Título: Verdugos y torturadores Autor: Juan Eslava Galán
Páginas: 422
Año de edición: 1991
A lo largo de la historia se ha visto como perfectamente natural aplicar aquella venerable sentencia del «ojo por ojo y diente por diente». O dicho de manera más directa: el que la haga, que la pague. El pago, con intereses. Nos estamos refiriendo a la pena de muerte y otras atrocidades legales compañeras de la última pena. Todavía ciertos países, y no los menos importantes, consideran lógico matar al que mata.
Para ejecutar al criminal, la justiciera y sesuda humanidad ha inventado distintos métodos, todos delirantemente sofisticados y crueles hasta la repugnancia: cortar cabezas, fusilar, ahorcar, matar a pedradas, asfixiar con gases letales, enterrar a la gente viva, freírla en una silla o quemarla en una espectacular hoguera. El probo funcionario encargado de ejecutar la sentencia capital era y es el verdugo. El señor verdugo era asimismo experto en torturas varias. La ejecución constituía un acto público, un teatro de masas, en donde la multitud asistía regocijada a la muerte del malo. La pena de muerte se administra actualmente de manera discreta y sin demasiada fanfarria. Quizá porque da cierta vergüenza matar con la ley en la mano. Es un progreso.
Juan Eslava Galán sabe un horror sobre verdugos y torturadores. En este libro, publicado en 1991, el escritor jienense hace un magnífico reportaje histórico acerca de la pena de muerte, los verdugos y la parafernalia alrededor de esos siniestros personajes. Verdugos y torturadores comienza estudiando el origen de la pena de muerte. La conclusión es triste: la pena de muerte es tan antigua como el hombre. Posiblemente, su raíz está en los sacrificios humanos a los dioses de turno. Los antiguos ejecutaban. Los modernos, también. Durante el benemérito siglo XVIII, ilustrados como el marqués de Beccaria exigieron la abolición de la pena de muerte, junto con los demás castigos crueles. Se encontraron, claro, con la oposición cerrada de los tradicionalistas, aficionados al potro, la rueda o la hoguera.
Hablar de la pena de muerte es hacerlo del verdugo. Eslava Galán dedica sus desvelos a desentrañar esa figura mítica y aterradora. El verdugo es un funcionario que aplica una ley de la que no es responsable, detalle en el que siempre se insiste como justificación. El ejecutor de sentencias hace el trabajo sucio de una sociedad que, sin embargo, lo rechaza. Los verdugos suelen provenir del submundo marginal. Tienen un aura de criaturas impuras. Existen verdugos por vocación; otros buscan comer. En las dinastías de verdugos el misterio del oficio se transmitía de padres a hijos como un secreto de casta. El progenitor enseñaba a su vástago el buen funcionamiento de la horca, la guillotina o el celtibérico garrote vil. Se trataba de ejecutar con rapidez, limpieza y eficacia. Sin hacer sufrir al reo. Una vuelta completa al torniquete. Una soga bien trenzada. Una caída seca de la afilada cuchilla. Y asunto concluido. El verdugo recogía sus bártulos, se despedía de la concurrencia y hasta la próxima, señores.
Eslava Galán dedica la mayor parte de su libro a los verdugos españoles. Personajes que hoy nos parecen demenciales, no tanto por su oficio, que también, sino ante todo por su catadura moral. El verdugo francés era un tipo serio de frac, corbata y sombrero de copa. Un pequeño burgués que cortaba alguna que otra cabeza por el bien de la república una e indivisible. El verdugo inglés era frío y profesional, con aires de buen artesano; un experto en el negocio de trenzar cáñamo. El verdugo español solía ser un cateto de pocas luces. A menudo ni siquiera sabía utilizar bien su instrumento de trabajo, el infame garrote. Resultado: demasiadas ejecuciones espeluznantes, chapuceras y siempre grotescas.
Personajes como el inefable Bernardo Sánchez Bascuñana, autoproclamado decano de los verdugos españoles, parlanchín, bailador, presumido, medio loco o loco completo, con ínfulas de místico y poeta, da la medida de estos individuos sacados de la España negra. Las anécdotas casi increíbles que recopila el autor son dignas de Berlanga o Solana. En el estudio de los matarifes celtibéricos destacó el novelista Daniel Sueiro y el cineasta Basilio Martín Patino, quien en 1971 realizó de manera clandestina su excelente documental Queridísimos verdugos, con sabrosas entrevistas a los profesionales del gremio. La película no pudo estrenarse hasta 1977, ya muerto el tío Paco, verdugo mayor del mundo occidental y cristiano.
Conclusión: un libro claro, bien escrito, con esa gracia y desenvoltura habituales en Eslava Galán, documentado, ameno, irónico cuando no sarcástico, y que nos lleva a un pasado carpetovetónico todavía a la vuelta de la esquina. Recomendable. Y recuerden que, en el sótano más remoto de algún tribunal de justicia, mal envuelto en un sucio lienzo, olvidado pero inolvidable, el nefasto garrote aún emite su mortífero chasquido.
Juan Eslava Galán (1948) es un polifacético escritor español nacido en Arjona, provincia de Jaén. Estudió en la Universidad de Granada Filosofía y Letras, además de Filología Inglesa. Amplió conocimientos en Inglaterra y fue profesor de secundaria. Es un reconocido especialista sobre los castillos y fortificaciones de su tierra. Su obra es inabarcable: novelas, cuentos, reportajes, artículos, ensayos de divulgación histórica…. Quizá su mejor novela sea la excelente Enbusca del unicornio, con la que ganó el Premio Planeta en 1987. JuanEslava sigue en el tajo, publicando incansablemente para escépticos y aquellos que lo son menos.
Publicado por Alberto.
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