Título: Memoria de la melancolía Autora: María Teresa León
Año de edición: 2020
Pues aquí tenemos en este volumen la obra que pasa por ser la mejor y más lograda de su autora, María Teresa León, miembro femenino destacado y de mucho talento de la Generación del 27.
Escrita en los años 60, se trata de una recopilación de recuerdos y memorias de una intelectual clave en la España de la época, esposa de Rafael Alberti, una escritora enorme, oculta a la sombra del gran hombre. Es lo más parecido que conozco a una Virginia Woolf española, con un estilo moderno, ágil y elegante, muy libre, que bordea la poesía continuamente y salta de tema en tema según le parece. Invoca sensaciones, colores y olores, ambientes, recuerdos de su vida, yendo hacia delante y hacia atrás según le sugiere la asociación libre de ideas, en una amalgama maravillosa. Este texto se lee con facilidad y asombro. ¡Qué gran escritora!
Nos habla de su infancia y adolescencia en Burgos, capital con catedral, cartuja y 300 000 habitantes, de su noviazgo con Alberti, del Madrid de la guerra civil y de la Casa de las Flores, en Argüelles, del exilio en Argentina, del corazón de los argentinos y de la acogedora Roma. También recuerdos de algún intento de acoso machista, de su encuentro con la cupletista La Fornarina, de un libro que le firmó Emilia Pardo Bazán, vieja y bonachona como un mastín, de Córdoba, de Pablo Neruda y del actor Luis Aragón, de los guerrilleros del teatro que iban entre bombardeos con un escenario portátil por los pueblos de España, del banquete soñado de huevos fritos con patatas, de Máximo Gorki y su muerte, de lo difícil que estaba el sexo durante la guerra, más que el comer, así que como las chicas pedían casarse antes por lo civil había mucha poligamia, y mil pequeñas historias de aquella época.
Nuestra protagonista conoció a Gorki, Isaac Babel, Boris Pasternak, Mijáil Sholójov y otros autores rusos en el Primer Congreso de Autores Soviéticos, vió pasear a Galdós por el madrileño Parque del Oeste, oyó a Gutiérrez-Solana cantar ópera, vió a Picasso esbozar los primeros borradores del Guernica, conoció a Luis Miguel Dominguín, Antonio Gades, Miguel de Unamuno, Pedro Salinas, el inteligente José Bergamín, el gran amigo Ignacio Sánchez Mejías, el fotógrafo Frank Capra... y una larga lista de intelectuales y figuras de aquellos años.
Todo lo cuenta con amenidad e inocente sencillez, sin darse importancia y agradecida, a pesar de todo, por la vida que le tocó vivir. Se enamoró de Buenos Aires a primera vista, conoció mundo, visitó Nueva York y cuando le preguntaron al entrar si pensaba matar al presidente, respondió:«No, ¿para qué?, no hace falta, eso ya lo saben hacer ustedes». Visitó Cuba y se dejó fascinar por Alejo Carpentier...
Cuenta anécdotas desternillantes y terribles, como la de encontrar a Juan Ramón Jimenez partiéndose de risa porque no llevar dentadura postiza le había salvado la vida. Unos anarquistas de la FAI le confundieron con un Jiménez al que buscaban para matarlo, pero el perseguido llevaba una prótesis dental, le palparon los dientes y al ver que eran los suyos, le dejaron ir.
Unas memorias fascinantes por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, con un estilo magnífico. Dicen los que la conocen que ésta es su mejor obra y no me extrañaría nada que así fuera. Una obra maestra que incluye citas y referencias que son un lujo, como estos versos de Lope de Vega que parecen de plena actualidad:
No puede durar el mundo
porque dicen y lo creo
que suena a vidrio quebrado
y ha de romperse al punto.
Unas memorias de cinco estrellas.
María Teresa estudió en la Institución Libre de Enseñanza y se licenció en Filosofía y Letras. En 1920, con diecisiete años, se casó con Gonzalo de Sebastián y tuvo dos hijos. Colaboró en el Diario de Burgos con el seudónimo de la heroína de D'Annunzio, Isabel Inghirami. En 1929 conoció a Rafael Alberti y se fugó con él a Mallorca. En 1932 se casaron por lo civil y consiguió una pensión para estudiar el movimiento teatral europeo. Comenzó a a viajar por Berlín, la Unión Soviética, Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda. Participó en la fundación de la revista Octubre, en la que publicará su obra Huelga en el puerto (1933).
En 1934 asistió en la URSS al Primer Congreso de Escritores Soviéticos. Tras el estallido de la Revolución de Asturias el matrimonio viaja a Estados Unidos, para recaudar fondos para los obreros damnificados. La guerra civil les sorprende en Ibiza. Fue secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas, y fundó la revista El Mono Azul, participó en la Junta de Defensa y Protección del Tesoro Artístico Nacional que trasladó las obras de arte del Museo del Prado y de El Escorial.
Tras la derrota republicana, la pareja se exilia a: Francia, Argentina e, Italia. Trabaja como traductora, locutora de radio y sigue escribiendo. Publica con Alberti en 1958 Sonríe China. En 1963 se trasladan a vivir a Roma. El 27 de abril de 1977 vuelven a España, pero María Teresa padece el mal de Alzheimer, pierde la memoria y así fallece el 13 de diciembre de 1988.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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