantes que van caracterizando a los personajes de forma muy eficaz. El autor lo que hace es narrar focalizando el punto de mira en lo que pudiera pasar desapercibido para el lector, esos detalles que, a la postre, darán pistas suficientes para la definición de los personajes.

Con una prosa pausada, como corresponde al ambiente que relata, nos va centrando poco a poco en la ciudad y los habitantes de su endogámica burguesía que en ociosas sobremesas habla de la política del momento, de las pequeñas novedades que ocurren en la ciudad, pero sobre todo hablan de los unos y los otros y por la noche, cuando lo hay, van al teatro.

Una novela que se lee con sereno placer por la elegancia del lenguaje. Más que recomendable.

Dezsö Kosztolányi
 
Dezso Kosztolányi  nació en Subotica, Hungría entonces, hoy Serbia, en 1885 y murió en Budapest en 1936. Fue un escritor en casi todas sus facetas, periodista de profesión, poeta, cuentista, novelista y en todas ellas tuvo un éxito rápido. También realizó traducciones muy alabadas tanto de autores clásicos como modernos, incluso tradujo del español. Participó en movimientos literarios que abogaban por la actualización de la literatura húngara y por darla a conocer en los centros de la vida literaria europea, así como se esforzó en difundir la de estos en Hungría. Una de las acciones fue la participación en la muy conocida entonces revista «Nyugatun».

No adulaba Sándor Márai al autor cuando dijo que todo lo que escribía Kosztolányi era invariablemente perfecto. Thomas Mann escribió el prólogo de su «Nerón, el poeta sangriento». Todo ello es una pequeña muestra del éxito que tuvo no solo entre el público lector, sino entre los escritores de merecido renombre, muchos de ellos, sus coetáneos.

Traducidas al español podemos encontrar otras cuatro de sus novelas: «La cometa dorada», «Anna la dulce», «Nerón, el poeta sangriento» y «Kornél Esti», así como los relatos incluidos en «Cuentos psicoanalíticos». Seguiremos disfrutándolo.

Publicado por Paloma Martínez.

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