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miércoles, 16 de noviembre de 2022

Los evangelios del diablo - Claude Seignolle

 

Título: Los evangelios del diablo                                                                                       Autor: Claude Seignolle

Páginas: 304 pág.

Editorial: Crítica

Precio: 9,51 euros

Año de edición: 1990

Este insólito libro, que podríamos calificar de tratado de teología popular del mal, recopila nada menos que 134 historias populares, leyendas y cuentos sobre el demonio, recogidos la mayoría del folclore francés y estructurados en cuatro partes, llamadas braseros, a imagen y semejanza de los cuatro evangelios: 

  • En el titulado «Presentación del diablo», el demonio se presenta en todas sus formas: hombre, animal, espíritu... a veces terrorífico y a veces seductor, son las metamorfosis de Belcebú.
  • En «Los secuaces del diablo» aparecen sus siervos, mensajeros, brujos y poseídos, a veces mucho más malvados que su dueño y señor por ser humanos, y por lo tanto, dotados de malicia. Aquí aparece la magia maldita del sexo, a veces antes y a veces después de la boda, pues es sabido que el sexo es esclavo del demonio.
  • En el tercer brasero, «Condenación e infierno», aparece el infierno en la Tierra, en forma de maldiciones, condenas, presagios y pactos con el Maligno.
  • Por último, en «El vía crucis del diablo», el Ángel Caído sufrirá castigos, burlas y penalidades sin fin. A la postre, resulta castigado, triunfa el ben y el orden universal se restablece.

Los relatos son de longitud muy variables, desde un párrafo hasta seis o siete páginas en algún caso y la mayoría resultan entretenidos, interesantes y algunos, incluso divertidos. La variedad de enfoques, perspectivas, tonos y aspectos diabólicos tratados es amplísima y ese es uno de los puntos fuertes de esta obra. Es increíble la creatividad desplegada en esta colección de historias, claramente fantásticas, pero que conectan en la mayoría de los casos con arquetipos e imágenes que parecen resonar con algo en nuestro interior.

Aquí hay de todo, hombres con patas de gallina, diablos disfrazados de sacerdote, diablos que pegan a su mujer, los siete rayos del diablo, actas de procesos de brujería, lobos malditos, hechiceras, hombres-lobo, hombres de dientes rojos y cien diabluras más.

Al final, el demonio parece una fuerza necesaria para contrastar con lo bueno y generar así la dialéctica de la lucha por la vida, sin la que no habría existencia. Y también, un poderoso mundo de símbolos y códigos que recorre la historia de la literatura como un torrente subterráneo que ha dado lugar a mil historias. Una fuerza necesaria, sin la que la vida sería incompleta, que da lugar a personajes a menudo más ricos y atractivos, como el Luzbel de El paraíso perdido o el Ricardo III de Shakespeare, que el bueno de las historias. O monstruos tan fascinantes como Drácula, Frankestein, la Momia, los zombis o el Golem, y ya en nuestra época Darth Vider, Hannibal Lecter o el Joker. No hay nada como un malvado retorcido para animar una historia. Esa puede ser la idea que, en conclusión, nos recuerda esta estupenda enciclopedia de lo oscuro.

Seignolle publicó la primera versión de sus evangelios en 1964, fué ampliándola en sucesivas ediciones hasta la de 1983, la más extensa, que consta de más de 900 páginas que recogen 819 historias, de las que se han seleccionado aquí las mejores. Sostenía el autor que el ser humano necesita pasar miedo y de ahí viene la inveterada costumbre de contar historias que ponen los pelos de punta de noche y al amor del fuego,

Un apéndice colocado al final, describe la fuente de la que se ha tomada cada uno de los textos aquí incluido, con lo que se demuestra que estamos ante una obra de recopilación, una verdadera enciclopedia de historias diabólicas.

La traducción del francés es de Agustín López Tobajas y María Tabuyo. Esta edición viene acompañada de un acertad prólogo de Ana González Salvador, Catedrática de Filología francesa de la Universidad de Extremadura.  Es un libro relativamente fácil de encontrar en Iberlibro, donde hay ahora mismo trece ejemplares; si lo véis por ahí, no lo dejéis escapar.

