La censura también afecta, y mucho, a los cómics y viñetas que se publican, tal y como se puede ver en una estupenda y muy documentada entrada del blog de Juan Ramón Mora, distinguido dibujante e historietista.
El primer ejemplo llamativo que menciona es el del simpático vaquero Lucky Luke, al que ya no le dejan fumar en algunos países, pero hay muchos otros ejemplos, tal y como se muestra en el libro de Jan Smet titulado «Duizend bommen en castraten» (Mil bombas y castrados), que se publicará en Bélgica el próximo mes de junio. Esperemos que se traduzca pronto al español. Dividida en capítulos temáticos (juramentos, desnudez, sexo, sida, racismo, sexismo, tabaquismo, ataques a la corona, etc.), es un tratado muy completo, de 572 páginas, sobre una larga lista de excesos en el afán de prohibir que tienen, demasiado a menudo, las autoridades.
Si los medios de comunicación constituyen el cuarto poder en las democracias, en las que es deseable el mayor número de contrapesos y contrapoderes para equilibrar, las historietas y viñetas satíricas han cumplido históricamente un papel esencial en cuanto a libertad de expresión y crítica del poder.
Como todo poder, debería ser libre e independiente y a la pregunta de si hay algunos temas que justifican la censura de viñetas, como la protección de minorías, el odio, el racismo y otros, la respuesta es obvia: ellos mismos, los historietistas y los medios, son los que deben autorregularse.
Afortunadamente, parece que, al menos en España, a Lucky Luke sí le dejan fumar.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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