Título: El paraíso perdido
Autor: John MIlton
Páginas: 508
Editorial: Cátedra
Precio: 13,10 euros
Año: 2005
De vez en cuando vale la pena atreverse con un gran clásico, uno de esos mamotretos que parecen trasnochados e infumables, porque a veces se descubren tesoros inesperados. Hace poco, alguien muy querido me ha recomendado este libro y he aceptado el reto.
«El paraíso perdido», una de las obras maestras de la literatura universal, es un poema épico de unos 10.000 versos divididos en doce libros, con un estilo solemne, un lenguaje anticuado, lleno de metáforas y circunloquios y un tema en principio poco atractivo: la historia del pecado original. Un auténtico 8.000, un desafío para devoradores de páginas y lectores de larga distancia, con resistencia y que se saben fajar sin rechistar.
Y la verdad, es que lo he disfrutado mucho. Me ha llevado unas diez horas en total y ha sido una buena experiencia. Una vez que uno se acostumbra, se le coge el gustillo y tiene su áquel. Los que hemos tenido una formación católica y conocemos ya el relato del Génesis, es fácil que tengamos la sensación de estar leyendo lo que de verdad ocurrió, al ser una narración más extensa y detallada, que argumenta y explica muchas cosas.
Está escrito en pentámetros yámbicos, unos versos que se adaptan muy bien a la lengua inglesa; se suelen traducir en endecasílabos y es curioso que no tengan rima. Milton, en un alarde de modernidad, sostenía que lo fundamental en la poesía era el ritmo y no la rima. Tiene resonancias e influencias de los grandes poemas clásicos, la «Odisea» y sobre todo la «Eneida», por ejemplo el empezar in media res.
El relato arranca con el Demonio y sus diablos desterrados en el infierno después de haberse rebelado contra Dios, intentan de nuevo un ataque, pero son rechazados finalmente por el Hijo. Entonces, el Diablo decide intentar corromper al hombre, una nueva criatura sobre la que corren rumores por el cielo. Mientras tanto, el arcángel Rafael visita a Adán y le cuenta cómo ha sido toda la creación, incluida la él mismo y su compañera Eva. Después viene la tentación, el pecado de Eva y el de Adán, y de nuevo otro arcángel, ahora Miguel, baja a ver a Adán (no a Eva) y le narra cómo será el futuro, para que no se desespere le hace un resumen hasta llegar al nacimiento de Jesús. Con todo esto, el poeta hace un recorrido por casi todo el Antiguo Testamento.
El estilo es solemne, como ya hemos dicho, moroso, muy digresivo, lleno de figuras retóricas y algo pesado, pero admite una lectura bastante rápida cuando uno se acostumbra. Es curioso que el autor mezcle sin ningún problema la mitología clásica con el cristianismo y haga referencias continuas a Júpiter, Juno y todos los dioses grecorromanos. Por ejemplo, para denigrar a Dios, Satán le llama «ese júpiter tonante» y al princpio de cada libro el poeta invoca a las musas para que le inpiren.
El libro está leno de muchos detalles curiosos, como que antes se hablaba de «escudo» y «lanza» para aludir a la izquierda y a la derecha, respectivamante; que Milton atribuye al Demonio la invención de la artillería, ese invento diabólico que permite matar a distancia, cosa que no es de caballeros; o la clara subordinación de la mujer al hombre que preside todo el libro, que llega a presentar a Eva como bastante egoísta, artera y egocéntrica, mientras que Adán mantiene un comportamiento noble en todo momento.
Mención aparte merece el atractivo que emana de Satán, que resulta ser un revolucionario, un libertador de los diablos caídos, un perdedor que no se rinde y sigue luchando cuando en el fondo sabe que nunca podrá ganar porque Díos es omnipotente. En cambio el Sumo Hacedor aparece como una figura capaz de odiar, de montar en cólera y cuya ira es tan difícil de aplacar que su Hijo tiene que dar su vida para calmarle. El contraste es curioso.