Un libro original donde los haya, muy entretenido, de los que vale la pena tener en la mesita de noche o en un lugar muy ameno, para dejar que la mano se enrede en él y leer un trozo de vez en cuando. Una obra genial.

Claude Seignolle (Périgueux, 1917-2018) fue un autor francés. Interesado en la Arqueología y Etnografía, se unió a la asociación Prehistórica Francesa y fue discípulo del folclorista Arnold Van Gennep. Junto a su hermano Jacques recorrió la zona de Hurepoix, una región de la Isla de Francia, al suroeste de París, y publicó con él «El folclore de Hurepoix» (1937), que tuvo muy buena acogida.

En 1945 escribió su primera novela «Le Rond des sorciers». Se estableció en St. Motaigne, en la región de Sologne, y se dedicó a recopilar tradiciones locales e historias que luego utilizaría en sus libros. Escribió varios libros de terror y hay quien lo considera uno de los mejores autores franceses de fantasía. Lawrence Durrell escribió, refiriéndose a él: «Los demonios, los hombres lobo y los vampiros... aparecen en sus novelas como realidades inquietantes, y la actitud que adopta hacia ellos es tan práctica que el lector se encuentra rápidamente creyendo en ellos».

En noviembre de 2008 recibió el Prix Alfred Verdaguer de la Academia Francesa. Murió a los 101 años de edad. Durante sus últimos años, tenía tan buen aspecto que parecía tener un pacto con Pedro Botero.

Claude Seignolle

Publicado por Antonio F. Rodríguez. 

domingo, 28 de febrero de 2021

Quinametzin, los legendarios gigantes prehispánicos

Hombres arrastrando a un gigante muerto, (Códice Vaticano)

Existen antiguas leyendas sobre hombres gigantes en muchas culturas. Todos hemos oído hablar del temible  Goliat, los terribles Cíclopes, los Titanes de la mitología griega... parecen historias poco creíbles, basadas más en leyendas y mitos que en hechos verificables. Como las historias orales sobre enanos.

Sin embargo, en 2004 se encontraron restos del llamado Hombre de Flores (Homo floresiensis), un homínido de menos de un metro de altura y 25 kg de peso que habitó la Isla de Flores, en Indonesia, hace unos 50 000 años. Hacía tiempo que se conocían las leyendas que contaban los nativos sobre hombres diminutos que raptaban niños y eran hostiles. Nadie las creyó... hasta que encontraron restos óseos.

¿Y si ha ocurrido algo parecido con alguna raza de gigantes? ¿Es posible que hayan existido en algún caso? Desde luego, parece probado que en el sur de América había unos nativos muy altos, los patagones, aunque su estatura estaba entre el 1,90 y los 2 metros, muy grandes, pero no gigantes.

En la Mesoamérica precolombina estaban muy extendidas las leyendas sobre pobladores gigantescos, que aterrorizaban  a los olmecas y a los nahuas, hasta el extremo de tenerlos dominados. Eran los temibles quinametzin, que se dice que habían construido la ciudad de Teotihuacán. Cuando llegaron los conquistadores españoles, encontraron testimonios de varias tribus que aseguraban haber luchado con ellos hasta haberlos extinguido hacía poco tiempo. 

Hay grabados, tradiciones y folclore abundante. Según se decía, habían habitado la región donde está la actual ciudad de Puebla, en México. Se alimentaban de animales y frutos silvestres e iban desnudos. Al principio, recibieron amablemente a los indígenas que llegaron allí y les permitieron cultivar sus tierras, a cambio de agar cuantiosos tributos. Pero con el paso del tiempo empezaron a tratarles de manera despótica y a humillarles, hasta que la situación se hizo insostenible y tuvieron que guerrear contra ellos y los exterminaron. Según los olmecas, les prepararon una trampa: les invitaron a un gran banquete y les embriagaron; cuando estaban indefensos, les atacaron y acabaron con todo ellos. 

Ya en la época colonial, algunos frailes decían haber encontrado huesos enormes de gigantes primigenios, pero en cuanto la Arqueología avanzó lo suficiente, se descubrió que eran huesos de animales, no de humanos de gran tamaño.

Así que parece que no hay pruebas, pero las leyendas y tradiciones eran muy insistentes. ¿Qué habrá de verdad en las historias de los quinametzin? ¿Existieron realmente?

Publicado por Antonio F. Rodríguez.