sábado, 17 de abril de 2021

Chistes antiguos

 

Según un estudio realizado por la Universidad de Wolverhampton (Reino Unido) en 2008, parece que el chiste más antiguo encontrado es escatológico, sumerio y data del año 1900 a. C. El mismo estudio, tal y como se cuenta aquí, localizó chascarrillos egipcios de aproximadamente el 1500 a. C. («¿Cómo entretienes a un faraón aburrido? Haces navegar sobre el Nilo una barca cargada de mujeres jóvenes, vestidas sólo con redes de pesca, y le pides al faraón que vaya a atrapar un pescado»), chistes romanos y medievales.

Mis preferidos son dos:

  • «El emperador Augusto iba de viaje, cuando se encontró con un hombre que se parecía mucho a él. Impresionado le preguntó: “¿Quizás tu madre trabajaba de sirviente en el palacio?”. “No, su majestad,” respondió éste, “pero quizás mi padre sí”». (Entre el 63 a. C. y el 29 d. C.).
  • «Un peluquero pregunta a un rey: “¿Cómo quiere que le corte el cabello?”. Este le contesta: “Callado”». (Siglo IV o V).

Se dice que el nombre de chiste viene de chistar, decir «chist» para sugerir que se va a decir algo secreto o reservado, porque en muchas ocasiones eran obscenos o irreverentes.

Siguiendo con los chistes viejos, he encontrado una pequeña recopilación de tiempos de Carlos I de España, compilada por un tal Luis de pinedo, entre los que me quedo con este:

«El Comendador del Hospital del Rey, extramuros de Burgos, trataba un pleito ante el alcalde Herrera. Uno de los testigos, después de haber declarado bajo juramento, preguntado si quería decir más, respondió:

—No me mandó decir más el Comendador».

Y para acabar, entre los chistes renacentistas referidos en este enlace se encuentra este:

«Había en Toscana un cura de pueblo bastante rico, y habiéndosele muerto un perrito al que quería mucho, lo enterró en el cementerio. Llegó esto a oídos del obispo que, deseoso del dinero del cura, lo hizo llamar ante sí como reo de un gravísimo delito; el cura, conociendo las intenciones del obispo allá fue llevando consigo 50 ducados.

El obispo, tras recibir al cura, lo hizo meter en prisión. “Padre mío”, dijo el pícaro cura, “si hubieseis conocido la inteligencia del perrito no os habríais maravillado de que lo haya enterrado entre los hombres, pues tanto en vida como al morir tenía bastante más ingenio que un hombre”. “¿Qué queréis decir con eso?” preguntó el obispo. “En sus últimos instantes”, respondió el cura, “hizo testamento. Y conociendo vuestra pobreza, os legó los 50 ducados que aquí traigo”. El obispo aprobó el testamento y la sepultura, cogió el dinero, y absolvió al cura».

No hemos querido hacer una historia del chiste, sino solo mostrar que del humor se ha practicado desde tiempos inmemoriales. Ojalá que no nos abandonen nunca los ángeles de la ironía.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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