martes, 12 de noviembre de 2019

Incendios - Wadji Mouawad


Título: Incendios
Autor: Wadji Mouawad
  
Páginas: 208
  
Editorial: KAK
    
Precio: 24,95 euros
   
Año de edición: 2011 

¿Cómo hablar de esta obra de teatro cuando al terminar de leerla solo vienen a la mente calificativos que, si no son superlativos en el sentido más ortodoxo del término, todos ellos tienen sentido superlativo? Algunos que la pueden calificar: 

Asombrosa, apasionante, brutal, conmovedora, desgarradora, emocionante, estremecedora, extraordinaria, inquietante, impactante, imponente, impresionante, perturbadora, sobrecogedora, superlativa… 

¿Qué decir de ella cuando se ha tenido que dejar un tiempo de distancia para poder hacerlo, mientras la mente ha estado ocupada por unos días en una mezcla de sentimientos y pensamientos sin acabar de ordenarlos y asentarlos, y cuando cualquier otra lectura ha sido imposible?

Tragedia a la manera más clásica pero escrita en este siglo. Es lo que hace Wadji Mouawad en esta pequeña gran obra de teatro de cuya lectura no se sale indemne, pues el terrible drama que nos plantea, nos increpa y nos sacude, removiendo muchas de nuestras convicciones más profundas y asentadas. Nos muestra cómo lo visceral, lo irracional, no lleva más que a la emergencia de lo peor de cada ser humano y cuando se hace colectivo, el conflicto, la violencia, la guerra, se enseñorean destruyendo todo lo que encuentran a su paso. Y si la obra nos impresiona tanto es porque de alguna manera intuimos, como decía Sófocles, que nadie está a salvo de cometer lo inimaginable.

La protagonista, una mujer libanesa asentada en Canadá, cuando se siente morir, cree que su deber es dejar a sus hijos una explicación de quien ha sido y cuáles sus motivaciones vitales para ser quien es, lo que explicará quiénes son ellos. Es una tarea difícil, pues para cumplir con el deseo de su madre tendrán que hacer un viaje –la obra está plagada de símbolos- en el que deberán descubrir ellos mismos su propia identidad, mucho más compleja y difícil de admitir de lo que pensaban, y conocerán las terribles situaciones vividas por su madre y los también tremendos acontecimientos ocurridos en un país con el que no creían que algo les ligara. Descubrirán la verdad más sobrecogedora, el dolor y sufrimiento terribles de su madre y necesitarán una catarsis que les hará comprender el mensaje que ella no fue capaz de darles en vida, su verdad.

Descubrirán esa motivación vital que en su día su madre recibió de su abuela cuando le estimuló a irse de su mísero pueblo y de entre sus míseras gentes. Le dio una misión, la de aprender a leer, a escribir, a contar y a pensar. Para la abuela, era la única forma de que cambiara su fatal destino de seguir alimentando una ira endémica que se transmitía de generación en generación y era también la única manera de que esa ira pudiera ser sustituida por el amor, único poder redentor de la barbarie humana. 

A través de la obra sentimos los efectos del odio, la venganza, la intolerancia, la violencia, en suma, que convierten a los seres humanos en salvajes y todo ello -propone el autor- consecuencia directa de la ignorancia, de una falta de educación que va más allá de lo que le es posible expresar a la abuela de la protagonista cuando le dice «prométeme que vas a aprender a leer y a escribir».

A través de la hija, que es matemática, el autor nos presenta una teoría curiosa, la de los «grafos de visibilidad», con la que nos muestra la necesidad de tener tantas perspectivas de la realidad y de las personas como podamos. Algo que se puede sintetizar en una frase: un punto de vista es la vista desde un punto. Por ello, no puede pretenderse conocer ni comprender a los otros sino parcialmente. Ergo… es necesaria mucha humildad, mucho respeto y mucho amor. Amor, mensaje esencial de la obra, que produce un final potente y esperanzador.

Si tuviera que dar puntuaciones a alguna obra literaria, sin duda «Incendios» tendría la máxima.
 
Wadji Mouawad 

Wadji Mouawad me ha parecido una persona muy singular. Nacido en Líbano en 1968, emigró de pequeño con sus padres a París primero y posteriormente a Canadá, de donde tiene también la nacionalidad. Allí comenzó su trabajo como actor, director y dramaturgo. 

Me parece especial por muchas cosas: por lo que escribe; por cómo lo hace; por su manera de concebir algunas de sus obras que ensaya durante meses y en cuyo texto hace intervenir a los actores para completar sus propias ideas y visiones; por lo que piensa y cómo lo expresa; y por los proyectos en los que trabaja. Uno de ellos me ha llamado poderosamente la atención. Se trata de proyecto educativo para adolescentes «Sófocles» en donde el viaje fue fundamental y que se basó en cinco verbos -los que aparecen como meta para la protagonista de «Incendios»- y cinco ciudades: leer (Atenas) escribir (Lyon), contar (Auschwitz), hablar (Senegal) y pensar (El mar). El objetivo era que aprendieran a tener conciencia de la idea de pensar por sí mismos. Posteriormente sería un proyecto de representación de las tragedias del autor griego.

Es un gran trabajador, como lo muestra su gran obra de la que parte se puede atisbar en la red, como la magnífica representación teatral que dirigió Mario Gas de «Incendios» o la película que se filmó en  2010. Ha recibido numerosos premios y es considerado el dramaturgo por excelencia del s. XXI. También dicen que es el Sófocles moderno. Merecidos títulos. 
                
Publicado por Paloma Martínez.

1 comentario:

  1. La lectura de su estupenda y pasional reseña, en coincidencia con la actual Todos los Påjaros, me llevan a considerar a este dramaturgo. Tomo nota de nuevo. Y muchas gracias.

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