Título: El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas Autor: Haruki Murakami
Páginas: 484
Editorial: Tusquets
Precio: 10,92
Año de edición: 2009
El fin del mundo y un despiadado país delas maravillas (2009, edición original de 1985) es una novela con dos historias que discurren en paralelo y acaban confluyendo de una manera sorprendente y fascinante. Haruki Murakami narra con soltura una compleja historia de fondo filosófico, haciéndola inteligible, y, sobre todo, legible, lo que es muy de agradecer.
Esta ambiciosa novela es muchas cosas a la vez: una reflexión sobre el laberinto de la identidad, una historia de ciencia ficción, un eficaz relato de terror, una acelerada sucesión de disparatadas peripecias, que parecen sacadas de una película de Harold Lloyd, un conjunto de diálogos dignos del teatro del absurdo, una sugerencia filosófica y una melancólica meditación sobre las postrimerías. Somos nuestra conciencia. Pero si alguien altera nuestra mente la identidad cambiará. Y caeremos en el pozo sin fondo de una realidad nueva e incomprensible. Todo lo sólido se desvanece en el aire.
El protagonista es un tipo de 35 años que trabaja para una corporación privada, el Sistema, con profundas influencias en el Estado. El Sistema elabora cálculos muy precisos sobre infinidad de asuntos. Y ya se sabe que la información es poder. Otra organización, la Factoría, es rival de la primera en el monopolio del conocimiento. Entre las dos mantienen en silencio una sorda guerra por el poder. Calculadores contra semióticos. Nuestro hombre es un calculador. A los calculadores les han hecho ciertas cosillas en el cerebro para incrementar sus capacidades cognitivas. La idea de Murakami de una alteración artificial de la conciencia recuerda a las propuestas de William Burroughs o Philip K. Dick.
Esta es una historia. La otra transcurre en un lugar muy lejano, de una tristeza lánguida, remoto, quizá en el fin del mundo. Una ciudad rodeada de una alta muralla y cuyos habitantes no salen de sus casas. Fuera de la ciudad está el bosque, la ciénaga y el lago. También rebaños de unas hermosas bestias de ojos dorados que pastan en silencio, contemplan tristemente a los hombres y mueren dulcemente en invierno. El río que atraviesa la ciudad está encantado y quieto. Este mundo irreal se confunde con una eternidad que ha vencido al tiempo. A la ciudad llega un hombre. Su sombra se ha quedado fuera, ya que no puede traspasar las murallas. El hombre trabajará como lector de sueños hasta la muerte de su sombra. Sin sombra, se quedará para siempre en la ciudad. Allí no existe el sufrimiento porque las inquietudes desaparecen junto con los recuerdos. Nieva. Una mortaja de un blanco puro envuelve el paisaje.
Volvemos al Tokio contemporáneo. El calculador se sumerge en las profundidades de la capital, reclamado por un sabio que le pide ayuda para realizar unos cálculos. El sabio es un investigador capaz de controlar los sonidos y de dotar de imágenes al subconsciente más profundo, al yo más recóndito, a los sentimientos más subterráneos. El caso es que también se enfrenta con una raza de monstruos del subsuelo conocidos como los tinieblos (los morlocks de H. G. Wells), que rinden culto a un horrible pez antropomorfo (sí, igual que H. P. Lovecraft) y se meriendan a los incautos. Los tinieblos odian intensamente a los seres humanos. Además, el tiempo del calculador se acaba. Lo que le espera no es exactamente la muerte. En cualquier caso, debe despedirse del mundo sensible.
La novela es larga, de lectura apasionante y su propuesta sobre la escisión entre apariencia y realidad resulta premonitoria (la inteligencia artificial, la biotecnología... ). Murakami se manifiesta como un seguidor del dualismo de Platón: existe un cielo de esencias separado del equívoco universo de las apariencias. Incluso se adelanta en unos años a la estupenda película Matrix (1999), con sus disquisiciones sobre el mundo virtual.
Otros aspectos a destacar: la gracia, el sarcasmo y el humor negro del protagonista (inteligente, melómano, bebedor y peliculero), el surrealismo de sus aventuras eróticas con una amante escultural y comilona, la crítica de una sociedad superficial y repetitiva (el opulento Japón de los ochenta), los misterios de la mente (el hondo cielo, que decía Machado), el infinito como morada del eterno aburrimiento o el intenso lirismo de algunos pasajes que rozan la cursilería sin caer, por fortuna, en ella. Creo que esta novela es recomendable tanto para entretenerse como para pensar. Una buena posibilidad para el verano.
Haruki Murakami (1949) es un escritor japonés nacido en Kioto. Su familia era culta y estaba entroncada con sacerdotes budistas y samuráis. Haruki estudió literatura y teatro griegos en la Universidad de Waseda. Durante varios años regentó un club de jazz en Tokio llamado El gato Pedro. En la década de los ochenta empezó a escribir y se convirtió en uno de los autores japoneses más populares y difundidos en el extranjero. Desde hace años es candidato habitual al premio Nobel.
La obra de Murakami está influida por la cultura occidental, en especial la literatura norteamericana y el posmodernismo. Con tantos detractores como entusiastas, Murakami sigue escribiendo sin parar. Le gusta la música, correr y las novelas policíacas de su admirado Raymond Chandler. Está casado y no tiene hijos.
Publicado por Alberto.
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