Páginas: 400
Precio: 24,95 euros
Tras la lectura de El inquilino de Javier Cercas, me apetecía seguir leyendo algo dentro del género que ha venido a llamarse «novelas de campus», por desarrollarse o tener una cierta relación con el ambiente académico o universitario.
Por ello y por las buenas críticas recibidas, he optado por Se acabó el recreo, novela del escritor y profesor italiano Darío Ferrari, que toma el título de una frase pronunciada supuestamente por De Gaulle tras el mayo del 68 en Francia. Esta novela es la historia de Marcello Gori, un hombre de unos treinta años que vive en la localidad de Viareggio, de carácter procrastinador, de hecho, él mismo se define así: «Mi tendencia natural es intentar no moverme, procrastinar hasta que todas las posibilidades se han evaporado».
Y de hecho, es a Marcello a quien a lo largo de la novela se le acaba ese recreo en el que cree puede vivir eternamente. Acaba de conseguir una beca para cursar un doctorado en la Universidad de Pisa, donde, gracias a la intervención del profesor Raffaele Sacrosanti (sic), se embarca en una investigación sobre Tito Sella, un oscuro escritor también originario de Viareggio, cuya trayectoria se vio truncada tras ser condenado por actividades terroristas y fallecer en prisión en los llamados años de plomo en Italia.
Su investigación, que incluye una estancia de estudio en París, le dará tres años para sumergirse en la figura enigmática de Sella a través de sus archivos personales. Leticia, su novia, estudiante de Medicina y de carácter totalmente opuesto a Marcello, es una mujer proactiva que le aporta algo de orden a su existencia, aunque a cambio también introduce cierta rutina y monotonía que Marcello no soporta.
Desde sus primeras páginas, la novela destaca por su mirada irónica sobre el entorno universitario, retratado como un sistema profundamente desconectado de la realidad. A través de Gori, que actúa como narrador, Ferrari nos cuenta los intercambios de poder, los juegos de favores, las rivalidades solapadas entre profesores y discípulos o entre los propios profesores, y el uso interesado de los autores estudiados, que a menudo no son más que excusas para que cada uno exhiba sus conocimientos.
Pero todo cambia cuando Marcello empieza a involucrarse de forma más seria con la obra de Sella. Es entonces cuando la novela alcanza sus mejores momentos, en mi opinión. El autor reconstruye la vida de este escritor ficticio, desde sus años de estudiante desencantado hasta su radicalización política en el contexto de los años de plomo en Italia. La transición hacia los actos terroristas, dentro de un grupo de jóvenes desencantados como él, denominados el grupo Ravachol, retrata de forma muy fiel lo que debieron ser esos años de convulsión política en Italia.
Su paso por París y su relación con Tea —una joven radical de izquierdas, comprometida con discursos contraculturales y posturas woke— lo empujan a tomarse más en serio tanto su tesis como su lugar en el mundo, lo cual da lugar a la transformación de Marcello. Incluso comienza a adoptar una pose de intelectual comprometido, con toques revolucionarios, de la que él mismo acaba riéndose. Y de esta manera empieza a dudar de esa fidelidad casi ciega a Sacrosanti, su tutor.
En interesante que Ferrari logra hacer que lo particular del mundo universitario, la historia italiana reciente, la figura del terrorista escritor, sea aplicable a lo universal, y ahí es donde radica su originalidad.
Yo destacaría de Se acabó el recreo sobre todo su mirada irónica sobre el mundo académico, así como la juventud contemporánea. En definitiva, una sátira inteligente que provoca casi siempre la sonrisa y a veces la risa en el lector.
Dario Ferrari (Viareggio, Italia, 1982) estudió Filosofía en Pisa, donde se doctoró. Profesor de instituto y traductor, debutó como autor con La quarta versione di Giuda (2020). Con Se acabó el recreo (2023) ha cosechado un extraordinario éxito de crítica y público y ha ganado el Premio Flaiano, el Premio Satira, el Premio Mastercard de Literatura y el Libro del Año de Fahrenheit Radio3.
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