La edición de Cátedra incluye un interesante estudio previo, notas aclaratorias (las justas) y un resumen del argumento al principio de cada libro.
En fin, un libro apasionante, sólo un poco posterior a las de Shakespeare y Cervantes, todo un clásico que ha influido en generaciones de autores. Una magna obra, ambiciosa y sin igual. No hay un poema escrito en lengua inglesa de esa longtud que se le pueda comparar, y que resulta muy interesante hoy en día si se aborda con deportividad y un poco de sentido del humor.
Editorial: Cátedra
Precio: 13,10 euros
Año: 2005
De vez en cuando vale la pena atreverse con un gran clásico, uno de esos mamotretos que parecen trasnochados e infumables, porque a veces se descubren tesoros inesperados. Hace poco, alguien muy querido me ha recomendado este libro y he aceptado el reto.
«El paraíso perdido», una de las obras maestras de la literatura universal, es un poema épico de unos 10.000 versos divididos en doce libros, con un estilo solemne, un lenguaje anticuado, lleno de metáforas y circunloquios y un tema en principio poco atractivo: la historia del pecado original. Un auténtico 8.000, un desafío para devoradores de páginas y lectores de larga distancia, con resistencia y que se saben fajar sin rechistar.
Y la verdad, es que lo he disfrutado mucho. Me ha llevado unas diez horas en total y ha sido una buena experiencia. Una vez que uno se acostumbra, se le coge el gustillo y tiene su áquel. Los que hemos tenido una formación católica y conocemos ya el relato del Génesis, es fácil que tengamos la sensación de estar leyendo lo que de verdad ocurrió, al ser una narración más extensa y detallada, que argumenta y explica muchas cosas.
Está escrito en pentámetros yámbicos, unos versos que se adaptan muy bien a la lengua inglesa; se suelen traducir en endecasílabos y es curioso que no tengan rima. Milton, en un alarde de modernidad, sostenía que lo fundamental en la poesía era el ritmo y no la rima. Tiene resonancias e influencias de los grandes poemas clásicos, la «Odisea» y sobre todo la «Eneida», por ejemplo el empezar in media res.
El relato arranca con el Demonio y sus diablos desterrados en el infierno después de haberse rebelado contra Dios, intentan de nuevo un ataque, pero son rechazados finalmente por el Hijo. Entonces, el Diablo decide intentar corromper al hombre, una nueva criatura sobre la que corren rumores por el cielo. Mientras tanto, el arcángel Rafael visita a Adán y le cuenta cómo ha sido toda la creación, incluida la él mismo y su compañera Eva. Después viene la tentación, el pecado de Eva y el de Adán, y de nuevo otro arcángel, ahora Miguel, baja a ver a Adán (no a Eva) y le narra cómo será el futuro, para que no se desespere le hace un resumen hasta llegar al nacimiento de Jesús. Con todo esto, el poeta hace un recorrido por casi todo el Antiguo Testamento.
El estilo es solemne, como ya hemos dicho, moroso, muy digresivo, lleno de figuras retóricas y algo pesado, pero admite una lectura bastante rápida cuando uno se acostumbra. Es curioso que el autor mezcle sin ningún problema la mitología clásica con el cristianismo y haga referencias continuas a Júpiter, Juno y todos los dioses grecorromanos. Por ejemplo, para denigrar a Dios, Satán le llama «ese júpiter tonante» y al princpio de cada libro el poeta invoca a las musas para que le inpiren.
El libro está leno de muchos detalles curiosos, como que antes se hablaba de «escudo» y «lanza» para aludir a la izquierda y a la derecha, respectivamante; que Milton atribuye al Demonio la invención de la artillería, ese invento diabólico que permite matar a distancia, cosa que no es de caballeros; o la clara subordinación de la mujer al hombre que preside todo el libro, que llega a presentar a Eva como bastante egoísta, artera y egocéntrica, mientras que Adán mantiene un comportamiento noble en todo momento.
