Título: A la caza del amor Autora: Nancy Mitford
Páginas: 272
Año de edición: 2005
El humor me parece el género más difícil, con diferencia. Creo que es cierto que es mucho más fácil hacer llorar, que hacer reír. Para esto último es necesario tener inteligencia, creatividad y ser sutil. Pues bien, aquí tenemos uno de los libros más hilarantes que he tenido la suerte de leer últimamente.
Publicado originalmente en 1945, es decir, hace casi un siglo, el tema de esta obra puede resumirse en dos palabras: es una novela de amor y humor. Arranca con una imagen inolvidable: «Existe una foto de tía Sadie y sus seis hijos sentados alrededor de la mesa de té en Alconleigh [...] Encima de la repisa y claramente visible en la fotografía cuelga una pala de zapador con la que, en 1915, tío Matthew había matado a golpes a ocho alemanes, uno tras otro, mientras salían de un refugio subterráneo; aparece recubierta todavía de sangre y cabellos, y de niños siempre nos había fascinado». Ante tan contundente inicio el lector solo tiene dos opciones, quedar horrorizado o empezar a disfrutar de un peculiar sentido del humor típicamente inglés, un humor negro e irónico que no deja títere con cabeza, y sabe reírse de todo y de todos. A partir de ahí, el texto no da descanso, en cada párrafo cuesta trabajo contener las carcajadas y al final, acaba uno riéndose solo.
Durante la primera mitad del libro, se cuentan mil anécdotas y sucedidos de la familia Radlett en su mansión de Alconleigh, adivinamos que fiel reflejo de los Mitford en Asthall Manor, y muy especialmente, de la infancia de los siete niños, la protagonista, Fanny, y sus seis primos, cinco niñas y un niño, una infancia llena de agitación constante y emociones desgarradas, entre terribles cacerías de niños y las aventuras más surrealistas. Veamos algunos ejemplos: «No es justo que tu tengas unos padres perversos y yo no», «No puede estar enamorada, tiene cuarenta años», «Mi primera impresión fue que no parecía en absoluto un marido. Tenía aspecto de ser simpático y agradable», «Qué bella colección de minerales. Lástima que estén enfermos. Ya es tarde para cualquier tratamiento. Dentro de uno o dos años estarán todos muertos», «Pobre anciano, supongo que a ella le gusta, pero si fuera mi perro, la verdad es que no tendría más remedio que sacrificarlo», «En cuanto a las institutrices [...] ninguna había sido capaz de soportar el rechinar de la dentadura postiza de tío Matthew, el furioso fogonazo azul de su mirada y el restallido de su látigo bajo las ventanas de sus dormitorios al amanecer».
Pero pasaron los años y las chicas se transformaron en «adolescentes indisciplinadas en busca del amor»; estamos en una época en la que todavía se consideraba el matrimonio como el destino ideal de toda chica bien. Sin embargo «Tío Matthew detestaba a los desconocidos, odiaba a los jóvenes y aborrecía la idea de llenar la casa de pretendientes». A partir de ahí, la novela evoluciona hasta convertirse en una especie de Mujercitas con ráfagas del humor más desternillante, para centrarse al final en la vida de la bella Linda, una de las hermanas, que se enamora de un noble francés. Esta segunda parte, la digamos novela de amor, mantiene de vez en cuando el nivel de comicidad de la primera parte: « ... era tal su fama de mujer virtuosa que incluso circulaba el rumor de que estaba enamorada de su marido», «El cuidado e la casa es más agotador y peligroso que salir de caza, no hay punto de comparación», «Los de izquierdas siempre están tristes», «Ser conservador es mucho más relajante, se acaba tu jornada y ya. Pero ser comunista consume todas tus energías», «Los ingleses son una raza de borrachos incapaz de contenerse,todo el mundo lo sabe», «... si son jóvenes invocan a sus madres, si son religiosas invocan a la Virgen para que les perdone, pero nunca he conocido a ninguna que se riera como tú», «Cuando se ha sido extranjero una vez, se es extranjero para siempre».
En suma, una novela divertidísima, que ofrece una jugosa caricatura de la clase alta inglesa, incluyendo sus peores defectos, y que inaugura un género: el de las confesiones de las extravagancias de una familia de la aristocracia británica. También resulta ser, en mi opinión, una de las pocas novelas que describe con precisión y naturalidad esa cosa tan peculiar que es la crueldad del mundo infantil. Por último, la historia de amor de Linda y Fabrice me parece encantadora. Una lectura muy agradable y de una comicidad irresistible. Muy recomendable.
La traducción del original en inglés es obra de Ana Alcaina, formada en la Universidad de Barcelona y con más de 20 años de experiencia como traductora. Esta edición incluye un estupendo prólogo del periodista y escritor mallorquín José Carlos Llop.
Educados en casa, los siete hermanos llevaron una vida intensa y excéntrica. Nancy, después de un romance sin futuro con un aristócrata escocés homosexual, se casó con el hijo menor del barón de Rennell, diplomático, poeta y se decía que amante de Oscar Wilde. Su marido era infiel y derrochador, así que acabaron divorciándose, pero siempre se llevaron bien, siguieron siendo amigos y ella conservó el apellido de su exmarido, Rodd.
Se enamoró locamente del Jefe de Gabinete del general De Gaulle, el coronel Gaston Pawlesky y al acabar la guerra, se mudó a París para estar cerca de su amante. Sin embargo, el coronel acabó dejándola por la condesa de Sagan. Mitford siguió viviendo en la capital gala, tuvo éxito como escritora, fue una celebridad, posó como modelo para Dior y conoció a toda la élite intelectual parisina.
Se hizo muy popular gracias a sus columnas humorísticas en el London Sunday Times. Discípula y amiga de Evelyn Waugh, publicó ocho novelas y cuatro biografías, todas ellas de mucho éxito. También escribió algunos ensayos, como el titulado Noblesse Oblige (1945), donde acuñó las expresiones U (upper class, de clase alta) y non-U (non-upper class). Falleció a los 69 años, víctima de la enfermedad de Hodgkin.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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