Título: Tras los pasos de Drácula Autor: Fernando Martínez Laínez
Páginas: 304
Año de edición: 2001
El viajero que pase por Transilvania seguro que recuerda la historia de Drácula: el pálido aristócrata no muerto de exquisitos modales y largos colmillos. Es posible que haya leído la novela de Bram Stoker publicada en 1897. Y seguramente, ha visto alguna película protagonizada por Bela Lugosi, Christopher Lee o Gary Oldman. Drácula se ha convertido en un mito popular que admite todo tipo de lecturas, algunas más afortunadas que otras. Pero el personaje histórico real que quizá inspiró a Stoker es menos conocido.
En el siglo XV vivió en Valaquia un príncipe llamado Vlad Tepes, también conocido como Vlad Draculea o hijo de Dracul. Su padre, Vlad II Dracul, era miembro desde 1428 de la Orden del Dragón, cuyo símbolo era una serpiente alada. Se trataba de una orden militar de origen húngaro que defendía la cristiandad de la amenaza turca. En la mitología rumana no existen el dragón ni el vampiro (cosa paradójica) y dracul significa diablo. Así que Vlad Tepes era el hijo del diablo. Desde luego, fue un sádico al que le encantaba empalar a la gente. Esta horrible costumbre provenía de oriente y fue introducida por los turcos. Vlad Tepes, Vlad Draculea o Vlad «el empalador». Un cruel señor medieval de la guerra que está en el origen de la leyenda de Drácula.
El periodista Fernando Martínez Laínez nos ofrece un estupendo viaje a las raíces vampíricas de Rumanía en Tras los pasos de Drácula (2001). Recorre la empobrecida Rumanía de hace unos veinte años buscando la verdad escondida tras el mito. Nos lleva por ciudades medievales llenas de encanto y que se oscurecen al atardecer con un cierto abandono siniestro, escarpados parajes en el corazón de los Cárpatos, fortalezas de piedra medio derruidas en donde sopla un viento helado (¡el aliento de Drácula!), vetustos monasterios ortodoxos con iglesias de cúpula de cebolla, misteriosos cementerios, lagos de aguas negras, museos provincianos atiborrados de cachivaches y húmedas bibliotecas que atesoran viejos manuscritos.
El hilo que guía al autor por el laberinto rumano es Drácula: quién fue, dónde nació, cuáles fueron sus hazañas, cómo deslindar el mito de la realidad, por qué es un héroe nacional para los rumanos y un monstruo para los demás. Dicho brevemente: un viaje sentimental por la vieja Rumanía intentando descubrir el secreto de su hijo más conocido, aunque fuera un hijo del diablo, por no decir hijo de otra cosa.
La vida de Vlad Tepes fue dura, sangrienta y feroz. Vivía en la marca oriental de occidente. Los turcos habían conquistado Constantinopla en 1453 y avanzaban sobre Europa. Vlad Tepes les hizo frente espada en mano. Acabó siendo derrotado por ellos. Su cabeza fue enviada como trofeo a la Sublime Puerta. El cuerpo fue enterrado en secreto por unos monjes. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está su tumba. Martínez Laínez compara a Vlad con su contemporáneo Maquiavelo. Su fuerte era una astucia refinada y cruel puesta al servicio de la razón de estado. En aquel tiempo no había lugar para bromas. El terror era el mejor instrumento disuasorio. Pero la crueldad de Vlad Tepes tenía algo de patológico. Todos los cronistas parecen coincidir en esto. La época era sin duda cruel; pero Vlad Tepes se las arregló para ser todavía más cruel que su época, lo que tiene mérito. Un monstruo, en definitiva.
Su aspecto causaba escalofríos. El legado papal Nicolae de Modrussa lo describe así:
«No era muy alto de estatura, pero era muy fuerte y robusto, de mirada cruel, terrible, con una larga nariz aquilina, de amplios orificios, la cara delgada y un tanto enrojecida en la que unas largas cejas rodean los ojos verdes, muy abiertos, a los que las negras cejas confieren un aire amenazador. Su rostro y su barba estaban afeitados, excepto los grandes bigotes. Las amplias sienes hacen parecer mayor la cabeza (...) y sobre las anchas espaldas la cae el pelo largo y rizado».
¿Qué opinión tienen los rumanos actuales del Empalador? La siguiente: Vlad Tepes fue un héroe nacional, su crueldad no era excepcional sino propia de la época y los extranjeros inventaron la leyenda de un caudillo maníaco. El nacionalismo es así. No le den más vueltas: tergiversaciones con una punta de xenofobia. Los nuestros son siempre buenos, aunque las fuentes históricas disponibles digan exactamente lo contrario. Hasta el dictador comunista Nicolae Ceausescu, un megalómano increíble, veneraba el ejemplo del viejo Vlad. Hay que añadir que la industria cultural alrededor de Drácula es bien aprovechada por los rumanos para atraer al turista. Una cosa no quita la otra. Disfruten de este viaje inquietante que nos propone Fernando Martínez Laínez.
Fernando Martínez Laínez (1941) es un periodista, novelista y escritor español nacido en Barcelona. Se graduó y doctoró en la Universidad Complutense de Madrid en Ciencias de la Información. Trabajó como redactor en jefe de la Agencia EFE en Gran Bretaña, Cuba, URSS y Argentina. También fue director de varios programas en Radio Nacional de España. Es un gran conocedor de Europacentral.
Ha publicado numerosas novelas negras, libros de viajes, biografías y ensayos de tema histórico. Ha recibido varios premios durante su larga trayectoria como escritor. Entre sus libros más conocidos destacan Praga, Viena y Budapest: El imperio enterrado (1999), El clan de los reporteros (2002), Tercios de España (2006), Como lobos hambrientos (2007), El náufrago de la Gran Armada (2015) y Espías del imperio (2021).
Publicado por Alberto.
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