Mención aparte merece el atractivo que emana de Satán, que resulta ser un revolucionario, un libertador de los diablos caídos, un perdedor que no se rinde y sigue luchando cuando en el fondo sabe que nunca podrá ganar porque Díos es omnipotente. En cambio el Sumo Hacedor aparece como una figura capaz de odiar, de montar en cólera y cuya ira es tan difícil de aplacar que su Hijo tiene que dar su vida para calmarle. El contraste es curioso.
La edición de Cátedra incluye un interesante estudio previo, notas aclaratorias (las justas) y un resumen del argumento al principio de cada libro.
En fin, un libro apasionante, sólo un poco posterior a las de Shakespeare y Cervantes, todo un clásico que ha influido en generaciones de autores. Una magna obra, ambiciosa y sin igual. No hay un poema escrito en lengua inglesa de esa longtud que se le pueda comparar, y que resulta muy interesante hoy en día si se aborda con deportividad y un poco de sentido del humor.
Ilustración de Gustave Doré para «El paraíso perdido»
John Milton (Londres, 1608-1674) es uno de los más grandes e influyentes poetas en lengua inglesa, debido fundamentalmente a esta obra. También fué un brillante ensayista; sus tratados políticos fueron tenidos en cuenta para redactar la Constitución de los EE. UU.
Era hijo de un escribano, una especie de notario, que componía música religiosa en sus ratos libres y vivía ceca de la Catedral de San Pablo, en cuya escuela empezó a estudiar el pequño John. Luego continuó preparándose en Cambridge para entrar en la Iglesia de Inglaterra. Sus compañeros se burlaban de su larga melena rubia y su aspecto afeminado, pero era un estudiante muy brillante que ya mostraba un talento exagerado como poeta.
Cuando acabó sus estudios siguió formándose por su cuenta. Sus padres le dejaron estudiar y dedicarse a sus cosas hasta los treinta años, porque pensaban que estaba destinado a hacer algo grande. Dominaba varias lenguas (francés, holandés, español, italiano y por supesto, latín, griego y hebreo) y se dedicó a aprender todo lo que pudo de teología, filosofía, política, literatura y ciencia.
Con treinta años hizo un viaje por Francia e Italia, donde visitó a Galileo en la prisión. Al regresar, abrió una academia privada de élite. Se casó tres veces, siempre con mujeres mucho más jóvenes que él, tal y como se estilaba entonces; tenía fama de no demostrar una gran pasión y tener un carácter reservado y huraño. Siguió publicando poesía y ensayo, participó en política, a la sazón muy ligada a la religión, y llegó a ser Ministro de Lenguas Extranjeras con Cromwell. A partir de entonces trabajaría como traductor oficial durante toda su vida.
A los 46 años se quedó ciego, probablemente debido al glaucoma, y tuvo que dictar su obra maestra gran obra «El paraíso perdido» a sus hijas. Llevaba años dándole vueltas a la idea de escribir un gran poema épico religioso, pero no encontró tiempo para abordar la tarea hasta entonces. Luego escribió una segunda parte tituada «El paraíso recobrado», menos extensa, en la que establece una serie de contrastes con la primera. En ella, es Jesús, al mantenerse firme durante las tentaciones del Diablo y además acrificarse, el que recupera el paraíso en forma de cielo prometido.
Milton era un brllante erudito, poseía una vastísima cultura y dejó multitud de escritos. Era esencialmente republicano y defendía la conveniencia de que un parlamento aristocrático y elitista, donde estuviesen los mejores, controlase el poder del monarca. Era muy puritano, protestante, pero nunca entró en la Iglesia y tenía sus propias opiniones: no creía exactamente en la Santísima Trinidad, porque el Hijo estaba subordinado al Padre; pensaba que el alma moría con el cuerpo para luego resucitar, y defendía el divorcio, pero no por adulterio o a causa de una tercera persona, sino sólo por divergencias espirituales.
Falleció de gota relativamente joven, a los 65 años.
John Milton
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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