viernes, 6 de septiembre de 2024

Una mujer en Berlín - Anónima (Marta Hillers)

Título: Una mujer en Berlín                                                                                                 Autora: Anónima (Marta Hillers)

Páginas: 323

Editorial: Anagrama
 
Precio: 11,90 euros 

Año de edición: 2005

Una mujer en Berlín es el testimonio directo del final de la Segunda Guerra Mundial, de la caída de Berlín y de las violaciones masivas de los soldados rusos. Se publicó por primera vez en 1954 de manera anónima y traducido al inglés. Aparecieron luego versiones en otros idiomas. La edición alemana salió en 1959. No tuvo éxito: los desastres de la guerra estaban aún demasiado cerca y quemaban. Mejor olvidar. En 2003 se reeditó de nuevo en alemán, con un prólogo de Enzensberger y respetando el anonimato de su autora. Hoy se conoce su nombre: la periodista alemana Marta Hillers. Ante la extrema crudeza de su testimonio, prefirió mantenerse en la sombra hasta su fallecimiento en 2001. 

Una mujer en Berlín cuenta en primera persona el derrumbe de un mundo, seguido de varias semanas de anomia, sin orden ni ley, hasta que la vida tímidamente vuelve a florecer entre los escombros calcinados de la capital alemana. Un lapso de tiempo breve, de abril a junio de 1945, pero preñado de tragedias. El pasado había muerto. El presente era un espanto sin fin. Nadie se atrevía a conjeturar sobre el futuro mientras se escuchaban disparos, menudeaban los incendios y se multiplicaban las muertes, las violaciones y los saqueos. La historia era sufrimiento. 

La protagonista lo tiene claro desde el principio. Quiere sobrevivir. Nada más. Se acabaron consignas, bulos e ilusiones. La desnudez de sus intenciones es acorde con el tiempo feroz en que le toca vivir. La venganza de los vencedores debe superarse de manera impersonal. Es la tragedia colectiva de un pueblo. Los hombres están muertos, prisioneros o desaparecidos. Sus mujeres son botín de guerra de los rusos. La moral cotidiana no sirve. En su lugar aparece una estrategia de supervivencia personal que consiste en entregar el cuerpo para salvar la vida. 

Los hechos que cuenta este libro son rigurosamente ciertos. Se calcula que solo en Berlín fueron violadas por el ejército rojo unas 100.000 mujeres. Los soldados rusos sufrieron pérdidas incalculables durante el conflicto. Sus mandos les permitieron la violación y el saqueo como válvula de escape. Alemania era una tierra de abundancia para aquellos soldados recién salidos de la adolescencia. La barbarie era consentida. No avergonzaba a nadie porque la practicaban todos en mayor o menor medida. Un oficial ruso respondió con cinismo a las quejas de un alemán: «¿Por qué se enfada? Todos nuestros hombres están sanos». 

La mujer de Berlín vive en la buhardilla de un bloque de viviendas. Es una joven de unos treinta años. Culta. Tiene facilidad para los idiomas. Incluso habla algo de ruso, lo que marcará su futuro inmediato. Hace muchas semanas que no sabe nada de su compañero movilizado. En los sótanos del edificio se desarrolla una forma subterránea de sociabilidad colectiva en donde cada uno mira para sí mismo, pero todos se apretujan para darse calor y seguridad, como en la edad de piedra. 

Hay que salir a buscar comida. El frente está cada vez más cerca. Pasan soldados alemanes como muertos en vida: lentos, cubiertos de polvo, heridos, harapientos, mudos, de mirada fija y turbia, sin destino y sin esperanza. Los considerados cobardes son ahorcados y los niños juegan con sus pies. Saqueos. Un hombre lleva debajo del brazo un pedazo de carne de caballo goteando sangre. Otro arrastra un cajón de bebidas por la calle cubierta de escombros. Pasa un individuo con el cadáver demacrado de una mujer dentro de un carrito. Una niña muerta es enterrada dentro de un armario escobero. No hay luz. Tampoco gas. La ley ha desaparecido. Vienen los rusos. Una refugiada dice en voz baja: ya sabéis lo que hicieron en Prusia Oriental

Cuando llegan, empiezan las violaciones. Algunos vecinos se esconden en los sitios más inverosímiles. Otros aceptan su suerte con fatalismo. La protagonista es violada repetidas veces. Soldados fuertes, de aire tosco, campesino, grandes como bueyes, irrumpen en las viviendas burguesas de la capital alemana. Botas embarradas. Voces. Van borrachos. Devastan con una jovialidad siniestra. Les llaman la atención los pianos, la porcelana y las máquinas de coser. Se llevan las cosas o las destrozan. Con los rusos nunca se sabe. Son desconcertantes. Por ejemplo, un comandante, hombre elegante y civilizado, se acuesta con la narradora después de solicitar educadamente su permiso. Más que un violador, parece un seductor fuera de lugar. En las peores condiciones imaginables, la vida sigue. Las violaciones van disminuyendo. Los soldados acaban por irse. Se disipan las nubes de humo y brilla el sol en Berlín

Esta memoria del horror no es exagerada, ni siquiera pesimista, de ahí su tremenda eficacia narrativa. No hay ideología, resentimiento o soflamas. La narradora acepta con estoicismo su destino. Describe con objetividad los sucesos más truculentos. Queda noqueada, pero no se derrumba. Las mujeres de la retaguardia son mucho más fuertes que los hombres derrotados, al contrario de lo que proclamaba la propaganda nazi. Una sentencia: «Cuando acabe esta guerra tendrá lugar, junto a otras muchas derrotas, también la derrota de los hombres en su masculinidad». En definitiva, la historia vivida por Marta Hillers, entre otros millones de víctimas como ella, no tiene épica, ni leyenda, es únicamente la lucha por la supervivencia en las circunstancias más sórdidas. Impresionante. 

Marta Hillers

Marta Hillers (Krefeld, 1911-2001), fue una periodista alemana que estudió en La Sorbona y viajó por toda Europa. Conocía varios idiomas. Durante el nazismo se ocupó de labores de propaganda. Al final de la guerra, atrapada en Berlín, fue violada por los rusos. Dejó una impresionante memoria personal de la tragedia colectiva de las mujeres alemanas que no fue publicada en inglés hasta 1954, gracias a los buenos oficios del escritor Kurt Marek, más conocido por su seudónimo de C. W. Ceram. Del resto de la vida de Marta Hillers se sabe muy poco. Se casó, se mudó a Suiza y murió con 90 años en Basilea. En 2008, Max Färberböck dirigió una película basada en su libro, hoy considerado un clásico. 

Publicado por Alberto.

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