Título: Elizabeth Finch Autor: Julian Barnes
Páginas: 200 pág.
Editorial: Anagrana
Precio: 18.90 euros
Año de edición: 2023
¿Quién no ha tenido al menos un profesor o profesora especialmente inspirador y fascinante? ¿Una figura atractiva, que hacía maravillosa la materia que enseñaba y que sacaba lo mejor de nosotros mismos, alguien que nos hacía vibrar de entusiasmo? Sí, creo que a la mayoría de nosotros hemos una persona así nos ha dado clase, en el colegio o en la universidad, en algún sitio. Y constituye una de las experiencias más enriquecedoras que se pueden tener en la vida. Son profesores que dejan huella y nos hacen cambiar.
Pues sobre una figura así, una mujer, trata esta apasionante novela del poco apasionado Julian Barnes, siempre interesante y contenido. El narrador cuenta su experiencia en primera persona con una profesora diferente, que impartía «Cultura y civilización» a nivel universitario, una mujer que llegó el primer día «y se plantó ante nosotros sin apuntes, libros ni nervios». En palabras del protagonista, «La persona más adulta que he conocido». Alguien cuyo discurso era siempre impredecible y atractivo, inteligente y provocador. Una presencia inspiradora, siempre empática y al mismo tiempo por encima del sentimentalismo. Sus respuestas tenían a menudo doble sentido y ese curioso efecto que tienen las cosas que uno no entiende del todo cuando las oye y cuyo sentido se revela al cabo de cierto tiempo.
Sus ideas y parlamentos tienen muchísimo interés, por ejemplo: «No se dejen engañar por el tiempo», «Todo lo que empieza por el prefijo mono es aborrecible», «La interpretación es el ejemplo perfecto de cómo la artificialidad crea autenticidad», «La única cosa clara y fuera de toda duda que hay en la vida es la infelicidad», «Interpretar mal la propia historia forma parte de ser una nación» (Ernest Renan), «La principal función de un político es decepcionar», «La labor del presente es la de corregir el pasado. Y es una labor tanto más urgente cuando no se puede corregir el pasado», «El monoteísmo impone siempre la ortodoxia sexual», «Dicen que las cosas vienen determinadas por la genética, la educación... y no ven el elefante trompeteando en la cacharrería: la Historia», «¿Progresa la civilización?», «Parece que en la vida me he especializado en lo inalcanzable o en lo indeseable», «El amor es siempre una mezcla de lo visceral y de lo teórico. Ése es el motivo por el que es, en lo esencial, artificial. Y el amor romántico, el más artificial de todos», «Los perdedores nos cuentan más cosas que los ganadores», «Interpretar mal parte de nuestra propia historia forma parte de ser persona», «El recuerdo es, al fin y al cabo, una forma de imaginación».
El alumno en cuestión queda fascinado, claro y comienza una curiosa relación de amistad con ella una vez acabado el curso que consiste en que la curiosa pareja queda para comer juntos, siempre donde dice ella y siempre aceptando que él paga la cuenta al final. Durante esas comidas se dedican esencialmente a hablar y, naturalmente, el proceso de formación continua. Nuestro joven sigue aprendiendo. Pasan los años y, finalmente, Elizabeth Finch fallece, de la forma más discreta posible, y tiene el gran detalle de legar todos sus papeles y notas a su joven amigo. El aprendiz se queda muy impactado, claro, y como una especie de homenaje comienza a escribir este texto, seguramente una forma de completar su duelo. Como parte de ese proceso, escribe un ensayo sobre Juliano el Apóstata, una figura especialmente reveladora para su profesora.
Así que el libro se divide en tres partes, la primera un poco más larga, las otras dos aproximadamente iguales, una sobre una profesora tan particular, otra acerca de la figura de Juliano y la última en la que el autor vuelve al tema original para seguir reflexionando y cerrar el libro. La verdad, es que las dos figuras centrales, Elizabeth Finch y el Apóstata, resultan fascinantes. Quizás la de la profesora sea más atractiva, porque es más cercana —ninguno de nosotros ha conocido a un emperador romano— y le dedica más espacio, pero la personalidad de la figura histórica no le va muy a la zaga.
En el lenguaje de Barnes se nota que ha sido redactor del Diccionario de Oxford, el más erudito y completo de la lengua inglesa. Su estilo es escueto, recortado y tiene una precisión de cirujano. No se pierde en disquisiciones, cada palabra y cada frase contribuyen al sentido de la novela y apuntan hacia un mismo objetivo: contar en detalle una historia. También es cierto que al tener una intensa apariencia de objetividad, resulta ligeramente distante, quizás frío, demasiado cerebral, pero eso para mí es una cualidad más que un defecto porque por debajo fluye una intensa corriente de lirismo y sentimiento.
En fin, una indagación interesante y evocadora, profunda y original, sobre una mujer con una personalidad muy atractiva, poderosa, llena de ideas sugerentes sobre los grandes mitos y las bases de nuestra cultura. Es una persona que se queda en la memoria; la verdad, es que al cerrar el libro tenemos la impresión de haberla conocido. El autor no la describe físicamente, pero puedo verla con claridad en mi imaginación. Elizabeth Finch, qué personaje. No puedo evitar pensar que está basado en una, o más probablemente varias personas, que ha conocido realmente Barnes.
En cualquier caso, se trata de una novela formidable, alrededor de una personalidad muy especial. Un libro impresionante, que debéis leer sin ninguna duda. Ya hablaremos luego sobre las opiniones y posturas de esta señorita Finch.
La traducción, tersa y sin sobresaltos, es de la barcelonesa Inga Pellisa, editora y traductora experimentada, con más de 60 obras vertidas del inglés al español.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario