Título: Nieve Autor: Orhan Pamuk
Año de edición: 2011
El turco Orhan Pamuk, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006, es sin duda uno de los más reconocidos escritores de los últimos años. Su amplia obra plantea una profunda reflexión acerca de qué es Turquía, un país a caballo entre Europa y Asia, entre la tradición islámica y la secularización, entre la democracia y el autoritarismo (antes militar, neoislamista ahora con el presidente Erdogan). Así que en Pamuk, autor influido por eso que convencionalmente conocemos como Occidente, confluyen las diferentes tensiones que agitan a la sociedad turca y que, inevitablemente, se reflejan en su narrativa.
Orhan Pamuk es un enamorado de su fascinante país. Como intelectual laico, asume que el único camino cabal para Turquía, siguiendo las huellas del gran Kemal Atatürk, es la plena asunción de los valores de la modernidad occidental; pero, como turco que es, entiende que más allá de leyes e instituciones pervive una sociedad islámica, profundamente conservadora, en donde lo nuevo no acaba de cuajar del todo y lo viejo se resiste a morir. El resultado es una nación compleja y conflictiva, llena de contradicciones, que a veces estallan de manera violenta.
«Nieve» (edición original de 2001, publicada en España en 2005) es una excelente novela que pone la lupa sobre la pequeña ciudad de Kars, en la Anatolia Oriental, histórico cruce de culturas, religiones, guerras e imperios. Kars fue circasiana, armenia y rusa. Desde 1920 es turca. Pamuk convierte esta ciudad pobre y aislada en la protagonista colectiva de su libro.
Estamos a
principios de la década de los 90 del siglo XX. Un poeta turco que se
ha pasado doce años de exilio en Alemania por razones políticas
vuelve a Estambul para asistir al entierro de su madre. Retoma viejas
relaciones. Amigos, familiares, un amor de juventud. Por las calles que recorre
flotan los recuerdos. El exilio supone desconcierto. Uno ya no sabe ni de dónde
es: turco de nacimiento; europeo por vocación; exiliado en una Alemanía fría y
ajena de la que desconoce hasta el idioma. Al poeta se le despierta el gusto
por el periodismo y se va como corresponsal a la remota Kars, en donde suceden
cosas inquietantes: el alcalde ha sido asesinado, varias jóvenes se han
suicidado, los islamistas están a punto de conquistar la alcaldía. El poeta se
mete en ese avispero. Es una vuelta al pasado. A las raíces de su patria. Un
reencuentro no del todo grato.
Kars está cubierta de nieve, con las carreteras cortadas y desgarrada por tensiones políticas, culturales y religiosas. Es un microcosmos que funciona como metáfora de la sociedad turca. Media docena de jóvenes religiosas se matan porque no les dejan acceder tapadas a la escuela. El director es asesinado por un fanático religioso delante del poeta, que huye espantado. La policía y los servicios de inteligencia se comportan de manera brutal, como si estuvieran en una ciudad ocupada militarmente. Nuestro poeta localiza a una compañera que conoció durante sus años universitarios. En aquel tiempo los dos eran jóvenes, idealistas y de izquierdas. Aspiraban a cambiar el mundo. El destino les ha jugado una mala pasada: él es un tipo aislado, únicamente conocido por media docena de aficionados a la poesía; ella, separada de su marido, lleva una existencia oscura en una ciudad provinciana. Dos frustraciones y un destino parecido. Mientras, se enconan las rencillas en Kars. Las dos Turquías, la kemalista y la islamista, parecen llegar al borde de una guerra civil.
La melancolía impregna el paisaje. Nieva constantemente. La ciudad está amortajada por el frío y el aislamiento. De vez en cuando, una gota de sangre roja cae sobre la nieve inmaculada: es la violencia, siempre presente, aun como simple amenaza. Los habitantes de la ciudad son pobres. La vida económica se va apagando lentamente. Las casas son de cemento, al estilo soviético, grises y siniestras.
