Título: Libros de sangre (I y II) Autor: Clive Barker
Páginas: 704 y 640
Editorial: Valdemar
Precio: 32 euros cada uno
Año de edición: 2020
Hacia mediados de los años 80 del siglo XX Stephen King vio el futuro de
la literatura de horror: Clive Barker. Otro especialista del
escalofrío, Ramsey Campbell, llegó a la misma conclusión. Peter Straub
confesaba que le daban sana envidia las fantasías macabras del joven
escritor británico. Todos estaban de acuerdo en que los relatos de Barker eran un gran salto adelante dentro del género terrorífico. Han
pasado ya tres décadas. Desde luego, Barker no ha conseguido ni por
asomo superar la calidad de su obra primeriza, pero es indudable que
esta se ha convertido en clásica, en el sentido de que su influencia se
ha dejado sentir de modo duradero en la literatura, pero también en el
cine o las artes gráficas. Sencillamente, su autor revolucionó el género
de terror. Ya nada sería igual después de sus magníficos «Libros de
sangre». Marcaron un antes y un después.
En España,
estos relatos fueron publicados en varios volúmenes por Planeta,
Martínez Roca y la Factoría de Ideas. También hubo una edición en
Círculo de Lectores. La edición de Valdemar que ahora comentamos, en dos
volúmenes, es la mejor y más completa, ya que incluye los seis libros
originales. La presentación, traducción y edición son impecables. A
quien le guste pasar miedo, tiene en estas páginas una cita
ineludible.
¿Por qué estos cuentos, con todos
sus altibajos, son tan buenos? Ante todo, Clive Barker sabe enmarcar el
horror en lo cotidiano. Se ha dicho que sus historias superan el
esquema tradicional de una amenaza exterior apostando por un enfoque más
subjetivo (el monstruo somos nosotros, los vecinos, los amigos). No
obstante, por sus relatos pululan los mitos de siempre, como hombres
lobo, zombis, fantasmas, víctimas de experimentos absurdos, maldiciones o
poseídos. Su habilidad consiste en reelaborarlos saltándose
la regla de sugerir más que mostrar. El británico muestra con toda su
crudeza sangre y vísceras: el escaparate orgánico del horror interior;
también aparecen monstruos multiformes cuya fuerza plástica nos permite
imaginarlos en todo su esplendor.
Por
tanto, el de Barker es un horror gore y exhibicionista, marcadamente
visual, cosa comprensible si tenemos en cuenta su condición de pintor e
ilustrador además de escritor. Este horror es maloliente, asqueroso,
implica sufrimiento y dolor, es físico, sin atenuantes de ninguna
clase. Constituye una estética de lo repugnante (incluso más: Barker
adora a sus bichitos hasta ponerse místico). Por esta senda sangrienta
llega muy lejos, ciertamente, pero el lector debe superar ciertos
prejuicios.
Cuentos sangrientos e innovadores,
en general magníficos, que enseñan sin escrúpulos lo que otros
escritores esconden en nombre del buen gusto: ese es el menú de Barker.
Su estilo combina acertadamente unos diálogos brillantes con un catálogo
de abominaciones que destruyen, a veces desde dentro, a los
desgraciados protagonistas, y que son descritas con el detalle de un
forense. En conclusión: su fuerza narrativa, unida a su
imaginación febril, despierta el horror, que se va haciendo
sanguinolento hasta lo insoportable en una atmósfera progresivamente
delirante. Dice el autor: «Me encarnizo con todo. Así que no creo ser
un buscador de sangre. Soy un buscador de excesos. Me gusta llevar los
cuentos, los hechos y los personajes hasta las últimas consecuencias».
¿Y
de qué van estos cuentos? Las historias no cogerán desprevenido al buen
aficionado: una tribu amazónica ajusta cuentas con unos canallas que
quieren robarles sus tierras, un joven enclenque y enfermizo invoca al
fantasma de su abuelito (un asesino múltiple) para consumar una
venganza, la demolición de una iglesia londinense descubre una cripta
llena de muerte, dos pueblos balcánicos ancestralmente enemigos levantan
dos torres hirvientes durante sus períodos de lucha, las manos de un
hombre se sublevan contra su dueño en una travesura sangrienta,
humorística y fatal que adquirirá tonos surrealistas o una tesis sobre
los graffitis como semiótica de la desesperación urbana acabará mal
(este cuento, «Lo prohibido», dio lugar en 1992 a la película «Candyman», dirigida por Bernard Rose). La mayoría de los relatos aluden
a los peligros del sexo (el SIDA, letal pandemia de los 80), la
delincuencia, la alienación urbana o la perversidad que anida debajo de
lo cotidiano. Vayan afilando los dientes, porque las historias, como
ven, prometen.
Clive Barker
Clive Barker nació en Liverpool en 1952. Estudió filosofía. Desde
muy joven se interesó por el teatro, llegando a estrenar varias obras.
De noche escribía sus cuentos sangrientos, que se publicarían con éxito
entre 1984-1985. Barker ha seguido escribiendo novelas. Hombre
polifacético, también se ha dedicado al diseño gráfico, la pintura y los
cuentos infantiles. Desembarcó en el cine. En 1987, estrenó su primera
película, «Hellraiser» (1987), inspirada en una de sus novelas.
Su imaginería
entre infernal y sadomasoquista ha tenido importancia en la
configuración de la mitología posmoderna del horror. La siguiente
película, «Razas de noche» (1990), es asimismo adaptación de su novela «Cabal» y presenta una variopinta galería de monstruos que se esconden
de los humanos en un cementerio abandonado. Los persigue nada menos que
el gran director canadiense David Cronenberg. Las posteriores aventuras
cinematográficas de Barker no han tenido tanto éxito. Este notable
artista sigue trabajando y actualmente reside en Los Ángeles.
Publicado por Alberto.
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