domingo, 7 de noviembre de 2021

Alphonse Pénaud, la goma elástica y los sueños

  

Planafóro de Pénaud (1871) 

Esta entrada podría titularse «De la utilidad de perseguir los sueños», porque de eso vamos a tratar. De uno de los anhelos más antiguos y emocionantes del ser humano, el sueño de volar, y de uno de los responsables de hacerlo realidad: el francés Alphonse Pénaud.

Nacido en París en 1850, parecía destinado a seguir la carrera de su padre, el vicealmirante Charles-Eugène Pénaud pero, cuando era niño, recibió en la cadera el golpe de un columpio, que degeneró en tuberculosis ósea y le condenó a usar muletas durante toda su vida. La carrera en la marina era imposible y se dedicó a la ingeniería de vuelo. No podía andar ni correr libremente, pero su mente soñaba con volar.

Diseñó monoplanos anfibios con tren de aterrizaje retráctil, fue el primero en diseñar la cola de los aviones en forma de cruz, la llamada cola de Pénaud, patentó un barómetro y varios instrumentos de navegación, pero lo que le hizo famoso y merecedor del título de padre del aeromodelismo fueron sus modelos propulsados por una goma elástica retorcida. 

Con ese mecanismo de propulsión, construyó y vendió un helicóptero de 60 cm de altura, que se elevaba hasta 15 m, ornitópteros y el planafóro, el aeromodelo que voló por primera vez en el Jardín de las Tullerías una distancia de 55 m.

Trató de conseguir financiación para seguir soñando en volar, pero no la consiguió y desilusionado, se suicidó a los 30 años.

Pero hay sueños que resultan muy persistentes y que se pueden contagiar de unas personas a otras. El planofóro de Pénaud se vendió como juguete, alguien le regalo uno a los hermanos Wright, que en 1902 construyeron un primer planeador cuya dirección de vuelo se podía controlar a voluntad y en 1903 patentaron el primer aeroplano, un ingenio autopropulsado, con control de dirección y tripulable, para pasmo de quienes sostenían que era imposible que una máquina más pesada que el aire volase. 

Y tan solo 66 años después, el primer ser humano pisó la Luna. Un intervalo de tiempo muy corto. Quizás algún niño de 6 0 7 años pudo estar presente en el primer vuelo tripulado de los hermanos Wright y años después, en 1969, vió como Neil Amstrong pisaba la Luna por primera vez.

Porque a menudo, vale la pena perseguir los sueños, aunque parezcan imposibles.

Alphonse Pénaud (1850-1880)

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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