Título: Sensación térmica
Autora: Mayte López
Páginas: 176 pág.
Editorial: Libros del Asteroide
Precio: 18,95 euros
Año de edición: 2021
¿Cómo se puede escribir una novela que resulte brillante y atractiva sobre un tema tan sórdido como la violencia machista? ¿Cómo generar un artefacto literario que produzca placer estético y a la vez que no nos anestesie, sino que subraye ese terrible problema? Pues esta joven autora mexicana, desde una de las culturas nacionales más profunda y esencialmente machista, nos ofrece una estupenda respuesta práctica, en forma de una novela tremenda, entretenida, astuta y muy bien trazada, un verdadero regalo para todo buen lector.
«¡Qué guapos se ven los hombres vestidos de charros, de veras!». Ésa es la primera frase de este libro apasionado y doliente, la dice la madre de la protagonista, con los ojos brillantes de emoción al mirar la foto de su marido, engalanado y con un bigotito fino, como las estrellas de cine. Es el recuerdo más antiguo de la narradora, uno de los que la define como persona, a ella, a Laura, una joven mexicana que estudia un doctorado en Nueva York y tiene un pequeño apartamento alquilado en el exclusivo East Village, compartido con Alma, también mexicana, y un ratón al que llaman Frank. El elenco se completa con Juliana, una colombiana extrovertida que se ha hecho amiga de Laura, una chica que busca mentores más que parejas, enamorada de un profesor visitante mucho mayor que ella, pero ¡ay! mexicano.
Y a partir de ese planteamiento se desarrolla la novela con acierto y buen pulso, con sus sorpresas, sus puntos de giro y su desenlace, sus toques de humor, de ternura y algunas llamadas de atención que nos hacen pensar. Son doce capítulos en los que se van alternando las voces de la protagonista, Laura, y un narrador omnisciente que acompaña a veces a Laura y a veces a Juliana. El tema central es el machismo tóxico de los hombres mexicanos, que abroncan, desprecian, dominan y en ocasiones humillan y pegan a las mujeres de su familia. Un daño agresivo, profundo, que persigue a las dos figuras principales, a la mexicana en forma de recuerdos y a la colombiana en su relación con el profesor. Como contrapunto, hay, claro, historias de amistad entre mujeres, pero quedan aplastadas por el imperio del macho.
Lo duro de la trama queda amortiguado por un lenguaje torrencial, algo barroco, de frases largas que envuelven al lector y lo deleitan. Y por la expresividad torrencial del español de México, plagado de americanismos deliciosos, picantes y exquisitos como su comida. El texto está bañado además de un suave humor, que tiene mucho que ver con los modos de expresión de la gente de ese fascinante país. Hay que utilizar el diccionario pocas veces, muy pocas; la mayoría de las ocasiones se entiende el significado por el contexto y quizás baste con conocer unos cuantos términos: menso, tonto; achicopalarse, perder el ánimo, atemorizarse; escuincle, persona delgada y débil; argüende, discusión agitada y sin rigor; ruco, feo, viejo, inservible; chavorruco, viejo que intenta ir a la moda; chilango, andrajo; caguengue, caprichoso, mimado, llorón; tusa, pena de amor; titipuchal, gran cantidad de algo; piochita, perilla; melcocha, golosina muy dulce; holanes, volantes de lino fino; borlote, tumulto, escándalo.
El rico español mexicano, y a veces colombiano, contrasta con las frases y expresiones iinglesas, formando un furioso e improvisado spanglish, porque claro, Laura, igual que la autora, lleva tiempo viviendo en los esteits y ya lo mezcla todo en su hablar cotidiano. De hecho, los títulos de los doce capítulos son bilingües, tienen una versión castellana y otra inglesa que no es traducción de la anterior, sino que la complementa y matiza. Y todo el texto está punteado de letras de rancheras que acuden a la mente de los personajes y del narrador a propósito de cada situación. Y es que en México a veces se vive, se siente y se piensa con las letras de las rancheras. Como detalle llamativo, la autora ha apuntado en alguna entrevista que allí se celebra y se brinda con una ranchera de Alejandro Fernández que se llama ¡Mátalas!.
Todos esos elementos componen una sabrosa sopa literaria, expresiva y arrolladora, maravillosa, con música en las palabras y mucho ritmo, que es mejor leer deprisa, que recuerda al mejor Manuel Puig, una novela fascinante y compleja, deliciosa y colorida, latina y apasionada, que describe de manera directa e indirecta, en profundidad y lujo de matices, lo dañino y perverso que puede llegar a ser el machismo en algunas culturas. El título alude a eso, a la sensación térmica como metáfora de la opresión que sufren las mujeres en muchos ambientes, algo que está en la atmósfera, que a veces se olvida, pero que siempre pesa. En fin, que vale mucho la pena disfrutar de este festín literario, esta novela espléndida y conocer qué es exactamente eso del machismo profundo.
Mayte López (Nueva York, 1983) es una escritora y traductora mexicana. Fue una niña muy tímida, que casi no se atrevía hablar en clase y se sentía más cómoda escribiendo. A los 9 años escribió su primera novela.
Licenciada en Literatura Latinoamericana por la Universidad Iberoamericana, Estudió un máster en Letras por la UNAM y otro de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Actualmente está terminando un doctorado en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), es profesora en la Universidad de Columbia e imparte clases de español en el Lehman College de Nueva York.
Ha publicado relatos y crónicas en varias revistas, como Letras Libres, Temporales y Los Bárbaros, y tiene en ViceVersa una columna titulada «Tacones sobre hielo». Esta es su segunda novela.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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