El poeta pasea por las calles heladas. Recuerda su vida. La Turquía de su juventud no se parecía en nada a la lúgubre Kars. El padre era un abogado liberal de Estambul. En su familia no había mujeres con pañoleta, ni rezos, ni nostalgia alguna por el pasado otomano. Eran turcos occidentalizados. Orgullosos de serlo. Pero la otra Turquía, la Anatolia profunda, estaba ahí. Solo que no querían verla. Para ellos, esa Turquía era simplemente la portera, el frutero o el vendedor de la esquina. Los pobres llevaban zuecos, barba y un rosario en la mano. Las mujeres, pañoleta. Representaban un pasado bochornoso llamado a desaparecer con la modernización de la sociedad. Pero en Kars ese pasado es el presente y, quizá, el futuro. Al poeta se le plantea la necesidad de la autocrítica. Las cuatro calles burguesas del Estambul en donde creció no eran toda Turquía.
«Nieve» es una novela larga y bastante densa. No llega a hacerse pesada porque Pamuk sabe distribuir su contenido en capítulos bien cortados y atractivos (resulta magistral el diálogo entre el profesor laico y el joven islamista que lo va a asesinar; cuando es imposible la comunicación, la parte fanática suele recurrir a la violencia; sin embargo, hasta el asesino puede decir cosas interesantes). Por lo demás, el libro presenta las justas dosis de intriga para que funcionen como una suerte de motor narrativo que invita a seguir leyendo, adentrándonos en el laberinto de la ciudad. Pamuk crea un ambiente aislado, remoto, helado, por momentos irreal, de un silencio blanco onírico, verdaderamente logrado:
«No era la pobreza ni la desesperación lo que le reconcomía de aquella manera, sino una extraña y poderosa sensación de soledad que luego observaría continuamente por toda la ciudad: en los escaparates vacíos de las tiendas de fotografía, en las ventanas heladas de las repletas casas de té donde los parados jugaban a las cartas, en las plazas cubiertas por la nieve. Era como si aquello fuera un lugar olvidado por todos y como si la nieve cayera silenciosamente en el fin del mundo».
En conclusión, una novela estupenda, tanto por su brillante estilo como por los problemas que aborda, que están mucho más cerca de nosotros de lo que parece.
Ferit Orhan Pamuk (1952) es un escritor turco, ganador en 2006 del Premio Nobel de Literatura. Nació en Estambul. Su familia de era acomodada, occidentalizada y burguesa. Estudió arquitectura, pero acabó graduándose en el instituto de periodismo. Con 23 años comunicó a su familia y amigos que quería ser escritor. Se echaron las manos a la cabeza. Le llamaron ingenuo. Que no conocía la vida. Que se iba a morir de hambre. Pamuk, ni caso. Comenzó a escribir. Acabó por sonreírle el éxito con su estupenda novela histórica «El astrólogo y el sultán» (1985), alabada por John Updike. Le siguieron muchas otras. Se multiplicaron las traducciones y los premios.
Ha tenido serios problemas con las autoridades de su país. En 2004 fue llevado a juicio por «insultar y debilitar la identidad turca» al decir una verdad como un templo, a saber: que en Turquía mataron a un millón de armenios y a 30.000 kurdos. Pamuk se reafirmó en sus palabras y en 2006 le dieron carpetazo al asunto. Pero en 2007 fue asesinado el periodista turco-armenio Hrant Dink. Era un aviso terrible para los intelectuales liberales como él. En 2021 lo volvieron a empapelar por el terrible delito de insultar a la madre patria. Por si las moscas, reside buena parte de su »tiempo en Nueva York. Una frase: «Me acuerdo perfectamente del momento en que quise ser escritor. Fue una tarde de marzo o abril, en la primavera de 1973. Agarré un papel y un bolígrafo y me puse a escribir. Así fue».
Publicado por Alberto.
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