Páginas: 336
Editorial: Cátedra
Precio: 22,95 euros
Nos habla Lilly, una sirvienta afrocaribeña, anciana y enferma, que adora a las niñas que ha criado y cuidado, las señoritas Stella, inquieta y que se quitaba las costras continuamente para que las heridas durasen más, Joana, apasionada, que acabará convirtiéndose en una activista en Londres, y Natalie, la hedonista. El padre de las niñas, que ha vuelto traumatizado de la Primera Guerra Mundial y depende de los opiáceos para mantenerse a flote, simboliza el declive del Imperio Británico. Al describir la vida de esa familia, la autora nos ofrece un testimonio único y directo, con toda probabilidad basado en su propia biografía, de la vida colonial en el Caribe en esos años. El entorno es exuberante, colorido y embriagador; la vida pasa con la cadencia lenta del trópico y está siempre presente una división en clases sociales que todos aceptan. Las cuatro partes en que se divide la novela nos cuentan, primero, cómo era la vida en la isla antes de que las tres hermanas se fueran a Europa a completar su formación, cuando eran todavía unas niñas y había solo nueve coches en toda la isla. Y después, el regreso escalonado de cada una de ellas, convertidas ya en señoritas. De esa manera, este libro es además una especie de novela de formación, aunque narrada indirectamente y resulta muy interesante ver cómo han cambiado con la edad las tres chicas.
Vamos con una selección de frases representativas que pueden ayudar a hacerse una idea cabal de este libro: «Cuando era la niñera de las pequeñas no tenía tiempo de enfermar ni de ver lo bonito que era todo», «... cuando trabajas para gente blanca a la que quieres, no puedes pensar más que en ellos y en sus necesidades, apenas te fijas en nada más», «No se puede animar a un chico negro a leer tanto», «... pero a mí siempre me han gustado los niños malcriados, me gusta que crean que todo les pertenece un tiempo, antes de que se den cuenta de que no es así», «Es un error vivir en un país donde son necesarias las chimeneas», «¿No sabes que en América todo tiene que ser útil?», «Y mi vida había cambiado tres veces de color: el mundo verde de esta isla, el mundo gris sin matices de Nueva York y ahora, el mundo blanco de Maine en invierno», «La isla tenía que estar encantada para contener tantas cosas bonitas», «Los hombres que no pueden trabajar viven de las mujeres que les quieren», «Belleza y decadencia, belleza y enfermedad, belleza y horror: eso era la isla».
En suma, una novela espléndida, muy cinematográfica y visual, que nos transporta al mundo colonial de una isla caribeña a principios del siglo pasado. Una obra estupenda con aroma de clásico, potente, redonda y que deja al lector muy satisfecho.
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