viernes, 4 de noviembre de 2022

Mr. Mercedes - Stephen King

 

Título: Mr. Mercedes                                                                                                          Autor: Stephen King

Páginas: 496
 
Editorial: Debolsillo
 
Precio: 9,57 euros

Año de edición: 2015

En «Mr. Mercedes», luchan dos hombres que representan el bien y el mal. El bien es un policía jubilado de 62 años, divorciado y gordo. El exinspector Hodges encuentra pocos alicientes en los años de vida que le quedan: bebe bastante, come demasiado y se pasa muchas horas delante de la televisión. Juguetea a veces con una pistola. Se pone el cañón en la boca. Una detonación, piensa, y todo terminado. El mal es un joven inteligente y solitario. Quiere matar para sentirse alguien. Brady es experto en informática y heladero pluriempleado. Tuvo una infancia de pesadilla. En su casa le aguarda una madre borracha y lasciva. El frenesí homicida que le domina es una olla a presión a punto de estallar. Vive en Elm Street, la calle del olmo, lo que ya es casualidad.  

Estos dos personajes comparten una gran frustración personal, aunque son totalmente distintos: el monstruo asesino y el ciudadano decente que debe detenerlo. 

Stephen King se pasó al thriller con «Mr. Mercedes». La capacidad para mantener la atención del lector hasta la última frase se mantiene intacta. Como siempre, King encuadra los horrores en la monotonía de lo cotidiano. La vida se arrastra en una ciudad del medio oeste que sufre un profundo declive económico. Una población segregada entre los ricos, aislados en sus barrios de lujo, las precarias clases medias y los pobres de solemnidad que vegetan en calles lúgubres invadidas por la delincuencia, la droga y la desesperanza. La novela incluye una precisa radiografía social. King da una imagen nada complaciente de la sociedad estadounidense. No cae en lo digresivo porque sabe que lo decisivo de la novela es una trama perfecta que no de tregua. 

El inicio es memorable y brutal. Un Mercedes-Benz salido de la niebla arrolla a una cola de desheredados que llevan aguardando toda la noche para encontrar un empleo. El auto fue robado. Cuando el exinspector Hodges recibe una cruel carta firmada por el «Asesino del Mercedes», comienza el duelo. El criminal se las promete muy felices. Hodges lo saca de sus casillas con unas cuantas provocaciones calculadas. La burla rompe la frágil capa de cordura del psicópata. Es más vulnerable. También más peligroso. La caza será implacable. 

La psicología del asesino en serie es de un realismo espeluznante. Brady sufre tremendos dolores de cabeza que solo se alivian planeando atrocidades. En apariencia, es un joven cortés y algo tímido. Pero la procesión va por dentro: una mente enferma que hierve con ansias de muerte y destrucción. La locura de Brady es metódica. Una maldad gratuita, pero no atolondrada. Busca causar el máximo daño. Quiere llegar a la cumbre de la popularidad mediante el crimen masivo y destacar en la crónica negra. Vigila tenazmente a los vecinos con su máscara de hombre inofensivo. Odia intensamente a Hodges. Planea su particular venganza contra el mundo. Únicamente el policía y sus amigos podrán pararlo en una desesperada lucha contrarreloj. 

Stephen King describe las escenas más salvajes con su estilo frío, objetivo y sarcástico. En «Mr. Mercedes» abundan los momentos en donde la banalidad más inhumana se codea con el humor negro. De esta forma la atrocidad se vuelve casi insoportable. Por ejemplo:

«Frankie avanzó un poco más, sin dejar de berrear. Miró hacia abajo. Brady se volvió hacia su madre. Deborah Ann Hartsfield le contestó con un parco gesto de asentimiento, casi imperceptible. Brady no se lo pensó dos veces. Dio un puntapié a Frankie en el trasero recubierto del pañal de triple capa y su hermano se precipitó escalera abajo en una sucesión de torpes tumbos que recordaron a Brady las volteretas del granuja gordo en el pasillo de la iglesia. Tras el primer tumbo, Frankie siguió berreando, pero en el segundo su cabeza impactó en la contrahuella de un peldaño y los berridos cesaron de inmediato, como si Frankie fuera una radio y alguien lo hubiera apagado. Fue horrendo, pero tuvo su lado gracioso. Siguió rodando, desmadejado, con las piernas inertes abiertas a los lados formando una Y. Por último, fue a dar de cabeza contra el suelo del sótano».

La cita es algo larga, pero creo que merece la pena. Este fue el primer asesinato de Brady, el de su hermano, consentido por su santa madre. El monstruo del barrio tuvo una educación ejemplar. Hay que remontarse a «La familia de Pascual Duarte» de Cela para encontrar una crueldad parecida. Pero el tremendismo lírico del gallego resulta en el fondo menos incómodo que el realismo imperturbable de King. No por nada estamos ante el rey del horror contemporáneo. Lean esta novela y disfrútenla, o lo que sea. Avisados quedan. 

Stephen King

Stephen King nació en Maine en 1947. Vive en la pequeña ciudad de Bangor, en una mansión gótica con murciélagos en la verja. Nació pobre, consiguió estudiar, trabajó de profesor, vivió en una caravana, se casó y tuvo hijos. Desde niño le encantaban los cómics y las películas de terror. El éxito le llegó en los setenta con sus primeras novelas. A partir de ahí, lluvia de millones. En los ochenta, King superó su gusto por empinar el codo (confiesa que trasegaba unas veinte cervezas al día). 

Trabajador incombustible, en su mundo los payasos son monstruos indefinibles, los muertos vuelven a la vida o el diablo abre una tienda de antigüedades en un pueblo norteamericano. Terrores de lo vulgar: más espeluznantes cuanto más anodinos. La literatura de Stephen King ha inspirado magníficas películas. Con sus gafas, su aire de paleto despistado y su gran sentido del humor, King es un personaje en sí mismo. Sigue escribiendo. 

Publicado por Alberto.

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